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Los muertos que nadie reclama en la morgue de Bogotá

Entre 2014 y 2016, un total de 103 fallecidos no tuvieron dolientes en la capital del país.

Aunque a Alexánder Lombana se le fue la vida por las heridas que le dejaron dos puñaladas certeras el sábado pasado, su cuerpo tuvo un final decoroso: una tumba con flores y rodeado de su familia. Él no corrió la suerte de los 103 muertos que entre el 2014 y los siete primeros meses del 2016 no fueron reclamados por sus allegados.
Fuera del Instituto Nacional de Medicina Legal, seccional Bogotá (centro de la ciudad), el panorama es similar cada día: hombres y mujeres de todas las edades van y vienen en busca del cadáver del ser querido que partió. Es el caso de José Lombana, quien tras recibir el cuerpo inerte de su hijo Alexánder (21 años), solo pensaba en darle una sepultura “bonita”, acompañado por su esposa Martha de Lombana y demás seres queridos.
Pero hay un pequeño porcentaje de fallecidos que pasan horas, días, semanas y meses sin que nadie llegue a preguntar por ellos. Una suerte de inquilinos temporales, póstumos y silenciosos en las bóvedas de Medicina Legal.
Entre aquellos que murieron de forma violenta (accidente, homicidio, suicidio o accidente de tránsito) en el 2014, el 2015 y hasta el 31 de julio del 2016, una pequeña porción acabó en despojos que muy factiblemente nadie visitará (lea infografía ‘Los cuerpos que’...)
En el 2015, por ejemplo, ocurrieron 2.498 fallecimientos en las situaciones mencionadas, las cuales dejaron 43 muertos que no fueron reclamados: es decir, un 1,7 por ciento. Casi la mitad de ellos, 20, fueron víctimas de asesinato; en segundo lugar figuran los que perdieron la vida en accidentes de tránsito (16).
Al comparar estas últimas cifras con el antecedente del 2014 (59 no reclamados, 2,3 por ciento de los 2.521 fallecidos violentamente) se revela que se bajó 0,6 % en cuanto a aquellos despojos mortales que tuvieron que ser inhumados por el Estado.
Ahora, el descenso más notable se encuentra entre los dos años previos y los primeros siete meses del 2016, pues hasta el 31 de julio solo un fallecido no fue reclamado.
William Fausto Cárdenas, médico especializado en ciencias forenses del Instituto de Medicina Legal, expone que la notable baja se da gracias a que “las técnicas de investigación han mejorado en la parte policial y forense. Hay mejores elementos que tienen vocación probatoria y que ayudan a identificar a la persona fallecida. Además ahora hay muy buen diálogo con la Registraduría Nacional del Estado Civil; trabajamos en convenio con ellos para acceder a información y llevar registros que mejoran la identificación”.
Jairo Libreros, experto en seguridad y profesor de la Universidad Externado de Colombia, explica sobre los no reclamados que estos tienen que ver con los desaparecidos en Bogotá y Colombia.
“Cuando uno revisa cifras históricas, ve que después de unos cinco años de que las personas se reportaron como desaparecidas, estas aparecen muertas. Además, Bogotá es la ciudad que recibe más migración interna en el país, y muchas de estas personas (que mueren y luego nadie las reclama) decidieron romper sus vínculos familiares e iniciaron nuevas vidas”, precisa el analista.
En cuanto a que casi la mitad de los no reclamados son víctimas de homicidio, Libreros se lo atribuye a los ajustes de cuentas entre bandas criminales.
Entre las cifras llama la atención que, aunque la mayoría de occisos se logran identificar, sigan sin aparecer una madre, un hermano, un marido, alguien que se los llevé a darles el último adiós. En el 2014, solo seis no reclamados no pudieron ser identificados, mientras que en el 2015 la cifra llegó a siete.
Por situaciones derivadas del delito se dan estos muertos que en ocasiones no son socializados al interior de las familias. No los reclaman por el mismo tema de los ajustes de cuentas que hay entre bandas delictivas”, complementa el analista.
¿Qué los hacen?
Los mencionados inquilinos de Medicina Legal, los que ya no hablan ni son preguntados, tienen un manejo que se extiende a máximo dos meses. Se trata de la inhumación estatal.
Este proceso consiste en que “a todos aquellos cuerpos que llegan, se les logre identificar o no, se les deben establecer las causas y circunstancias de su muerte”, ilustra Cárdenas. “De todos modos, aunque no se identifiquen, se les debe dar una sepultura digna y adecuada. Ahí aparece la inhumación estatal, que en el caso de Bogotá es pagada por el Distrito, el cual tiene convenios con los cementerios para enterrar a todos aquellos que no fueron reclamados”. (También: El olvido sepulta a 15.000 muertos)
Según el estado del cuerpo se define qué tanto puede “aguantar” en las bóvedas de Medicina Legal, en las que esperará por un ser querido que venga a buscarlo. Si nadie aparece antes de cuatro semanas (tiempo estimado antes de que se haga perentoria la necesidad de enterrarlo), se lleva al cementerio y se guarda un registro de sus características físicas y circunstancias de muerte. Quizás, después de meses, alguien venga a preguntar por él.
FELIPE MOTOA FRANCO 
REDACTOR DE EL TIEMPO
En Twitter: @felipemotoa
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