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Bogotá

Así venden bicicletas de dudosa procedencia en Bogotá

En Patio Bonito, las ciclas nuevas se venden igual que las usadas, a precios bajos.

En Patio Bonito, las ciclas nuevas se venden igual que las usadas, a precios bajos.

Foto:EL TIEMPO

Faltan herramientas para castigar el comercio ilegal de estos vehículos, dicen los colectivos.

“Más allá de los artefactos que se roban, se arriesgan los seres humanos y sus vidas. Debe haber mayor respaldo judicial para incentivar la movilidad sostenible, que haya fiscales investigando cómo funciona el negocio de las bicicletas robadas”, le dijo a EL TIEMPO un conocido activista de la cicla en Bogotá, quien requirió el ocultamiento de su nombre “porque es un negocio complejo y el tema es delicado”.
En Bogotá, al día se realizan por lo menos 635.000 viajes en bicicleta, y las cuentas de varios de esos colectivos (como Biciosos o Súbase a la Bici) apuntan a que se presentan, al menos, cinco hurtos diarios. La Policía Metropolitana ha establecido la cifra en tres cada 24 horas.
Lo anterior sin contar la subdenuncia, pues, como dijo Fabián Amorocho (miembro de la Mesa de la Bicicleta) a EL TIEMPO, el proceso de denuncia que deben seguir aún es engorroso, pues “se enfrentan a interminables trámites que hacen que los denunciantes desistan y sus casos pasen a formar parte del sub-registro”.
Sin embargo, ya hay avances que, gracias a las herramientas en línea, disminuyen el proceso burocrático. En este caso se trata del portal seguridadenlinea.com, que ofrecen la Fiscalía General y la Alcaldía Mayor y en el cual usted puede denunciar a través de su computador o celular inteligente. Luego, el usuario recibe la notificación de que el proceso se completó correctamente.
A propósito, los colectivos de bicicletas coinciden en estar cansados de las noticias de robos y de los hurtos en sí mismos. Además de la sensación de inseguridad que genera la publicación de casos como el de un joven a quien le rayaron el rostro para quitarle su ‘caballito de acero’, varios de estos grupos plantean que esa información, en vez de ayudar, desincentiva el uso de la bici.
En proporción, entre tres y cinco robos de ese tipo no parecerían tan impactantes frente a la cantidad de biciusuarios que circulan cada jornada por la capital. Sin embargo, la mayor preocupación, como ya se dijo, surge al anotar que las vidas de esos pedalistas que son potenciales víctimas se ponen en peligro.
Aparte del acompañamiento y la vigilancia que dan agentes de policía en algunos corredores ciclísticos, dentro del programa ‘Bicirrutas seguras’ (iniciado en el 2015) y la identificación de las zonas donde los delincuentes hacen más de las suyas, los ciudadanos reclaman atención a la venta de ciclas robadas. Según la estimación de algunos colectivos, ese negocio ilegal podría ser de hasta 2.500 millones de pesos al mes.

Las autoridades están comprometidas con el tema, pero es que no tienen las herramientas suficientes

Sin registro

Pero el problema va más allá de hacer allanamientos y recuperar las bicicletas, según lo explica Fabián Munar, vocero de Súbase a la Bici. “La Policía puede hacer mucha vigilancia, pero los robos se seguirán presentando. Las autoridades están comprometidas con el tema, pero es que no tienen las herramientas suficientes. Por ejemplo, hacen allanamientos y recuperan bicicletas, pero la falta de un registro de propiedad hace que sea casi imposible localizar a los dueños, como sí se puede hacer cuando se recupera una moto”.
Entonces, plantea Munar, el asunto debe enfocarse también en la propiedad. Así como se hizo con los celulares, para los que, aparte de la factura de venta, se obligó a registrar un código adicional de identificación (conocido como Imei), más los datos del usuario; también debe hacerse algo similar con las ciclas.
De esa manera, una vez recuperadas o indagado el vendedor ilegal sobre la propiedad, se podrá observar el serial y verificar quién es el dueño registrado. Así, aparte de judicializar a quien robó o es cómplice, se podrá localizar a quien fue víctima y devolverle su ‘caballito de acero’.
Lo anterior, entre otros motivos, porque “es muy fácil falsificar una tarjeta de propiedad”, concluyó el activista.
Al respecto, el Concejo de Bogotá aprobó un acuerdo, en marzo del 2017, para habilitar el Registro Único Voluntario (de bicicletas). Se da un año de plazo para ponerlo en marcha, por lo cual se espera que a más tardar en el segundo semestre del 2018 ya esté en funcionamiento.
Iniciativas como biciregistro.co funcionan en la actualidad como parte de acciones particulares para tratar de hacer seguimiento a las bicis hurtadas y restringir su comercialización.
EL TIEMPO recorrió dos zonas donde se comercia con bicicletas usadas, la mayoría de las cuales se entregan sin papeles de propiedad o procedencia. Saber si son robadas o no es una tarea compleja, pero lo cierto es que valen menos de lo que cuestan nuevas. En todo caso, son apenas la punta del iceberg de un negocio que mueve miles de millones de pesos.

