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'No se le puede preguntar al electorado para luego ir contra su voto'

Así lo expresó David Trimble, ex primer ministro norirlandés y premio nobel de paz en 1998.

El largo conflicto de Irlanda del Norte comenzó a tener un fin hacia 1998, cuando un grupo de dirigentes políticos que representaban las diferentes tendencias políticas y religiosas del territorio autónomo (independentistas y unionistas, católicos y protestantes) lograron firmar un acuerdo, con el beneplácito de la comunidad internacional, incluso el del mismo Reino Unido, país considerado parte decisiva en todo lo acontecido en la historia de la isla irlandesa.
Uno de esos dirigentes fue David Trimble, líder de los unionistas del Ulster (probritánico protestante), quien, junto con la cabeza de los católicos, John Hume, ganó el Nobel de Paz de ese mismo año.
Trimble, quien participará entre el 2 y el 5 de febrero del 2017 en la Cumbre Mundial de los Premios Nobel de Paz, evento que será presentado hoy por la Cámara de Comercio de Bogotá y el Secretariado de la Cumbre, habló con EL TIEMPO sobre los desafíos que tuvieron que enfrentar para sacar la paz adelante y su visión sobre la situación colombiana.
El proceso de paz de Irlanda del Norte tuvo el apoyo de la población mediante sendos plebiscitos, tanto allí como en la República de Irlanda. Colombia también tuvo uno, pero el acuerdo entre la guerrilla de las Farc y el Gobierno no tuvo el apoyo popular. ¿Cómo ve este proceso, liderado por el Gobierno, para alcanzar un acuerdo que llene las expectativas de todas las partes involucradas?
Llevamos a cabo un proceso a conciencia. Hubo un apoyo muy fuerte a lo que hicimos, y fue muy reconfortante al verlo en los resultados.
Pero, a pesar de lo abrumadoramente bueno de los resultados, el reto comenzó al inicio de la implementación de los Acuerdos de Viernes Santo, y tuvimos que trabajar muy duro.
En cuanto al caso colombiano, es muy acertado que las fuerzas políticas colombianas hayan llevado el proceso de paz a consideración del pueblo, aunque una pequeña mayoría haya decidido el resultado por el No. Esto lleva a los negociadores a tener que trabajar más por el apoyo popular, ya que el resultado evidenció que, por más años que estuvieran dialogando, no hubo un reflejo en las urnas.
Los acuerdos necesitan una revisión, pero no soy quién para decir lo que se debe corregir. Se debe reflexionar mucho sobre ello, pero esa decisión se les debe dejar exclusivamente a los partidos y al pueblo colombiano.
En Colombia se están discutiendo dos vías para resolver este ‘impasse’: hacer otro plebiscito o pasar los acuerdos por la vía parlamentaria. ¿Cuál de ellas recomendaría?
No se le puede preguntar al electorado para luego ir en contra de su voto. Esto sería irrespetuoso. Los partidos deben preguntarse a sí mismos si hay algunos puntos para reconsiderar, algunos ajustes para hacer. Una vez los hagan, le pueden decir a la gente: “los hemos escuchado y tomado en cuenta sus inquietudes seriamente. ¿Apoyan ahora este acuerdo revisado?”.
¿Tenían ustedes en Irlanda un plan B en caso de que los referendos no hubieran sido aprobados?
Sí. El plan B era considerar lo que había causado el problema. Tuvimos que trabajar duro en la campaña, ya que al comienzo había algunas reacciones negativas de aquellos que no querían la unión. Tuvimos que relanzar nuestra campaña. Me recuerdo diciendo “tenemos que lograr un apoyo significativo. No es suficiente tener solo un 50 por ciento. Si no tenemos más que eso, tendremos muchas más dificultades”. Nos costó muchas discusiones y actos de proselitismo el trabajar por ello.
¿Cómo hicieron ustedes para hacer posible que sectores sociales y religiosos tan diferentes pudieran llegar a un acuerdo como el de Viernes Santo?
Quería minimizar un poco el elemento religioso, ya que el conflicto no tenía esa naturaleza. La religión es una placa de identidad, pero el conflicto era un asunto meramente político.
El tema sobre a qué Estado debería pertenecer Irlanda del Norte era el causante de la violencia. La única manera de resolver esto era dejarlo y respetar los deseos de la gente de Irlanda del Norte.
