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'Los toros volverán a Bogotá, y la gente se volcará a las plazas'

El español Manuel Jesús 'El Cid' dice que respeta a los animalistas "así como ellos deben respetar".

En la sala del hotel Intercontinental de El Poblado (Medellín), cinco hombres hablan de toros, entre ellos Manuel Jesús ‘El Cid’. Sorprendido de tenerlo tan cerca, llego hasta su mesa y le pido una entrevista. “Claro. Vamos a aquella salita”, concede.
El Cid nació en Salteras (Sevilla, España) el 10 de marzo de 1974. Si bien estuvo rodeado por una familia aficionada, con un hermano mayor que quiso ser torero, de niño no pensaba que él fuera a vestirse de luces. Pero la vida pega vueltas y un día, mientras acompañaba a su hermano al campo, decidió ponerle el capote a una vaquilla. “Le di bien y vi que dominaba al animal. Para mí ver a los toreros era algo especial: su dominio sobre un animal con un simple trapo. Cuando yo conseguí eso me sentí un héroe, supe que me gustaba y seguí”, recuerda Manuel. Así se le llama al mediodía, vestido de jean y camiseta polo. A las tres y media de la tarde, con el cuerpo forrado en oro y seda, le dirán El Cid.
Aquel comienzo con la novilla ocurrió en 1991. Tres años más tarde debutó como novillero. En el 2000 se hizo torero profesional en Las Ventas (Madrid) y en el 2004 confirmó su alternativa en la Santamaría de Bogotá.
En adelante, las graduaciones como figura le llegaron entre el 2005 y el 2008, cuando abrió las puertas grandes de Las Ventas, de la Real Maestranza (Sevilla), de Bilbao y, al salir triunfador, de la Feria de San Isidro (Madrid), la más importante del mundo.
“Soy caballo de buena boca, pero una buena carne de ternera, en su punto, me gusta”, dice, alegremente, antes del almuerzo. Este año cumple 16 años como profesional y figura.
En España tiene una capilla repleta de imágenes. Es devoto de las vírgenes del Rocío, de la Macarena y de la Oliva. Manuel y Rodrigo (11 y 8 años) son sus hijos. Su esposa es María Fernández. El Cid derriba el mito aquel de ‘torero casado, torero acabado’.
En Manizales, el 9 de enero, un toro de Achury Viejo le hizo pegar tremenda voltereta y casi hay cornada. ¿Qué tan lastimado quedó?
Por fortuna, no fue mucho más que el susto, pero además me pisó en el cuello y me dejó dos días sin voz, pues se me inflamaron las cuerdas vocales. Al cabo de una semana ya estaba bien.
En Puente Piedra (sabana de Bogotá) se llevó una oreja, y los entendidos dijeron que fue un trabajo de maestro.
Fue una corrida dura en la que los toros fueron más de público que de torero. El segundo mío sí tuvo algo bueno, la movilidad, y en definitiva permitió la emoción. Los aficionados de Bogotá comprendieron lo que se hizo, y eso es valioso porque, aun siendo Puente Piedra una plaza de menos importancia que Medellín o Manizales, es relevante porque es la que está supliendo a Bogotá. Creo que allí también se pueden seguir haciendo cosas importantes.
Se realizan las ferias taurinas 2015–2016 en las principales ciudades de Colombia, y en provincias el público asiste en masa. ¿Se vendrá la reapertura de la Santamaría?
El parón que ha habido en la Santamaría no le viene bien a la fiesta brava, sobre todo en Bogotá, que siempre ha sido un buque insignia para los toreros. Acho (Lima), México y Bogotá han sido las tres plazas más importantes de América. Estoy seguro de que, cuando vuelvan los toros a Bogotá, la gente se va a volcar a la plaza porque la sociedad y el mundo del toro, culturalmente hablando, no tienen nada que ver con el mundo de la política. En España también hay una ola antitaurina, pero te das cuenta de que cuando empiezan las ferias de Sevilla, Madrid, Valencia, las más importantes, la gente acude porque le gustan los toros: son tradiciones del pueblo, cultura.
Además, es un negocio que deja bastante dinero.
En las ferias todo gira alrededor del toro: hoteles, restaurantes, comercio, tiendas. El mundo del toro mueve, en España, más dinero que el cine y el teatro. Se habla de quitar subvenciones a las corridas, y con conocimiento te digo que tienen más subvenciones el cine y el teatro. Los toros son el segundo espectáculo de masas después del fútbol.
Entonces, al Gobierno no debería interesarle –si dejamos sentimientos, cultura y tradición a un lado– acabar con los toros, porque gracias a estos le entran al Estado miles de millones de euros para sus arcas. El 2 por ciento del producto interno bruto de España lo generan los toros.
