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Niños del barrio Diana Turbay transformaron la violencia en arte

El grupo de pequeños artistas plasmó formas de violencia de las que fueron víctimas o testigos.

Cae un aguacero. Las gotas de lluvia son retazos gigantes de una tela azul que desciende con furia sobre su cabeza. A donde mire, el escándalo del clima la atormenta. A donde quiera que mire, hay confusión: blanco, gris, aguamarina, negro. Lluvia. A donde mire, hay soledad. Ella está sola y solo tiene 6 años.
'Ella está sola', elaborado por Yineth Seco, de 6 años, le dio el nombre a la galería. / Foto: Archivo particular.
Esta es la pintura de Yineth Lorena Seco. Aquel panorama desolador no es un cuento de terror, es como ella se siente estando sola en su casa. Papá y mamá están trabajando y no hay quién la cuide.
'Ella está sola' no es solo una frase que describe la situación de esta niña, es el nombre de una obra de arte y, además, de una galería. Una que se desmontó en el 2015 y que duró más de un año exhibida en la sede de Crear Jugando, fundación sin ánimo de lucro ubicada en el sector de Diana Turbay, sur de Bogotá, una de las zonas más peligrosas de la capital, según la Secretaría de Gobierno. En ella, niños y niñas expresaron lo que para ellos es la violencia. Para Yineth, estar sola es la peor agresión.
Cristian pintó 'Una señora me pega', refiriéndose a los encuentros violentos entre algunas madres con sus hijos. Tatiana dibujó 'Mi papá le pega a la niña', una escena recurrente en su vida. Paula, 'La noche del maltrato'. Luis, 'Dolor'. Vivian, 'Señalada', y así, pequeños de no más de 15 años plasmaron las formas de violencia que sufren en su cotidianidad o de las que simplemente son testigos.
Como Wendy, de 11 años, quien pintó un escenario de vasos volando, lágrimas de sangre y vidrios; pinceladas que retratan la manera en la que sus padres se confrontan delante de ella: arrojándose objetos.
“Se hizo un proceso a partir de las problemáticas que habían vivido o que vivían sobre el maltrato. Hacíamos talleres para facilitar la expresión, ya que hay mucho de la violencia que es silenciada porque viene de lo más cercano y es difícil expresarlo para ellos. Se empezó a hablar sobre lo que ellos habían vivido en el colegio, en casa o en la calle”, cuenta Alcira Sabogal, la profesora que acompañó este proceso cuyo resultado fue la producción de 22 pinturas con elevado valor artístico y social.
En las obras de arte –que fueron descolgadas de los atriles en los que eran exhibidas, en la sede de la fundación Crear Jugando, y que hoy duermen en armarios y cajas de las casas de sus creadores– las inocentes pinceladas dan vida a la desgarradora violencia infantil que es alarmante en Colombia.
Según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), del 2008 a enero del 2016, recibieron en sus 34 regionales 229.104 casos que ingresaron al proceso administrativo de restablecimiento de derechos (Pard). Los números son alarmantes porque dejan en evidencia lo vulnerable de la infancia en nuestro país.
Según el ICBF, en Bogotá los niños, niñas y adolescentes que ingresaron al Pard durante ese mismo periodo fueron 43.900, el número más alto del país, seguido por Valle del Cauca, con 31.803 casos.
Las cifras del ICBF tienen en cuenta procesos por violencia, consumo de sustancias psicoactivas, maltrato en el hogar, trabajo infantil, abandono, etc.
La violencia en casa es una de las matices más preocupantes, y así lo dejó en evidencia Laura Jineth, quien dibujó Escapatoria, un cuadro compuesto por un árbol sin hojas, un zapato y una mano que señala.
“En ese momento, yo mostré un árbol y cómo cuando le pegaban se le caían las hojas. Yo era el árbol y lo del zapato es porque nos pegan con lo que encuentran. La mano es que algunas personas se sienten mal porque las señalan, y por tanto que las señalan, uno cambia la forma de ser”, dice Laura describiendo su creación.
