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La comandante Inna Shevchenko, líder de Femen, habla con BOCAS

La ucraniana lidera grupo que, con sus senos, lograron poner al feminismo de regreso a las calles.

RICARDO ABDAHLLAH
Inna Shevchenko se ha convertido en la cabeza del grupo de activistas que, gracias a sus senos, lograron poner al feminismo de regreso en la calle. Cuando llegó a París, después de luchar en su Ucrania natal, vivió como refugiada en el Lavoir Moderno, un teatro “okupa” desde donde estableció su trinchera ideológica. Esta es la mujer que puso de moda la palabra Sextremismo, con la que las Femen definen su lucha; la recia militante que, con sus senos al aire, escaló una cerca para enfrentar a los francotiradores del Foro Mundial de Davos; la hábil provocadora que denunció el turismo sexual en Ucrania durante la pasada Eurocopa de fútbol; la inteligente líder que intentó desnudarse frente al Papa y a la que las fuerzas del gobierno bielorruso le cortaron el pelo, la bañaron con aceite y amenazaron con quemarla.
Por: Ricardo Abdahllah / Fotos: Jacob Khrist
El cuartel general de las Femen es una planta de tratamiento de aguas abandonada cerca del puerto de Clichy, al norte de París. Al entrar por una escalera de caracol, lo primero que uno ve es una motosierra.
‒¿Es la que usó para tumbar la cruz de la Plaza Maidan, la plaza de la independencia en Kiev?
‒¿Y dónde iba a meterla cuando huí de Kiev? Es una réplica ‒contesta Inna Shevchenko.
‒¿Una réplica quemada?
‒Se quemó cuando nos incendiaron el local en el que estábamos antes.
Al llegar a París como refugiada, Inna vivió en el Lavoir Moderno, un teatro “okupa”. Allí quiso establecer la “sucursal Francia” de Femen. Tras un incendio que acabó con su habitación y un ataque con arma blanca, se trasladó a este local de Clichy donde hace un año la amenaza una orden de desalojo. En los muros hay periódicos que hablan de las acciones del grupo, eslóganes escritos con aerosol y caricaturas de Al-Assad, Putin y Le Pen padre. Uno de los muros fue decorado por Charb, el asesinado director de Charlie Hebdo y muestra un seno empujando a un abismo a varios líderes de movimientos religiosos y racistas. La palabra Sextremismo, con la que las Femen definen su ideología, cubre casi todo el techo. La “S” toca un radiador que no funciona. “No me gusta exagerar las dificultades, pero hay gente que dice que recibimos millonadas y ni siquiera tenemos calefacción”, explica.
Unos meses antes de que Inna se uniera al grupo, Anna Hutsol, Oksana Chatchko y Sasha Shevchenko, reunidas en el café Ban'ka, de Kiev, escogieron el nombre Femen, que en latín quiere decir “muslo”, para su grupo. Habían pensado llamarse Las Amazonas, pero las amazonas se mutilaban un seno para disparar sus armas y para las Femen los senos son las armas.
Con sus senos descubiertos, Inna escaló una cerca para enfrentar a los francotiradores del Foro Mundial de Davos, denunció el turismo sexual en Ucrania durante la Eurocopa, fue a la casa de Strauss-Kahn en nombre de las camareras de hotel, la detuvieron antes de desnudarse frente al papa y viajó a Rusia para plantársele a Putin en plena Plaza Roja. En Bielorrusia, los esbirros del presidente Alexander Lukasenhko le cortaron el pelo y amenazaron con quemarla.
Inna prepara un té y conecta un radiador que parece un ventilador de taxi, inútil para el tamaño del salón. Frente a los policías antimotines que tratan de detenerla suele verse radiante, pero la fatiga que le han ido dejando arrestos, acosos y procesos judiciales ‒o la gripa de la que no sale‒ la hacen ver mayor.
“Tengo la edad de mi país”, dice como si acabara de descubrir la coincidencia.
La independencia de Ucrania fue declarada en agosto de 1991.
“En los últimos años del comunismo, la gente vivía sin riquezas ni carencias. Fue tras la desaparición de la Unión Soviética que la situación se deterioró. Ese clima de corrupción permitió que Yanukovitch, con la ayuda de Rusia, llegara a la cabeza de un aparato de saqueo y concentración de poder. Nadie reaccionaba porque cuando apenas hay papas para comer, no se tiene la energía para organizarse políticamente”.
En noviembre de 2004, unas elecciones amañadas dieron la victoria al partido “azul” de Viktor Yanukovitch sobre los “naranjas”, proeuropeos, de Viktor Yuschenko. En los días siguientes el mundo descubrió que internet también servía para organizar revoluciones e Inna fue al colegio en su natal y rusófila Kherson, llevando una cinta naranja. “La profesora me sacó porque estaba prohibido hacer política. Le recordé que ella decía que recomendáramos a nuestros padres el partido de Yanukovitch”
Foto: Jacob Khrist
La Revolución Naranja ganó, pero su balance es pesimista. ¿Que quedó de ella?
