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El regreso a la vida de las viejas estaciones del tren en Cundinamarca

Luego de tres décadas de abandono, los edificios fueron restaurados por el Invías.

Hace más de 25 años que en Albán no se escucha el ruidoso arribo de una locomotora. Por eso, cuando los habitantes de este municipio, a una hora y media de Bogotá, vieron terminada la restauración de la vieja estación del pueblo, a muchos los embargó la nostalgia por las glorias pasadas de lo que otrora fue uno de los parajes más prósperos del ferrocarril.
Pintada del mismo color amarillento de la época y adornada con las mismas puertas y ventanas de madera, muchos sienten que con la nueva obra recuperaron algo de ese orgullo perdido por tres décadas de abandono y decadencia, luego de que pasara por última vez un vagón.
La suerte de Albán se repitió en otros tantos municipios que vieron morir al medio de transporte que revolucionó al país a principios del siglo XX.
Era la década del 20 cuando el dolor patrio por la pérdida de Panamá intentó menguarse con la fiebre férrea, que trajo a un país de mulas y caballos la veloz máquina para transportarse. Dos décadas después entraría en crisis económica y esta sería el comienzo del fin para el sistema férreo.
En Nemocón, en la Sabana Norte y en Sibaté, al sur de Bogotá, ocurrió lo mismo que con la estación de Albán. Quedó atrás la elegancia de la década del 40 y hasta hace pocos meses eran los focos de microtráfico e inseguridad.
Hace un año, estas tres estaciones están siendo restauradas por el Instituto Nacional de Vías. La inversión en cada una está entre los 700 y 900 millones de pesos. (Galería: Así se reconstruyeron las viejas estaciones del tren)
Los proyectos hacen parte de un convenio interinstitucional entre el Invías y el Ministerio de Cultura, concebido para implementar un Plan Nacional de Recuperación de las Estaciones del Ferrrocarril, catalogadas como bienes de interés cultural de la Nación.
El TIEMPO realizó un recorrido por las tres estaciones restauradas. La de Albán se entregó en noviembre pasado, la de Chusacá en Sibaté está próxima a terminarse y la de Nemocón está finalizando el proceso de interventoría del proyecto.
“Estamos haciendo un esfuerzo por devolverle su honor a la historia ferroviaria del país”, aseguró Carlos Alberto Valencia, subdirector de la Red Terciaria y Férrea del Invías.
En otros municipios del país como Caracolí, en Antioquia, y Gualanday, en Tolima, también se están iniciando procesos de restauración. También hay acuerdos para el mantenimiento de la estación el Limón, en Antioquia, y la del Algarrobo, en Magdalena.
Sus nuevos usos
En cada una de las estaciones, con los años se ocultaron los rieles y se fue desvaneciendo la historia férrea con los nuevos buses y edificaciones.
Sin embargo, la meta es que una vez restauradas, aunque ya no tengan el uso como estación, estos inmuebles puedan ser patrimonio vivo de lo que una vez fue el transporte en el país.
También está la expectativa de que con las nuevas disposiciones nacionales en transporte y los proyectos entre Cundinamarca y Bogotá, como el tren de cercanías, estos corredores sean tenidos en cuenta en etapas futuras.
En Albán y Nemocón las estaciones serán las nuevas sedes de las casas de la cultura y Sibaté la utilizará como punto turístico para promocionar al municipio.
Otra de las proyecciones es que se conviertan en los nuevos atractivos turísticos de los municipios.
Bienes culturales
Por el hito que marcaron en la historia de la arquitectura del país y la incidencia que tuvieron en la memoria cultural de muchos pueblos, el 24 de abril de 1996 la entonces ministra de Educación Nacional, María Ema Mejía Vélez, declaró como Monumento Nacional (hoy Bien de Interés Cultural, BIC) el conjunto de las estaciones de pasajeros del ferrocarril en Colombia.
Chusacá, el nuevo portón para Sibaté
De la vieja estación del tren en Chusacá casi nada se podía recuperar cuando llegaron las obras del Invías en el 2014. En ruinas, con humedad y sin vestigios de lo que fue otrora, la estación se había convertido en una olla de microtráfico, donde también los vecinos denunciaron que se habían concentrado los ladrones.
Para comenzar las obras, incluso, se removieron 30 años de toneladas de basuras y escombros, y durante los meses de las obras, buses abandonados permanecieron al lado del inmueble.
Antes de su restauración, la estación estaba dos metros abajo del suelo, por los escombros y basuras que se le arrojaban. Archivo particular / Invías.
Esta estación, al igual que la de Nemocón, tiene una arquitectura más típica de las casonas españolas y tradicionales que otras estaciones del tren más sofisticadas, como las del ferrocarril del Pacífico.
