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Sensatez, por favor / Voy y vuelvo

Para la Autosur hay que mirar alternativas como transporte especial. Todo menos repetir la historia.

El crecimiento desorbitado de la ciudad durante décadas, la pésima planificación de sus entornos, de su sistema vial, de sus barrios aún más humildes, nos está pasando hoy una cuenta de cobro difícil de pagar. Pero no imposible.
Hay quienes definen las ciudades como capitales del caos. Otros, más osados, aseguran que es en ese caos, precisamente, donde radica su encanto. No obstante, cuando la vorágine toca directamente a quienes están llamados a vivir la ciudad y a disfrutarla, como usted o como yo, se abre la puerta a la anarquía.
En Bogotá es evidente. Basta recorrerla en todos sus puntos cardinales para notar que hay temas con los que definitivamente el gobierno no pudo. La desorganización que ha traído medio siglo de urbanismo mal concebido es lo que nos tiene en las que nos tiene, en términos de movilidad, amenazas de deslizamientos, desequilibrio ecológico, contaminación, informalidad, etc.
Una de las consecuencias de todo esto es que Bogotá permanezca atorada en sus entradas y salidas: las tragedias se repiten en la vía al Llano; la autopista norte ya no merece ni siquiera ese rótulo; la calle 80 es un embudo sin solución a corto plazo; la carrera Séptima colapsó hace tiempo, como lo advirtieron estudios de la U. de los Andes.
Y cuando las cosas tocan fondo aparecen las soluciones, pero no las que puedan arreglar el problema, sino empeorarlo. A falta de un sistema público de transporte digno con el usuario, se multiplican los carros y las motos; a falta de una alternativa para los ambulantes, se les ceden espacios que son de todos; a falta de vivienda digna, los extorsionistas de la tierra y los urbanizadores piratas hacen de las suyas.
Y a falta de alternativas para desembotellar las vías de acceso a la capital, se proponen segundos pisos, esto es, vías sobre vías para desbloquear la impenetrable Autopista Sur. Es el corredor por excelencia para los bogotanos. La conexión con media Colombia, si se quiere. La propuesta que se hace abarca 9,5 kilómetros por una vía por la que circulan 2.500 vehículos cada hora. La sugieren empresarios privados y la avala la Vicepresidencia.
El tema desató una polémica interesante. En un sitio de opinión, donde convergen varios expertos, Darío Hidalgo aseguró que los accesos a las ciudades seguirán construyéndose y será perverso en términos de expansión. Por eso sugiere que, si hay que hacerlo, se generen carriles exclusivos para buses, andenes, vías para bicicletas, etc.
El asunto es complejo y merece una mirada más sensata. No basta con hablar de segundos pisos sin medir las consecuencias, solo por el afán de descongestionar un corredor. Tampoco se puede ser tan simplista como la Alcaldía, que resume todo en que eso sería complacer a los ricos que van a Melgar o Girardot. ¡Por favor! Por la Autosur también se transportan los campesinos con sus cosechas, los habitantes pobres de Soacha y Bosa, los pobladores de Fusagasugá y humildes familias que quieren pasar un tiempo con sus hijos en los balnearios de tierra caliente.
Hay que actuar con sensatez, consultar a las partes involucradas, especialmente a los ciudadanos. Es aquí donde se requiere creatividad e innovación, las mismas que nos faltaron en el pasado y por eso hoy pagamos los platos rotos; mirar alternativas como TransMilenio, corredores férreos, transporte especial. Todo menos repetir la historia.
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor Jefe EL TIEMPO
@ernestocortes28
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