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Bogotá

Peatones ganan nuevo espacio para caminar: la emblemática calle 10.ª

Las nuevas vías peatonales serán en piedra Barichara. foto: Alcaldía Candelaria.

Las nuevas vías peatonales serán en piedra Barichara. foto: Alcaldía Candelaria.

Foto:JAC Arquitectos / IDPC

Este corredor colonial ha pasado por fuertes cambios desde su trazado en el siglo XVI.

Para que se haga una idea de que la calle 10.ª no es cualquier cosa es necesario apuntar que en esta vía se construyeron los primeros pasajes comerciales, el primer teatro, el primer convento y el primer colegio de Bogotá. Además, allí está la primera cúpula de Colombia. Y, por si fuera poco, en la zona se fabricó la primera cerveza capitalina. Expertos coinciden en que esta es la vía con mayor valor patrimonial de la ciudad.
A partir de este lunes y durante un año, este corredor entrará en proceso de peatonalización y renovación urbana entre carreras 2.ª y 7.ª. Se cambiará el asfalto para remplazarlo con piedra Barichara, se rehabilitarán las redes de alcantarillado y se trabajará en iluminación para hacer más seguro el sector.
“La calle 10.ª es, sin duda, la vía patrimonial por excelencia de Bogotá”, asegura Mauricio Uribe, director del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, entidad que asesoró las obras que pertenecen a la alcaldía local de la Candelaria.
Hoy, este corredor es una mezcla de vías peatonalizadas y vehiculares y un revoltijo de épocas, estilos y cambios que la convierten en un reto urbano y un pasaje de historias.

La ciudad popular

La calle 10.ª comienza a los pies de la iglesia del barrio Egipto. Hoy, en este primer tramo, entre las carreras 1.ª y 4.ª, jóvenes estudiantes suben y bajan jadeantes por la empinada vía conocida como la calle de La Fatiga. Por ese mismo camino, hace décadas, transitaban los campesinos que vivían en los cerros orientales y bajaban sus mercancías hasta la plaza de mercado la Concepción, una de las primeras en Bogotá, ubicada en la actual carrera 10.ª.
En la parte baja estaban las grandes casas de los nobles. Arriba, cambiaba el panorama. Allí vivían artesanos, indígenas y campesinos”, explica Germán Mejía, historiador experto en Bogotá y decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Javeriana.
Aunque este tramo no hace parte de la calle original de finales del siglo XVI, juega un rol socioeconómico importante. “Se incorpora a la ciudad a finales del siglo XIX y comienzos del XX”, puntualiza Mejía.
Las casas aún conservan elementos de la época colonial.

Las casas aún conservan elementos de la época colonial.

Foto:Foto: Fondo Fotográfico Vicky Ospina, Archivo de Bogotá

La vía patrimonial

El corredor colonial de la calle 10.ª, según el profesor Germán Mejía, se enmarca entre las carreras 4.ª y 7.ª. Y, en esas cuatro cuadras, en cada paso se camina la historia de Bogotá y del país.
Así luce hoy. Unos tramos son de tránsito vehicular; otros, de tránsito peatonal.

Así luce hoy. Unos tramos son de tránsito vehicular; otros, de tránsito peatonal.

Foto:Abel Cárdenas / EL TIEMPO

Si usted comenzara a bajar por calle 10.ª desde la carrera 4.ª, encontrará la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, que hace más de 200 años, fue la casa de José Manuel de Ezpeleta, virrey de la Nueva Granada. En esa misma cuadra, verá lo que fue la casa del virrey Sámano. Hoy, el Museo de Bogotá.
Luego, hallará el Instituto Caro y Cuervo que, hacia el siglo XVIII, fue el hogar del filólogo Rufino José Cuervo y fábrica de la primera cerveza artesanal colombiana: Don Rufino, hecha en 1868.
Y, entre carreras 5.ªB y 6.ª verá el Teatro Colón que, en el siglo XVIII, fue una manzana conocida como la calle del Coliseo, en honor al Coliseo Ramírez, el primer teatro o edificación de entretenimiento de Bogotá. Sobre el Coliseo se hizo después el Teatro Maldonado y, finalmente, el Colón. Al frente está la Cancillería, antiguo Palacio de San Carlos y, unos metros más adelante, la ventana por la que huyó Simón Bolívar en la noche septembrina.
En la cuadra siguiente, entrará a la Manzana Jesuítica, que revela el paso de los Jesuitas por Bogotá y alberga la iglesia de San Ignacio —donde está la primera cúpula del país— y el Colegio Mayor de San Bartolomé, el primero de la ciudad.
Después de atravesar la plaza de Bolívar, encontrará la iglesia de la Concepción —el primer convento— y el pasaje Rivas, que tiene 125 años y es uno de los primeros en su tipo.
Pero, en ese punto, se chocará con la carrera 10.ª y entre buses de TransMilenio decenas de vendedores ambulantes y el humo de la calle, verá, difuso, el otro tramo de la calle 10.ª que, a decir verdad, no se parece a lo que acabó de recorrer.

Fragmentos

La carrera 10.ª se construyó entre la década de los 40 y los 50 y supone una ruptura radical de la calle 10.ª. “La carrera 10.ª interrumpe el tránsito entre la ciudad colonial y el occidente. La sociabilidad que había en ese espacio se rompe y es puesta al servicio de la movilidad”, explica Fabio Zambrano, historiador experto urbanismo y geografía histórica.
Cambia el panorama: este punto la calle 10.ª se vuelve hogar de comerciantes, negocios y un ajetreo vertiginoso. La gente acelera el paso, mete las manos a sus bolsillos y mira con desconfianza. La vía pasa cerca de San Victorino, al parque Tercer Milenio, al Bronx, a la plaza de los Mártires y, finalmente, llega a la plaza España. Si anda un poco más, encontrará el sanandresito de San José, más ventas, más gente.
Lo popular es el inicio y el fin de la calle 10.ª. Entre los extremos, un mundo colonial que se conserva en silencio. “Con esta intervención vamos a revelar un patrimonio que no conocíamos”, finaliza el director de Patrimonio, mirando el plan de obras de la vía que lo fascina.

Proyecto calle 10.ª: para el peatón y por la historia

Las obras de este corredor pertenecen a la alcaldía de La Candelaria y cuentan con la asesoría del Instituto de Patrimonio. “Se tuvo que es un tramo único con un patrimonio conexo. Y se pensó en la funcionalidad, que resistiera las lluvias, por ejemplo”, explica Mauricio Uribe, director del Instituto.
La imagen urbana también fue clave, la elección de piedra Barichara se basa en un concepto que combina lo nuevo y lo antiguo. Además, este material se emplea en muchos centros históricos y coloniales de Colombia.
La intención es peatonalizar la vía entre carreras 2.ª y 7.ª. Hoy, vehículos transitan y se estacionan frente a la iglesia de San Ignacio y el Teatro Colón. Es usual encontrar huecos. Aunque se trabajará sobre la zona colonial, el director afirma que este será el eje de transformación del centro histórico y de otros sectores de las localidades de Santa Fe y Mártires.
“Esto es parte de una obra mucho más grande. Vamos a conectar la calle 10.ª desde Egipto hasta la carrera 30. Eso será del IDU”, agrega Uribe. Esta semana se revelará el valor de las obras.
ANA PUENTES
Escuela de periodismo multimedia de EL TIEMPO
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