En un principio se llamó la Estación Tequendama por encontrarse inmersa en la hacienda del mismo nombre y fue construida entre 1910 y 1914 como parte de las obras del Ferrocarril del Sur, el cual funcionó hasta 1945 y cuya aspiración era llegar hasta el río Magdalena pasando por Fusagasugá, pero no llegó a terminarse.
“La estación de Chusacá tenía su fachada no sobre la autopista Sur, sino que daba a los rieles del tren. Mantuvimos esto y reconstruimos toda la parte posterior”, aseguró Miguel Cardenas, arquitecto de Invías que hace parte del proyecto.
Esta es la fachada que da a la autopista Sur. La original de la estación se ubicaba  hacia el costado occidental donde pasaba el tren. Hoy los rieles están, al parecer, a 4,5 metros debajo del suelo.   Sara Rojas /  EL TIEMPO.
En la estación se invirtieron 730 millones y se ejecutó por medio de un convenio entre Invías, la Gobernación de Cundinamarca y la Escuela Taller, que aportó la mano de obra.
 La fiesta en Albán es por su estación
El mejor recuerdo del tren que guarda Javier Garzón es el paso de las candidatas al Reinado de la Panela en Villeta por la estación de su pueblo. Eran tiempos de fiesta, de piqueteaderos y cervezas a la salida de la estación, que se conectaba por un camino de piedras a la plaza principal del pueblo. Hace un año, los recuerdos se hicieron más vívidos cuando comenzó como ayudante de obra en la restauración de la estación, que hacía parte del corredor de Facatativá- Puerto Salgar.
Volvieron a su mente las imágenes de los pasajeros esperando en la sala intermedia, donde se compraban los tiquetes para Facatativá o Santa Marta y a donde llegaban los cargamentos de sal, que se guardaban en las bodegas y luego impregnaban con su sabor las paredes. En los años de mayor decadencia, la estación se volvió el lugar favorito de los caballos que lamían sus ruinas.
En la inscripción superior de la edificación está señalado la  fecha de construcción 1929 - 1930.  Archivo particular /  Invías.
“Después del tren, se acabó el comercio, el trabajo, se volvió un pueblo de olvido”, cuenta Flor Alba Castillo, vecina de la estación donde trabajó toda su familia.
“Mi abuelo trabajó en la estación, mi papá fue caporal de cuadrilla, un hermano fue inspector de vías y otro, jefe de estación; yo ayudé en la obra para recuperarla”, relata la mujer.
La estación de Albán fue restaurada con las mismas características que tuvo en 1929 cuando se construyó.
Su inauguración ha pasado a la historia por su singular celebración: fueron cinco días de ferias, tres días de toros y bailes.
La restauración de la estación se hizo con la misma comunidad del pueblo. Sara Rojas / EL TIEMPO
En la primera planta están la sala de espera y las oficinas, y en el segundo piso tres alas que otrora fueron las viviendas de los jefes de estación y sus familias. “Arriba vivieron los Botija y los Sarmiento, y abajo los Gamboa y los Pinzón”, cuenta Castillo.
Nemocón, donde está el triángulo del tren
La recuperación arquitectónica de la estación de Nemocón se asemejó al trabajo de cuidadosos arqueólogos descubriendo nuevas capas de la historia.
Parte de la fachada posterior de la estación estaba oculta tras varias edificaciones, como lavaderos y cocinas, y debajo del suelo se halló el camino de piedra por donde cruzaban los caballos con la carga que se llevaba el tren.
El primer tren salía a las 6 a. m. para Bogotá y llegaba dos horas después hasta la capital, relatan los habitantes del municipio.
También permanecían ocultos almanaques, registros de rutas y tiquetes de la línea del Ferrocarril del Norte.
La estación de Nemocón se construyó entre 1905 y 1907 como una prolongación del ferrocarril entre las ciudades de Zipaquirá y Nemocón. El contrato estuvo a cargo de la compañía inglesa The Colombian Northern Railway Company Limited y el 23 de febrero de 1907 esta empresa inauguró la estación.
“El primer tren salía a las 6 a. m. para Bogotá y llegaba dos horas después. También se viajaba en las tardes para Barbosa (Santander) con el cargamento de carbón que venía de otros pueblos”, relata José Pedro Augusto Gómez, uno de los habitantes del municipio.
La estación se convertirá en la Casa de la Cultura de Nemocón. Laura Betancur / EL TIEMPO.
Según el interventor de la obra, Fernando Montaño, uno de las trabajos más importantes de recuperación fue el de 700 tejas inglesas, únicas en su condición, porque encajan sin necesidad de utilizar ningún tipo de pegamento.
Esta estación es especial para el sistema ferroviario, porque allí los trenes podían disminuir la velocidad de su trayecto y retornar en una especie de triángulo de rieles.
LAURA BETANCUR ALARCÓN
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