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'No podemos olvidar cómo los mató': víctimas de masacre en Bosa

Van dos años y múltiple crimen, a manos de esposo y padre, sigue impune. Especial 'Abandonados'.

Las paredes de una casa humilde del barrio San José (Bosa) encierran los recuerdos del crimen más atroz de la historia reciente de la ciudad.
A menos de 24 horas de que se cumplan dos años de la tragedia, la familia Losada rememora la violenta partida de Jenny, su sobrina María Camila y Brayan y Mateo, dos de sus tres hijos. El tercero de los pequeños, en ese entonces de 12 años, se salvó milagrosamente del ataque.
Por días permaneció en la unidad de cuidados intensivos del Hospital de Kennedy, tras llegar con al menos seis heridas en el cuello –la peor, de aproximadamente 15 centímetros– y una en la cabeza.
Fue en la madrugada del 10 de noviembre del 2013, cuando Hernando Hernández Patiño, esposo de Jenny y padre de los niños, los habría asesinado, haciendo uso de un machete.
“Es un dolor muy grande. Hay días en los que uno quisiera no acordarse; olvidarse de lo que les hizo, de cómo los mató, de lo que eso nos cambió, pero es imposible”, dice Yanive, hermana y confidente de la mujer.
Precisamente, ella fue testigo de los ataques de celos de Hernández, de las agresiones verbales contra Jenny y de la lucha que su hermana dio por sacar adelante un hogar fracturado.
A varios kilómetros de la capital se encuentra el resto de su familia. Su madre sigue devastada, llorando a uno de sus 10 hijos y tres sobrinos, cada domingo, como aquel cuando le dieron la trágica noticia. Mientras tanto, su padre intenta ser fuerte.
“Mi mamá ha sufrido mucho y llora mucho. Nuestra vida ya no es lo que era”, dice Norma Losada, con desconsuelo.
Para ella, por su parte, tampoco ha sido fácil. El recuerdo de su hija María Camila la acompaña día y noche. “Por momentos, mi corazón se derrumba y –cuenta– tengo que encerrarme a llorarla. La extraño y deseo tenerla conmigo; lo mismo pasa con mi hermana y los niños. Esto es espantoso. Llegan las fiestas de cumpleaños, y es muy duro”.
De ese sentimiento se contagió la hermana de María Camila, quien prefiere no volver a la casa del municipio donde lloró su muerte para evitar que los recuerdos la consuman.
Nada ha cambiado
Desde aquel día, la familia de las víctimas mortales no ha hecho más que pedir justicia. Sin embargo, sus esfuerzos han sido en vano.
Mientras al menos seis de sus integrantes viajan desde Rivera (Huila) hasta Bogotá, haciendo a un lado el dolor, el sindicado sigue sin aparecer en las audiencias judiciales.
Han tenido que pedir dinero prestado para los pasajes. Incluso han recibido el apoyo de la Alcaldía y la Personería de su municipio, y del propio gerente de la terminal de transportes para llegar a tiempo. En una oportunidad fue él quien les regaló los tiquetes para llegar a una cita con la desidia.
Son al menos seis las diligencias en el complejo de Paloquemao que se han cancelado porque a Hernández siguen sin practicarle el examen siquiátrico de Medicina Legal que determinaría si era o no consciente de lo que hacía cuando cometió el múltiple homicidio.
Y, mientras tanto, Hernández participa en programas de formación académica en La Picota. Lo hace desde el 4 de junio de este año, y es solo uno más de los 1.417 sindicados que, hasta septiembre de este año, permanecían en ese centro carcelario.
“No entendemos cómo teniendo las pruebas, no pasa nada. No hay una fecha ni una personas que nos ayude”, insiste  Yanive, con impotencia.
Pero lo peor viene después. El dolor y el temor de que quede libre golpea hasta a los vecinos de la casa en Rivera.
“En el pueblo siempre piensan que en cualquier momento ese hombre sale de la cárcel; cuando sale una noticia sobre la tragedia, hasta los niños –dice Norma– tienen miedo por lo que les pasó y temen que él (Hernández) se vuelva a aparecer por aquí”.
El único aliciente que tienen en la familia es que Yanive ya es la guardadora provisional del único sobreviviente de la tragedia y quien este fin de semana hizo su confirmación.
ALEJANDRA P. SERRANO GUZMÁN
Redactora de EL TIEMPO
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