Mi generación creció decepcionada porque veíamos que el capitalismo no había cumplido sus promesas. Las protestas de 2004 nos sacudieron y nos enseñaron que se podía reaccionar.
¿No ve a una “mujer libre” en la primera ministra Ioulia Timochenko, que fue también un símbolo de los “naranjas”?
En el extranjero la idealizan porque tiene lindas trenzas y fue prisionera del régimen, pero antes de entrar en la política ya era millonaria y durante la presidencia de Yuschenko traicionó al pueblo para favorecerse haciendo negocios con Rusia. No por ser mujer es menos corrupta.
A diferencia de las demás fundadoras de Femen, usted no tuvo en su familia problemas de violencia o alcoholismo. ¿Cómo veía la situación de la mujer en Ucrania?
Igual que ahora. Los espacios que se han abierto en el mundo laboral son apenas un complemento a los papeles de madre y esposa. Las mujeres tienen el primer hijo a los 16 y a los 20 tienen que lidiar con tres. La única nueva posibilidad es prostituirse al servicio de los extranjeros, bien sea con los turistas o a través de un matrimonio.
Durante la secundaria usted ocupó varios cargos del gobierno escolar, pero en lugar de inclinarse por la política se fue a Kiev a estudiar periodismo. ¿Cuáles eran sus expectativas?
Largarme, pero en la universidad descubrí que los cupos gratuitos se entregaban a familiares de políticos y en los pagos estaban hijos de gente que había estado en el comunismo y había hecho el negocio de su vida al proponer privatizaciones y quedarse con las compañías nacionales. Tenía compañeros que llegaban con chofer. Era una provinciana y me hacían sentir como tal.
Anna, Sasha y Oksana venían de Khmelniski, en el occidente de su país. ¿Cómo terminaron encontrándose?
Anna fue la primera en mudarse a la capital. Al principio Sasha y Oksana venían en tren a las reuniones y ya habían realizado algunas acciones como feministas. Con Sasha nos escribíamos por Vkontakte, una red parecida a Facebook. El diálogo empezó por “Tenemos el mismo apellido”.
Foto: Jacob Khrist
¿Aún se llamaban Nueva Ética o ya habían adoptado el nombre Femen?
Ya eran Femen, pero todo estaba por hacer. Soy una de las fundadoras porque las ideas y los métodos del grupo son posteriores al nombre, fue una construcción de la que hice parte.
De esa época les reprochan una cercanía con la extrema derecha, en particular con el Partido Svoboda...
Es un rumor que nació de las fotografías de una manifestación frente a la Embajada de Bielorrusia, en 2011. Había decenas de grupos y, entre ellos, personas que han sido o son miembros de Femen, junto a otras que han hecho parte de grupos de extrema derecha. Esa es toda la “evidencia” para acusarnos. Hay otra aclaración: en Europa Occidental existe un nacionalismo “de superioridad” ligado a la extrema derecha. En Ucrania, un país continuamente ocupado, hay un nacionalismo que existe como forma de protección.
¿Cuál fue el papel de Victor Svyatski? Se ha dicho que él era “el hombre detrás de Femen”.
Es un amigo de infancia de Anna. Nos ayudó porque tenía experiencia como activista y en un momento llegó a ser de facto el líder del grupo. Supongo que lo aceptamos porque venimos de un país en el que el feminismo ni existía; pero sus declaraciones, afirmando que era “el padre del nuevo feminismo”, confirman que él también encarna el imaginario patriarcal ucraniano. Hace tiempo no forma parte de Femen y quienes lo pintan como el cerebro del grupo lo hacen porque les queda grande imaginar que las mujeres puedan organizarse sin un hombre.
Los primeros artículos sobre Femen señalaban a Marx como influencia. También La mujer y el socialismo de August Bebel y la ucraniana Solomïïa Pavlitchko. ¿Qué autores han marcado la manera cómo usted ve el feminismo?
También empecé con Marx. Uno se da cuenta de la vigencia de sus planteamientos y de cómo los soviéticos se desviaron de ellos. Con las Femen comencé a leer a Bebel y Pavlitchko y también La mística femenina, de Betty Friedman, que explica la insatisfacción de la mujer en un mundo de confort materialista. Lo que hay que hacer, de Lenin, describe las etapas que pasa una sociedad para avanzar hacia el comunismo. Todo eso es aplicable a nuestra lucha. Esos libros aún son fundamentales en lo que discutimos con las militantes de Femen.
