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Descendiente del 'indio Pascasio' vive en Engativá en Bogotá

En esa localidad reside el tataranieto del soldado que capturó al general español José Barreiro.

Un hilo de la historia patria, el de la mismísima batalla de Boyacá en la que Simón Bolívar liberó a la Nueva Granada, se encuentra en el barrio La Estrada (localidad de Engativá). En una vivienda de tres pisos y acompañado por sus familiares, sobrevive Pedro Antonio Rincón Porras Ascensio Martínez, tataranieto de Pedro Pascasio Martínez, el joven soldado que dio captura al general español José María Barreiro.
Primero demos un repaso a la memoria: en 1819, Pedro Pascasio Martínez era un niño de 13 años, criado del señor Juan José Leiva, a cuya casona de Belén (Boyacá) arribó el prócer Simón Bolívar a tomar un descanso. En aquel entonces, el prócer encabezaba las huestes que libraban disputa con el Ejército Realista Español.
Pedro Pascasio fue asignado como mozo de servicio para las cabalgaduras del prócer, con tan buen desempeño que este le pidió a Leiva que le permitiera llevárselo como auxiliar. Por supuesto, el anfitrión le concedió al joven, que en las jornadas procedentes habría de convertirse en héroe. La reseña es clara en el libro Vida y hazañas del héroe, de la Academia Boyacense de Historia.
“El papá de mi mamá se murió muy joven y la dejó huérfana. Entonces la crio un tío que le contaba que él era el nieto de Pedro Pascasio”, cuenta Pedro Antonio con voz pausada. A los 86 años conserva cierta rigidez, propia de las personas que crecieron en el campo y que, como él, después se dedicaron a la construcción. Aunque sostiene que las dolencias naturales lo acosan, camina erguido y aún asciende solo las escalas de la vivienda familiar.
Nacido en la vereda El Tunal (Belén de Boyacá, 16 de enero de 1930), a dos kilómetros de la vereda El Rosal, donde vio la vida Pedro Pascasio un día de 1807, desde los seis años el papá lo trajo con su prole a una finca de Fontibón. Allí aprendió a ganarse la vida honradamente, “como el niño Pascasio”.
Pedro Antonio alude al acto que inmortalizó a su tatarabuelo, que por aquel entonces ni debía tener novia: sucedió que el 7 de agosto de 1819, tras la victoria patriota en la batalla de Boyacá y la retirada de los españoles, “Pedro Pascasio Martínez (quien a falta de más hombres había recibido instrucción y armamento) y el Negro José (otro soldado) encontraron a dos oficiales españoles ocultos debajo de una piedra. Los enfrentaron.
Uno de los oficiales fue muerto por el Negro José. El otro, general José María Barreiro, se vio perdido y le ofreció al soldado niño una faja con onzas de oro que llevaba al cinto, a cambio de su libertad. Pero este le dijo: ‘Siga adelante, si no, lo arriamos’, y lo empujó con su lanza’, expone la biografía de Martínez que se conserva en el Centro de Estudios Históricos del Ejército Nacional.
Tras llevar al oficial ante Bolívar, el joven Pedro Pascasio fue ascendido a sargento y exaltado por su rectitud moral.
Al cabo de la guerra devino leñador y carguero en los campos boyacenses. Y la ingratitud del Estado, que después sería Colombia, apenas le ofreció una pensión en 1880, la misma que solo reclamó en una ocasión, pues le exigían desplazarse desde Boyacá hasta Bogotá para pagarle la mesada. Murió en 1885.
Siendo tan niño, me sorprende que no se dejara sobornar. Es un ejemplo que yo le seguí, porque hay gente que lleva la plata por delante; en cambio yo, aunque hoy no tengo nada material, míreme la frente, la tengo limpia”, aduce un canoso Pedro Antonio, orgulloso, mientras expone las partidas de bautizo de sus ancestros, incluida, cómo no, la del niño soldado que apodaban ‘indio’, por sus rasgos físicos.
En homenaje a su tatarabuelo, Pedro Antonio bautizó a tres de sus hijos con el mismo nombre: Pedro Ignacio, Pedro Antonio y Pedro Luis. Al final de cuentas, dice, es el nombre que llevó un héroe de la República.
FELIPE MOTOA FRANCO
Redactor de EL TIEMPO
En Twitter @felipemotoa
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