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Expertos analizan casos de feminicidas que han aterrorizado a Bogotá

Coinciden en que la educación, especialmente en niños, acerca a la igualdad y previene el machismo.

Bogotá y el país entero todavía siguen conmovidos con el caso de Yuliana Samboní, de 7 años, violada y asesinada por Rafael Uribe Noguera, de quien se espera que purgue 60 años de cárcel por este crimen, la condena más alta en Colombia, a petición de la Fiscalía General de la Nación.
El caso de Uribe Noguera hace recordar que de la ciudad han surgido más asesinos de mujeres que causaron horror entre la sociedad por su sevicia al matar y su cantidad de víctimas.
Entre ellos figuran Javier Velasco, quien violó y empaló a Rosa Elvira Cely, que a causa de este brutal ataque falleció; Freddy Armando Valencia, quien confesó el homicidio y violación de 11 mujeres habitantes de la calle, cuyos restos enterró en las inmediaciones al cerro de Monserrate; Campo Elías Delgado, que mató a nueve mujeres, entre ellas su propia madre, y finalizó su carnicería asesinando indiscriminadamente a 19 personas en el restaurante Pozzeto hace 30 años, y, el más sanguinario de todos, Daniel Camargo, que se estima que violó y asesinó a 157 niñas y mujeres en Colombia, Ecuador y Brasil.
Pero ¿qué lleva a que una persona cometa este tipo de atrocidades?
EL TIEMPO consultó con la psicóloga forense Lilian Janeth Ospina, de la Secretaría Distrital de la Mujer, quien explicó que si bien todos los casos de los feminicidas eran diferentes, estas personas comparten algunos rasgos como problemas de origen neuronal o físicos –los cuales pueden ser enfermedades psiquiátricas– que los impulsan a cometer estos delitos; antecedentes de maltrato y abuso en su niñez, y, el más grave de todos: la legitimización que da la sociedad acerca de que las mujeres son un objeto y que los hombres las toman como un bien.
“(Esto último) es parte de un aprendizaje social donde el que ama, controla o maltrata lo hace en nombre del supuesto amor que siente. El fin último es la posesión y el sometimiento de las mujeres”, explicó.
Cuando estos factores se mezclan, surge una psicopatía que puede tener como consecuencia la aparición de un asesino en serie.
Pero, además, cuando la justicia no es efectiva, este tipo de criminales saben que si cometen una violación y un homicidio, la ley será laxa con ellos.
Así sucedió con estos criminales, por lo que en Colombia aumentaron las penas por abuso sexual durante las últimas tres décadas y en julio de 2015 se sancionó la Ley Rosa Élvira Cely en contra del feminicidio, cuya pena mínima está en 40 años de cárcel y que eliminó beneficios judiciales a los asesinos de mujeres.
“En la medida en que esas personas comiencen a ver que sí hay un castigo y que sus conductas son un delito, se contribuye a evitar muertes femeninas”, explicó Ospina.
Lo mismo piensa Isabel Agatón, una de las personas que impulsó la ley contra los feminicidios: “El Estado, a través de la Ley Rosa Élvira Cely, dice que la vida de las mujeres es un bien jurídico que merece una protección con la que cualquier persona que atente contra la vida de una ellas tendrá un castigo equivalente a una cadena perpetua”.
No obstante, el sistema judicial en el país sigue teniendo un alto porcentaje de impunidad. “Creo que es mayor cuando se trata de crímenes contra las mujeres. Es un problema estructural de la sociedad que tiene que cambiar. Solo hay que revisar los códigos penales”, explicó el antropólogo Esteban Cruz, autor de los libros ‘Vampiros, caníbales y payasos asesinos’ y ‘Los monstruos en Colombia sí existen’, en los cuales se recopilan las biografías de los peores asesinos en serie del país.
De hecho, en 1936, las penas por violación iban de dos a ocho años de prisión; en ese entonces era un delito menos grave que falsificar documentos públicos, que se sancionaba de 3 a 10 años de cárcel.
El castigo por abuso sexual se incrementó de 8 a 20 años en el código penal de 1981, el cual estuvo vigente hasta el año 2000. Actualmente, la violación se castiga de 13 a 27 años de prisión.
Por eso, para el antropólogo resulta tan importante que en el caso de Yuliana Samboní haya una condena ejemplar con la ley contra los feminicidios: “Pese a la tristeza y lo horrendo de este crimen, esto provocará que los potenciales feminicidas lo piensen muy bien”.
Prevención
Para la psicóloga forense Ospina, es a través de la educación, especialmente desde niños, como se puede prevenir el surgimiento de un asesino de mujeres, incluso si hay indicios de problemas psiquiátricos: “Con una formación desde edades tempranas acerca de la igualdad de los derechos de las mujeres, nuestros niños van a crecer con unas ideas diferentes acerca del cuerpo de ellas”.
Una opinión similar tiene Cruz: “Hay que tratar de que en los hogares la relación entre hombres y mujeres sea igualitaria. Además, hay que evitar la violencia doméstica, la cual engendra problemas mucho mayores. La educación en ese sentido también atañe a los colegios y las universidades”.
La psicóloga Ospina añade que existen actitudes en los menores que pueden indicar cuando hay alteraciones en su mente que podrían más adelante llevar a que desarrollen alguna psicopatía. “Conductas agresivas, gusto por causar daño a otras personas o a los animales son signos de alerta en la etapa adolescente”, explicó.