Lo espectacular, sin embargo, ha sido la marca de Femen y la potencia de sus acciones.
Nunca quisimos ser vistas como artistas. Las primeras acciones tenían mucho de teatral y lograban despertar la curiosidad de los transeúntes, pero terminaban preguntando qué promocionábamos. Una protesta puede ser creativa, pero si no conmociona no pasa de la anécdota. Fue cuando nos radicalizamos que comenzamos a ser visibles.
Por esa visibilidad en el 2010 la despidieron de un puesto prometedor en la oficina de prensa del Ayuntamiento de Kiev. ¿Se planteó buscar un nuevo trabajo?
Ni lo pensé. Para mí estaba claro que mi vida era Femen y que difícilmente podría encontrar un trabajo en Ucrania. Tampoco quería. Una de mis grandes desilusiones de la Revolución fue que la información seguía siendo manejada como propaganda. Lloraba cada noche porque sabía que escribía mentiras y esas mentiras, que al día siguiente aparecerían ligeramente alteradas en todos los diarios de Kiev, eran la única información que recibían los habitantes de la ciudad.
Foto: Jacob Khrist
La primera del grupo en lanzarse en una acción topless fue Oksana, pero no había consenso sobre la desnudez como protesta. ¿O sí?
Aun después de que Sasha y Anna aceptaron que allí había un potencial de visibilidad, para mí era contradictorio usar la desnudez para denunciar la explotación sexual. Mi primer topless fue el día de Independencia en 2010 y fue para mí también mi día de independencia. Desde entonces el topless ha estado presente en todas nuestras acciones.
¿Entonces resolvió la contradicción?
Encontré otra. ¿Por qué un hombre puede pasearse sin camisa y una mujer que muestra sus senos es detenida? Porque es un desafío a un sistema que nace en el momento en que la propiedad privada pasó a ser hereditaria. El hombre temía no ser el verdadero padre de sus herederos y extendió su derecho de propietario a la mujer. Temía que pudiera “pertenecer” a otros y aún lo teme.
El primer combate de Femen del que se habló en el mundo fue en 2010 con motivo de la Eurocopa. ¿Por qué hacer campaña alrededor de ese evento?
En una ocasión me invitaron a Alemania para una conferencia. Alguien que trabajaba en el consulado me dijo que me negaron la visa, como a casi todas las mujeres solteras, porque suponían que viajaba para prostituirme. La Eurocopa traería miles de hombres que venían con esa lógica y las agencias de turismo no tardaron en ofrecer paquetes “todo incluido”, reforzando la idea de “ucraniana = prostituta”. Nos dedicamos a denunciarla con acciones topless. Abrimos el debate y la gente de Ucrania se enteró de que el feminismo existía.
Tras la campaña, el documentalista Alain Margot les propuso una gira por Europa. En París decidieron “visitar” a Dominique Strauss-Kahn...
La gira, nuestra única posibilidad de mostrar la lucha más allá de Ucrania, no debía ser solo de charlas, sino también de acciones. Una activista francesa nos dio la dirección de Dominique Strauss-Kahn en la Plaza des Vosges, así que conseguimos trajes de camareras y traperos y gritamos en su puerta diciendo “Fuck Me”. Los policías fueron delicados comparados con los ucranianos.
En Roma hicieron una protesta contra Berlusconi, pero en el Vaticano la reconocieron y usted no pudo realizar la acción que tenía pensada.
Alguno de los periodistas a los que les habíamos dicho tuvo la delicadeza de informar al servicio de Seguridad. Sasha pasó el filtro porque fingió que Alain, que filmaba, era su novio. Cuando el papa terminaba su discurso se quitó la blusa y empezó a gritar “Soy libre”. La detuvieron unas horas.
Foto: Jacob Khrist
El siguiente destino fue Rusia. ¿Temía que los policías rusos fueran más agresivos?
Me preocupaba más que teníamos una acción en Minsk una semana después y si nos detenían no podríamos realizarla. A Moscú fui con dos activistas que yo había formado como guerreras y con Anna que se mantendría al margen por si se necesitaba buscar un abogado. Llegamos a la catedral de Moscú, nos desnudamos y comenzamos a gritar “Abajo el zar”, es decir Putin, que había alterado un veinte por ciento de los votos en las elecciones que acababan de pasar. El personal de la iglesia nos atacó a palazos, pero la policía no apareció.
¿Cree que la protesta del colectivo punk Pussy Riot en esa misma catedral fue inspirada por Femen?
Imagino que en cierta manera. Habíamos estado en contacto y tenemos objetivos comunes. Me decepcionó que declararan que respetaban la iglesia y presentar excusas por lo que habían hecho.
