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Las memorias de un melómano de 71 años

Su pasión por el arte y la música lo llevaron a vivir cerca al Teatro Julio Mario Santo Domingo.

JUAN PABLO ARCINIEGASabril 5 de 2015, 07:50 P.M.

Entre tomos de enciclopedias, réplicas de grabados firmados por el propio Dalí y una amplia colección de música que va desde Bach hasta boleros colombianos, Ómar Gutiérrez lleva más de 60 años dedicados al arte.

Esta pasión, que le permitió escribir cuatro libros, también lo llevó a mudarse a dos cuadras del Teatro Julio Mario Santo Domingo, donde frecuentemente asiste a conciertos.

“Mi gusto por la música y el arte en general lo adquirí a los 6 años en Bucaramanga. Mi papá, Francisco Gutiérrez, procuró tener una buena biblioteca en nuestra casa y un tocadiscos para poder escuchar sus vinilos después del trabajo”, cuenta Ómar, quien hoy a sus 71 años conserva esta costumbre.

Sin embargo, debido a su corta edad, el primer acercamiento a la música clásica le resultó incomprensible. Por eso, llevado por la curiosidad, le preguntó a su padre sobre los autores de las canciones que escuchaba. “En ese momento me presentaron a Bach, Mozart y Beethoven, quienes en mi opinión son los compositores más grandes de la historia”, asegura.

De ahí en adelante, la vida de Ómar estaría para siempre ligada a la música. Ni siquiera cuando su familia vio la oportunidad de mudarse a Bogotá para mejorar su estilo de vida, a él se le ocurría abandonar sus libros y discos, que para ese entonces lo llevaron a conocer otros maestros como Tchaikovsky, Stravinski y Rubinstein.

“Irnos a la capital me resultaba una excelente oportunidad. Antes, tenía que esperar mucho tiempo para conseguir un vinilo. Pero en Bogotá, que para 1960 era una metrópoli cultural, podía estar más atento al mundo del arte y hasta pertenecer a él”, afirma Gutiérrez.

Por ello, a sus 16 años y con el apoyo de su familia, Ómar decidió estudiar contrabajo y apreciación musical con el maestro Zoilo Nieto, quien por más de 20 años fue contrabajista de la Sinfónica de Colombia. Además, realizó estudios de pintura en la Escuela de Bellas Artes de Bogotá y cursos de fotografía con tutores particulares.

“Era una época dorada. La música me había abierto la puerta a otros tipos de arte –dice Ómar con satisfacción–. En una invitación que me hizo el maestro Nieto para ver a la Sinfónica pude conocer a Igor Stravinski en persona, quien estrenaba en el teatro Colón su famosa obra la Consagración de la primavera.

Pero la vida artística de Gutiérrez enfrentó un fuerte obstáculo, cuando al finalizar su bachillerato no pudo continuar sus estudios musicales. “Irónicamente mi papá, que me había prestado tanto apoyo y hasta sembró mi gusto por la música, me pedía que me dedicara a otra cosa”, recuerda.

A pesar de haber abandonado el contrabajo y estudiado cartografía, Ómar continuaba, por su cuenta, investigando y recopilando datos sobre compositores clásicos. “Gran parte de mi sueldo como cartógrafo, que en 1970 eran $ 1.500, lo invertía en acetatos. Llegué a tener casi 600 discos”, dice Ómar.

Así, por más de 30 años, Ómar Gutiérrez llevó una vida compartida entre su profesión y su pasión. Al llegar a su oficina, por ejemplo, sintonizaba la Radiodifusora Nacional, y tomaba apuntes sobre las piezas clásicas que escuchaba. De hecho, estas anotaciones sumadas a sus conocimientos previos dieron pie para que en 1987 publicara su primer libro El melómano.

“Es un texto elaborado para todos los profesores, estudiantes y amantes de la música que deseen conocer datos curiosos sobre los compositores y las obras musicales más importantes de la humanidad”, afirma Gutiérrez, cuyo libro él mismo distribuye en formato digital, desde hace cinco años.

Desde 1996 hasta el 2004, fecha en que Inravisión se disolvió, Ómar cumplió otro de sus sueños, fue parte de la Radiodifusora Nacional de Colombia, junto a personalidades como Mauricio Arango Collins. También produjo su propio programa Entorno clásico musical.

“Haber trabajado con Ómar fue muy agradable. Él goza de una cultura muy basta. Era impresionante cómo podía recordar al aire, y sin consultar ningún libro, las fechas de nacimiento y muerte de gran parte de los compositores clásicos”, afirma Mauricio Arango, exsupervisor de la frecuencia modular de la Radiodifusora.

Hoy, rodeado de más de 300 pinturas propias y algunas reproducciones de Goya y Dalí, Ómar decidió vivir, desde hace dos años, cerca del Teatro Julio Mario Santo Domingo, donde, según él, ha presenciado conciertos como el de Vladímir Áshkenazi, “el más importante en mi vida”, concluyó entusiasmado.

Donó 600 discos a la Radiodifusora y a la Universidad Jorge Tadeo Lozano

Para preservar en el tiempo parte de su colección de música –de más de 600 discos– y para compartirla con otros melómanos, Ómar donó parte de ellos a la Radiodifusora y la Universidad Jorge Tadeo Lozano. “Me causó un poco de nostalgia abandonar todas estas joyas, pero siempre he creído que la música no es para acapararla, sino para que la escuchen todos. Además fui práctico y actualicé mi colección a CD”, dice.

Para cuando consiguió pensionarse, en el 2008, gracias a su trabajo en radio y a su constante curiosidad, dedicó su vida a la apreciación musical. De ahí que en el transcurso de estos años haya podido terminar tres libros más, ‘Grecia-Roma: mitología para profanos’, ‘Cultura general y ‘Vivencias’, su autobiografía.

JUAN PABLO ARCINIEGAS

Redacción EL TIEMPO ZONA

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JUAN PABLO ARCINIEGASabril 5 de 2015, 07:50 P.M.