Mezclan ciclas nuevas con usadas en el mismo sitio

Carrera 86 entre calles 34A sur y 33 sur (sector Patio Bonito, Kennedy). Frente a la estación Biblioteca El Tintal, de TransMilenio, al menos una decena de almacenes de bicicletas venden sus productos nuevos. El ajetreo del sector, donde también se ubican revuelterías, montallantas, talleres y otros comercios, invita a estar atento. Personas de todos los pelambres van y vienen.
Al reparar en las tiendas de ciclas, se nota que, aparte de las que venden en perfecto estado, brillantes y cero kilómetros, hay otras que reposan parqueadas en casi la mitad de los negocios.
Al acercarse a estas se pregunta por bicis de segunda mano. De inmediato, los vendedores conceden que las hay y sacan a relucir los precios variables. Las que nuevas cuestan entre 190.000 y 300.000 pesos, en este mercado oscilan entre 130.000 y 160.000 pesos. Son las de gama baja.
Ahora, al indagar por una de gama media, de marca Giant y de una talla específica, el vendedor de uno de estos negocios no lo duda: “Si la quiere más calidosa, de aluminio, toca por encargo. Le toca esperar unas dos semanas y le vale mínimo 350.000 pesos. Usted me dirá...”.
Al regatear con el tipo por la única de aluminio que está exhibida, el hombre accede a rebajar el precio. Eso sí, cuando se le inquiere si cuenta con documentos de propiedad, responde: “Eso no lo necesita, nadie le va a pedir tarjeta de propiedad, ni la Policía”.
A solo dos cuadras de allí, se encuentra un montallantas. En apariencia, nada raro. Pero basta con solicitar una bici de segunda mano para que el hombre a cargo, trapo al hombro, invite a ingresar al local. “Mire, le tengo estas dos, le cuestan 90.000 pesos una y 60.000 esta otra”. Son similares a las de gama baja por las que en los otros sitios cobraban hasta 160.000.

Gama alta

En el centro de Bogotá también se mueve otra parte del negocio. En la carrera 17 con calle 13, diagonal a una de las zonas con más locales de bicicletas, repuestos y accesorios nuevos, abren sus puertas al menos tres sitios con las ciclas de segunda.
Vuelve y juega: la mayor oferta es de ‘caballitos de acero’ de gama baja, cuyos precios van entre 100.000 y 150.000 pesos. Afuera, en la calle, drogadictos e indigentes van y vienen, ofreciendo baratijas y toda suerte de objetos de dudosa procedencia.
Al caminar un poco más, se observa una venta de bicicletas nuevas, entre locales comerciales que nada tienen que ver: antigüedades, cacharros electrónicos de segunda, puestos de dulces y hasta una chatarrería. No deja de ser curioso hallar una venta de ciclas nuevas en ese entorno rodeado de drogas y personas en condiciones tan difíciles.
El vendedor, un hombre maduro y dispuesto a negociar, ofrece una bici de gama media, marca Trek (de segunda, aunque en muy buen estado), por 850.000 pesos. Esa misma cuesta alrededor de 1’800.000 en el mercado común, nueva. Eso sí, apunta, la entrega con carta y documento.
Lo mismo dice de una todavía más grande, marca Optimus, que nueva cuesta más o menos 1’600.000 pesos. Pero él la vende en 950.000, “negociables. Usted sabe que esto es entre dos, el que compra y el que vende”.
“Las bicicletas de gama alta que se roban suelen venderlas completas, pueden valer entre 3 y 4 millones de pesos en ese mercado. Las de gamas media y baja muchas veces las desarman y luego las venden por partes, como repuestos”, explicó Fabián Munar, del colectivo Súbase a la Bici.
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