¿Qué opina de los antitaurinos?
Los respeto, así como ellos deben respetar. Si no les gustan los toros, que respeten a quienes sí nos gustan, pues los primeros que amamos al toro somos los toreros. Date cuenta (de) que donde no hay corridas no hay ganaderías, entonces los toros bravos no existen. En Holanda no existen toros bravos, en Alemania no hay toros bravos ni en Argentina. ¿Dónde existen? Donde hay corridas. Aclaremos, si los antitaurinos quitan las corridas, están exterminando el toro bravo, porque de este solo sirve lo que lleva adentro, que es su bravura. No sirve para carne ni como animal de compañía, no es un perro. El toro bravo es un superanimal que requiere un cuidado especial que solo se tiene en las ganaderías.
Hay muchos festivales taurinos a favor de causas nobles.
El mundo del toro es muchísimo más solidario que muchas ONG animalistas. Cuando hace falta dinero para ayudar a la gente que de verdad lo necesita, el mundo del toro siempre está ahí. En Colombia se hacen cuatro festivales para recaudar fondos para hospitales como el Hospitalito de Manizales, que necesita dineros para atender a niños con cáncer; se hace un espectáculo precioso, con desfile de la Virgen y demás. Se recauda un dinero importante para personitas, que en muchos casos vienen de lugares remotos, sin recursos para que los curen. Si no damos ese granito de arena, ¿quién lo pone? No conozco la primera ONG animalista que done millones de euros a un hospital infantil.
El mundo del toro sí los dona.
¿Se desconoce la complejidad de lo taurino?
Muchos no saben que el toro vive cuatro años muy bien en el campo. Sufre más estrés en el transporte del campo a la plaza que durante la lidia. Hay estudios veterinarios contrastados que así lo demuestran. Cuando el toro está en la lidia, su sensibilidad baja casi a cero porque su adrenalina sube por las nubes. Eso pasa con el toro, que sigue atacando, bravo. Muchos no conocen este mundo.
¿Qué tiene de especial el público de las corridas?
Es el único espectáculo en el que aquel que paga entrada es partícipe directo del espectáculo. La gente es la que te da el premio (orejas, rabo, indulto, palmas, ovación, silencio, rechifla). Ellos deciden si se te puede otorgar o no una oreja. En el tenis ni puedes hablar porque desconcentras al que está jugando, y no le puedes decir ‘tío, mete la pelota más a la esquina’. O en fútbol no le dices al entrenador ‘me saca a aquel que está jugando mal’, no. En los toros el público es partícipe, y eso es bonito.
Vienen en ascenso nuevas figuras como López Simón y Andrés Roca Rey. ¿Cómo conjuga su veteranía con los nuevos talentos?
Su llegada es necesaria para renovar, pues la gente quiere ver a las figuras, pero también tiene la ilusión de encontrar toreros nuevos. A la vez, el que es figura no se acomoda; uno siempre busca ir a fondo y mantenerse. Y a los empresarios también les sirven los nuevos talentos porque cobran menos y en lo artístico les pueden resolver la papeleta.
¿Qué se viene en los próximos años como torero?
Tengo aspectos por mejorar. Taurinamente hablando, creo que estoy en mi mejor momento; estoy cuajando toros que años atrás me habrían costado más, lo cual significa que mi técnica va en ascenso. Soy muy perfeccionista, y aunque uno sabe que no siempre saldrán los toros buenos para hacer lo que se tiene aquí (apunta a su corazón), de repente llega el toro que es y te conviertes en héroe: son momentos fugaces que duran eternamente.
¿En su vida privada, cuáles son sus entretenimientos?
Me encanta el fútbol y soy hincha del Betis (de Sevilla). Es un equipo que da dolores de cabeza, pero los aficionados del Betis somos como los toreros: cuando juega bien es un crack, pero cuando no, vaya… (risas). También soy muy aficionado a la bici.
¿Y cómo alterna su rol de padre con el de torero?
En tardes de debilidad mental, que he tenido, ellos han sido los que me han dado la fuerza para seguir. Son lo primero que tengo en mi capilla. Cuando salgo a torear les doy un beso, y cuando regreso lo hago igual. Son una fuerza muy importante. Ese lema antiguo de ‘torero casado, torero acabado’ es mentira. Uno está acabado cuando no tiene ilusión; en cambio, cuando te casas tienes ilusiones nuevas, y con hijos debes luchar por esa persona que es trozo de tu carne.
... En el aire del hotel se esparcen los olores del restaurante. Un banderillero se acerca e invita a El Cid, que se despide con apretón de manos. Camina garboso. Todo el año, con un trapo, tratará de dominar al animal que se le ponga en frente.
FELIPE MOTOA FRANCO
Redactor de EL TIEMPO
En Twitter @felipemotoa
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