'La noche del maltrato', elaborado por Paula Andrea Seco, de 6 años. En este cuadro, expresa cómo su padre, la luna, les lanza rayos a ella y su hermana, los árboles, y a su madre, el iPhone. / Foto: Archivo particular.
La violencia en el colegio
Entre enero y julio del 2015 se registraron 141 peticiones por acoso escolar en Bogotá. David Bonilla, un entusiasta niño de 10 años, ha sido víctima de estas acciones y pintó el cuadro Dolor, en técnica mixta sobre madera, para desenmascarar y rechazar la violencia en el colegio.
–¿Qué es la violencia?
–Es cuando a uno lo maltratan, no lo dejan a uno hacer o explicar algo, sino que hacen la violencia en vez de hablar –responde David.
–¿Por qué nace la violencia?
–Por ejemplo, en el colegio hay compañeros que se pelean por los materiales, pero en algunas casas los papás toman y se emborrachan y por eso llegan a hacer violencia –concluye el menor.
En las 22 pinturas se encuentran escenas lóbregas: lágrimas, sangre, soledad y también zapatos, ganchos de ropa, cables, incluso una reja, todos objetos que pintaron los niños para revelar aquellas cosas con las que son maltratados.
Paula Andrea Seco, de 11 años, quien pintó la Noche del maltrato, explica un cuadro que –a primera vista– parece abstracto. Se ve una luna que dispara rayos naranja. Dos árboles huérfanos de hojas –uno negro y el otro púrpura– que reciben los rayos de la luna. A un costado, un iPhone, que también recibe los rayos encendidos de una luna que está encima de todo en la pintura (ver cuadro 5).
“Se trata de una familia que no sabe cómo unirse. La luna es un papá agresivo que maltrata a sus dos hijas, que son los árboles, y el celular representa a la mamá, porque se la pasa en el celular, y no le importa nada más”. Es la imagen que dejó Paula plasmada en su obra.
¿Fin del proyecto?
“Me sorprendió porque sacan a relucir pensamientos, sentimientos, y pueden llegar a ser artistas. Se encuentran unos talentos que se quedan ahí; no hay forma para apoyarlos en esto de la pintura”, señala Héctor Luis Bonilla, padre de uno de los pequeños que participaron de esta iniciativa apoyada por Crear Jugando, que sirvió por más de 20 años a más de 5.000 niños y niñas del sector de Diana Turbay, pero que hoy, por falta de recursos económicos, se encuentra cerrada.
Los más de 250 pequeños artistas, que tenían la posibilidad de potenciar sus habilidades y recibir nutrición balanceada, quedaron a la deriva.
“Los niños aquí recibían una alimentación sana y nutritiva, tenían un espacio para el buen trato, desarrollaban capacidades a través del arte. Y además de tener un sitio para construir confianza, se comprometían con su territorio”, dice Bonilla.
Un almuerzo valía 1.000 pesos y al mes se cobraban 20.000 pesos, que se devolvían en materiales. “No creemos que haya que fomentar una mentalidad mendicante ya que hay una responsabilidad compartida entre el ciudadano, el Estado y la empresa privada, no es solo el Estado dando”, indica Alberto Blandón sobre la operación de la fundación Crear Jugando, de la cual salió la galería ‘Ella está sola’.
Y que esta fundación se detuvo porque siempre contó con el apoyo financiero de un país europeo que a finales del 2015 se lo retiró.
Para su reapertura, sería necesaria la intervención de entidades como la Secretaría de Integración Social y la Secretaría de Educación.
“No me parece que lo cierren porque aquí me acostumbré a comer, a pensar, a razonar; me acostumbré a pasar más tiempo con las personas. Acá me enseñaron cosas que no sabía. Me parece muy triste que se acabe, no sé qué voy a hacer”, lamenta una niña que ahora, sin su centro de pensamiento, expresión y encuentro, como las obras de arte, se siente sola.
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