No obstante, el elemento religioso está muy presente en la vida de los norirlandeses, con una sociedad dividida entre protestantes y católicos. Con esto de por medio, para una negociación de paz, ¿sería mejor dejar a Dios fuera de la ecuación?
No necesariamente. Los líderes de varios grupos eclesiásticos hablaron juntos públicamente sobre lo relacionado con el proceso, lo cual fue de mucha ayuda. No se dividieron entre sí mismos y distanciaron lo clerical del conflicto en sí mismo.
Ustedes venían enfrentando la violencia desde los años veinte del siglo pasado, e incluso antes. ¿Qué fue lo más difícil tras la firma de los acuerdos? ¿Tal vez el desarme del Ira?
Lo más difícil fue asegurarnos de que todos los grupos paramilitares (el Ira y realistas) genuinamente abrazaran la paz y le dieran la espalda a la violencia. Eventualmente, todos los grupos paramilitares se desmovilizaron y se comprometieron a hacer política de forma pacífica.
El conflicto colombiano y el norirlandés son muy diferentes, pero ¿qué lecciones le puede dejar su proceso al nuestro?
No hay lecciones, solo que, como acá, está en los líderes de cada grupo el decidir cómo se va a terminar. Y es posible terminarlo. Si estuvieron tan cerca de darle un apoyo público y se lograron tantas cosas, se evidencia que hay una determinación, pero hubo temas en los que la argumentación fue, por decirlo así, balanceada. Esto es alentador.
¿Qué tan importante es el papel del sector privado en esta clase de procesos de paz?
En nuestra experiencia, luego del acuerdo vimos una gran inversión en Irlanda del Norte. Inversiones sustanciales en el área del turismo, especialmente del sector privado. Menos del 10 por ciento era gubernamental, el 90 por ciento provenía de capital privado, que creó muchos empleos. Esa fue una manera de demostrar que la calidad de vida iba a mejorar tras los acuerdos.
El presidente Juan Manuel Santos está de visita en el Reino Unido y se reunirá con usted. En esa charla entre nobeles de paz, ¿qué le dirá? ¿Qué le recomendará?
Es una charla que estoy muy deseoso de tenerla. Lo felicitaré por el premio y hablaré con él sobre los últimos acontecimientos.
Bogotá será la ciudad de los nobeles de paz
La Cámara de Comercio de Bogotá (CCB) y la Secretaría Permanente de la Cumbre Mundial de Premios Nobel de Paz lanzaron hoy su 16.ª edición, evento que se realizará en Bogotá entre el 2 y el 5 de febrero del 2017. La cumbre es uno de los escenarios más reconocidos de construcción de paz y búsqueda de herramientas para el fin de la guerra, el desarme y la reconciliación en el mundo.
A él asisten importantes líderes sociales, empresariales y de la vida política, así como estudiantes y representantes de varios países. Ya han confirmado 16 personalidades y organizaciones ganadoras del Premio Nobel de Paz, entre ellos los expresidentes Jimmy Carter, de Estados Unidos; Mijaíl Gorbachov, de la ex-Unión Soviética; Óscar Arias, de Costa Rica; Lech Walesa, de Polonia, y Frederik de Klerk, de Sudáfrica. Así mismo, han confirmado lord David Trimble; ex primer ministro de Irlanda; José Ramos-Horta, expresidente de Timor Oriental; Shirin Ebadi, defensora de derechos humanos en Irán; la yemení Tawakkul Karman, fundadora de Mujeres sin Cadenas, y el colectivo de entidades Cuarteto de Diálogo Nacional de Túnez, reconocido por su papel en la construcción de paz en el país norafricano.
Tras su creación, en 1999, esta será la primera vez que la reunión se realice en Latinoamérica.
Mónica de Greiff, presidenta ejecutiva de la CCB, dijo que la cumbre “es una oportunidad para la construcción de una sociedad reconciliada”. Ella lideró la candidatura de la ciudad como sede del evento, para lo cual contó con el apoyo del Bureau de Convenciones de Bogotá y Cundinamarca.
La Alcaldía de Bogotá y el Gobierno Nacional dieron su respaldo para garantizar la seguridad de los asistentes.
En el evento, Bogotá será declarada en el 2017 Ciudad de la Paz.
LUIS ALEJANDRO AMAYA E.
Subeditor Internacional
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