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El daño que causa el excremento de las palomas

Gastan agua en el atrio de la catedral primada para lavar la edificación.

BOGOTÁ
De martes a domingo, como un ritual que no se puede pasar por alto, Michel Castro tiene que sacar la manguera, alistar el jabón y, luego, ponerse a lavar sagradamente el atrio de la Catedral Primada.
Los que pasan por allí se quejan por el desperdicio de agua. Algunos le hacen comentarios agresivos.
“Claro, como usted no es el que paga”, o “Oiga, no gaste agua que en otros lados no hay”.
Pero él refriega con cepillo y escoba la piedra que da a la entrada a este templo católico, que todos los días amanece salpicado por el excremento de las palomas que pernoctan sobre los bordes de la edificación.
Aunque nadie se lo llegue a imaginar, Castro, con botas de caucho y overol, realiza su trabajo desde tempranas horas con el fin de que los feligreses puedan entrar sin ver o untarse de las salpicaduras verdes y blancas que manchan el piso.
Los lunes descansa, así que el trabajo del martes se duplica aún más porque se acumula la basura.
Al día recoge cerca de una libra de esos excrementos, pero cuando es fin de semana o puente pueden ser hasta dos y tres libras.
En total son cerca de 60 metros de largo que tiene que cepillar, al igual que los diez escalones que dan a la entrada. En esta tarea dura una hora o algo más, utilizando tanta agua que ni él mismo se alcanza a imaginar.
“Pero es que no sabemos qué hacer para evitar que esto pase”, dice el joven trabajador.
Al otro lado de la cuadra, al fondo, en el Congreso, la situación es más complicada aún.
Son más de 120 metros de la esquina del Capitolio Nacional, donde se utiliza una máquina de presión y varios trabajadores tienen la labor de quitar esa suciedad, especialmente los martes, miércoles y jueves, que son los días en que se realizan las sesiones de los congresistas.
En la plaza de Bolívar, las palomas no solo hacen parte del paisaje sino que, además, son el centro de atracción de los visitantes.
La mayoría de los padres quieren que sus hijos se tomen fotos cuando les dan de comer. Y los fotógrafos y los vendedores de maíz hacen lo mismo para rebuscarse.
Aunque parezca un tema menor, muchos vecinos de la zona han tenido que poner tendidos de cuerdas o algunas mallas a fin de evitar que hagan nido en sus tejados, pues han terminado por dañar los cielorrasos de sus viviendas. Esto ha llevado a que más y más palomas busquen refugio en esta Catedral, donde seguirán salpicando con sus excrementos.
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