En cualquier caso, las enfermedades psiquiátricas tampoco eximen de responsabilidad penal a los feminicidas, como ocurrió con Javier Velasco, el asesino de Rosa Elvira Cely, quien antes de este crimen había dado muerte a otra mujer, y aunque recibió tratamiento clínico, tras dos años en libertad, mató a Cely.
Campo Elías Delgado dio muerte a su propia madre
A Delgado no se le cuenta como asesino serial sino en masa, por la masacre que cometió en 1986 en el restaurante Pozzeto, donde asesinó con arma de fuego a 19 personas. Pero antes de este crimen ultimó a su alumna de inglés y a su progenitora, para después matar a su propia madre y a seis mujeres más que vivían en el mismo edificio en el que Delgado residía.
De acuerdo con expertos, este feminicida habría desarrollado misoginia debido al vínculo conflictivo que tenía con su mamá. “Él tenía odio hacia las mujeres, sobre todo porque tenía una relación con la mamá muy tensa. Su papá se suicidó y Delgado quedó forzado a tener el papel del papá”, explicó el antropólogo Esteban Cruz.
Prácticamente, según Cruz, este asesino se veía como la pareja de su progenitora y esto lo volvía retraído con las demás mujeres.
“Tenía la imposibilidad de acercarse a ellas románticamente; él tenía una gran represión sexual, lo que lo habría llevado a matar a la mamá y a casi todas las vecinas de su edificio”, explicó el antropólogo.
Delgado se veía como la pareja de su propia madre, lo que le provocó una gran represión sexual. Foto: Archivo / EL TIEMPO
Camargo ultimó a 150 niñas y mujeres
En la década del 60 se conoció en Bogotá como el ‘sádico del charquito’ porque a sus víctimas las dejaba semienterradas por los lados de la subestación eléctrica del mismo nombre y ubicada en las inmediaciones del salto del Tequendama. En Ecuador, donde más violaciones y feminicidios cometió en 1984 y 1986, lo llamaron el ‘monstruo de los manglares’.
Su niñez había sido traumática: su madrastra lo castigaba vistiéndolo con falda frente a sus amigos. Además, tenía una relación conflictiva con su padre, que se sumó a la formación machista que le impartieron en un colegio católico. “Los profesores le decían que los hombres deben estudiar y las mujeres, estar en la casa”, explicó el antropólogo Esteban Cruz.
Este criminal es además testigo de cómo lo engaña su primera esposa en su propia cama, cuando ella suponía que él estaba trabajando. Ante la situación, el hombre toma sus cosas y se marcha del hogar, sin tomar represalias.
Después, encuentra a una nueva compañera sentimental que se caracterizaba por ser sumisa, además de no ser virgen –algo que hiere los ideales de su formación machista–, por lo que la obliga a que le consiga niñas y adolescentes, y sus primeras víctimas de violación son precisamente las hermanas menores de esa mujer.
Las autoridades lo mandan a la cárcel por los abusos sexuales en serie y cuando cumple su condena de cinco años, comienza a asesinar a las mujeres y niñas que accedía violentamente, primero en Bogotá y luego en Barranquilla, donde nuevamente es descubierto por las autoridades, que lo condenan a 30 años de cárcel en la prisión de la isla Gorgona. Sin embargo, en 1984 escapa y milagrosamente llega a Tumaco, Cauca, en una embarcación que construyó él mismo. Se va a Ecuador, donde comete la mayoría de sus crímenes. Allí lo envían a la prisión de Quito en 1986, y en 1994 lo asesina el sobrino de una de sus víctimas con 20 golpes de machete.
Daniel Camargo fue asesinado en una prisión de Ecuador por uno de los familiares de sus víctimas. Foto: Archivo / EL TIEMPO
Valencia asesinó a 11 mujeres en inmediaciones al cerro de Monserrate
En diciembre del 2015, los bogotanos se despertaron con el horror de la noticia de los crímenes de Freddy Armando Valencia, a quien los medios llamaron el ‘asesino de los cerros’. Valencia había asesinado a 11 mujeres, todas habitantes de la calle, a quienes llevaba a su cambuche en las inmediaciones de Monserrate, el sitio turístico más emblemático de la capital colombiana. Este feminicida les prometía comida, droga y morada a sus víctimas, a cambio de favores sexuales; sin embargo, cuando ellas se negaban, él las asesinaba. Sus cadáveres los descuartizaba y los enterraba en el cerro. Medicina Legal sigue trabajando para identificar a seis de sus víctimas. Por el momento, a Valencia lo condenaron a 18 años por el asesinato de una de las mujeres que fue identificada. “Las asfixiaba apretándoles el cuello. Era en defensa propia porque ellas me atacaban para irse sin pagarme”. Así justificó sus feminicidios el ‘asesino de los cerros’.
Todavía siguen identificando a las víctimas de Valencia. Foto: Archivo particular
El proceso a Rafael Uribe
Este miércoles, cuando la Fiscalía presente todas las pruebas que tiene en contra de Rafael Uribe Noguera, el confeso asesino de la niña Yuliana Samboní, comenzará el juicio por el que Uribe podría recibir una condena de hasta 60 años de cárcel. En la diligencia, el organismo investigador pedirá la máxima pena por los delitos de feminicidio, acceso carnal violento y secuestro simple.
JOSÉ DAVID RODRÍGUEZ
Periodista sección Bogotá
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