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Bocas

Una noche en los Óscar

La columna de Nina García para la edición de marzo de BOCAS. 

Jose Jaramillo
Desde la ventana de mi hotel, la palabra Hollywood se levantaba poderosa contrastando con la vegetación de un monte y de una ciudad: Los Ángeles.
A tan solo 24 horas del inicio de la transmisión de los Premios Óscar, pensaba en todas aquellas películas que me han influenciado al largo de mi vida. De los filmes de la nouvelle vague francesa, con sus actrices que marcaron no solamente una época fílmica, sino también de estilo como Brigitte Bardot, Anna Karina, Catherine Deneuve o Jean Seberg a las diosas del celuloide made in USA como Katharine Hepburn, Ingrid Bergman, Bette Davis, Audrey Hepburn, Elizabeth Taylor o Greta Garbo. Repasaba mentalmente este conjunto de actrices mientras me preparaba –analizando detalle a detalle todos los looks lucidos por las intérpretes nominadas este año– para el día en el que me tocaría comentar las mejores pintas de la alfombra roja para la cadena de televisión ABC.
No hay ninguna duda. La alfombra roja de los Óscar es la pasarela más global de cada año. Un acontecimiento que crea imágenes tan poderosas que es capaz de generar íconos que nos acompañarán a lo largo de nuestras vidas.
¿Quién no recuerda ese maravilloso Galliano que Nicole Kidman lució en el año 1987 de color mostaza e inspiración oriental, o el vestido en forma de pato que paseó la cantante Bjork, o la capa blanca creada por Tom Ford que Gwyneth Paltrow llevó hace cinco años o el maravilloso momento high-fashion low-fashion que inauguró la gran Sharon Stone mezclando una falda de noche de Vera Wang con una camisa blanca masculina de GAP?
Las actrices son conscientes de este poder –y del escrutinio a las que van a ser sometidas por todos los espectadores– y por eso la preparación de estos looks que se pasearán por esta alfombra roja lleva meses de trabajo.
Es imposible entender la alfombra roja –y el negocio que conlleva– sin el nombre de Giorgio Armani. Fue el italiano quien vio desde un principio el gran poder publicitario de este evento y fue quien dio el empuje final para convertir esta alfombra en lo que es ahora. En esta edición de los Óscar fue Armani quien ganó vistiendo a tres actrices de la talla de Nicole Kidman, Viola Davis y Isabelle Huppert. Lo que me enamoró de Armani fue la capacidad que tuvo de entender a cada actriz y de crear un conjunto que explicara el ADN de cada intérprete.
Nicole Kidman –con un vestido de clara inspiración india, con unas aplicaciones metalizadas en forma de círculo– hizo un bonito homenaje a la película en la que forma parte, Lion.
Isabelle Huppert –la gran diva del cine francés– supo dotar un vestido blanco de formas relajadas y con aplicaciones blancas un toque grunge con los pendientes, el cinturón y el esmalte negro de las uñas. Lo que me gusta de Isabelle –y lo que nos atrae de ella– es esta aura de misterio que la rodea.
Finalmente, Viola Davis –la gran ganadora del Óscar– nos enamoró a todos con un vestido rojo que envolvía su cuerpo y dejaba mostrar esos brazos que todas las mujeres envidiamos.
Otra de las grandes incógnitas de esta alfombra roja era saber a quién vestiría Calvin Klein. Esta casa americana –una de las más importantes– estrenó hace unos meses nuevo director creativo. El belga Raf Simons, quien había sido el diseñador de Dior después de la época Galliano, tuvo la gran visión de vestir a la mayor parte de actores de Moonlight –la película que de manera sorpresiva se llevaría la estatua dorada– y a una de las actrices que más riesgo ha tomado en sus apariciones públicas: la actriz Naomi Harris. Harris no defraudó con un vestido de líneas muy contemporáneas en blanco que lo coordinó con dos zapatos distintos.
Cada año aparece una actriz –en ediciones anteriores fueron Alicia Vikander y Lupita Nyong’o– que de pronto enamora a todas las casas. Este año fue Ruth Negga: la actriz de Loving que ha llevado vestidos de todos los diseñadores más importantes. En una noche en que era muy complicado que se coronara con un Óscar, la actriz inteligentemente quiso ganar en la alfombra roja. Y lo hizo con un Valentino rojo –el color fetiche de esta casa– de toques victorianos y que lo coordinó con joyas y diademas de rubíes que formaban lo que llamaríamos un look total.
Dos horas más tarde del comienzo de la transmisión, las luces que nos habían iluminado se apagaron poniendo el final a una tarde de ensueño. Creo que era Jean Luc Godard quien decía que el cine “es la verdad repetida 24 veces por segundo”.
Pisar la alfombra roja, analizar los vestidos de las estrellas no solamente fue un momento de verdad, sino un momento que guardaré en mi disco duro mental para siempre. Cuando en unos años hablen del vestido de Ruth o Isabelle espero poder decir a mis nietos: “su abuela estuvo allí y les juro que no estuvo soñando”.
NINA GARCÍA
REVISTA BOCAS
EDICIÓN 61 - MARZO 2017
Jose Jaramillo
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