Cuando Pauline Hillier y Marguerite Stern regresaron de la prisión en Túnez, adonde habían ido a exigir la liberación de Amina Sboui, también les reprochó su arrepentimiento.
Habíamos intercambiado e-mails con Amina, pero decidió sola y cuando nos enteramos de que estaba en la cárcel por haber escrito “Femen” en un cementerio lo único que podíamos hacer era respaldarla. Hemos discutido si cualquier mujer en el mundo puede reivindicar una acción en nombre de Femen. Pienso que no. Necesitamos que haya periodistas para que la acción sea visible y porque es una garantía. Tenemos que conocer si hay manera de disminuir las consecuencias legales.
En Túnez lo menos arriesgado era pedir excusas. Puede que lo hicieran porque tenían miedo...
Yo no habría pedido excusas. Eso es lo que puedo decir. Cuando me liberaron en Bielorrusia me dijeron “Esperamos que no vuelva por Minsk”. Y contesté: “Ya veremos”.
Hablemos de Minsk...
No esperábamos que las cosas fueran fáciles. Lukashenko controla el sistema judicial y existen escuadrones de la muerte. Fuimos con Oksana y Alexandra Nemtchinova. Allá nos esperaban una documentalista australiana, Kitty Green, y una activista local, Kassia. Frente al palacio presidencial Alexandra se disfrazó de “Lukashenko topless” mientras Oksana y yo, también en topless, exigíamos la libertad de los presos políticos. Aunque un grupo de agentes decomisó las cámaras, nos alejamos caminando.
Foto: Jacob Khrist
Pensaban que iban a poder salir del país, como en Rusia...
Sí, pero decidimos tomar un bus para evitar el tren Minsk-Kiev. Nos detuvieron en el terminal y nos encerraron toda la noche dentro de un furgón antes de entregarnos a otro grupo. Eran quince encapuchados, que nos llevaron amarradas a un bus y no dejaban de repetir que pensáramos en nuestras madres cuando tuvieran que recuperar nuestros cadáveres desfigurados.
¿Tenía miedo de morir?
No, porque pensaba “si nos fueran a matar no estarían encapuchados”. Nos bajaron en un bosque, nos hicieron desnudar y nos obligaron a andar en cuatro patas dándonos golpes con una vara de madera. Nos rociaron con aceite y decían que nos iban a quemar. Luego me cortaron el pelo con un cuchillo. Al final nos dijeron: “En esa dirección está la frontera con Ucrania”.
En las pocas imágenes que existen de la acción se nota que el físico de Alexandra no corresponde al de la mayoría de las Femen. Lo digo porque les critican que todas corresponden a la idea más o menos clásica de la belleza femenina.
Las acciones que realizamos necesitan mujeres que puedan saltar y huir. Eso no quiere decir que haya que ser delgada, solo que hay que ser ágil. En Ucrania las mujeres suelen ser rubias, si eso corresponde a una idea de belleza, o si siempre escogen para publicar las fotos de las militantes más “bonitas”, no es culpa nuestra. Tenemos activistas de todos los colores de piel y contexturas. No hacemos un casting.
En agosto de 2012, cuando se aproximaba el veredicto de las Pussy Riot, usted derribó una cruz de madera en Maidan. Podría decirse que en esa plaza se ha jugado el destino de Ucrania…
Yo diría el destino de Europa. Somos conscientes de las fallas del sistema europeo, pero lo preferimos al sistema ruso. Una dictadura confesional que pasa por encima de la libertad de expresión y los derechos de las minorías.
La acción de la cruz ni siquiera terminó en arresto. ¿Se imaginaba que tendría que dejar el país?
Sabíamos reaccionar frente a las detenciones y los interrogatorios, pero lo que siguió fue diferente. Personas de civil me seguían y me buscaban. Cuando vinieron a mi casa salté por una ventana y tomé un tren hacia Polonia.
Luego de la caída de Yanukovitch habría podido regresar a Ucrania. ¿No?
Tengo un estatus de refugiada política en Francia y puedo perderlo si voy a Ucrania. Además, los procesos en mi contra aún no se han cerrado.
¿Por qué escogió Francia?
Era el mejor lugar para continuar nuestra actividad. París es un lugar donde tendríamos visibilidad internacional.
Recién llegada abrió un centro de entrenamiento para las futuras Femen. ¿Quiénes acudieron?
Llegaron muchas mujeres, algunas con una cierta experiencia como militantes, pero en Kiev sabíamos que nos enfrentábamos a la prisión y la tortura. Aquí el activismo es visto como algo para los fines de semana. Cuando se daban cuenta de lo exigente que era hacer parte de Femen decidían retirarse y ponerse a escribir contando “los secretos” del grupo.
Lo dice por el libro de Eloïse Bouton que sale pronto…
Nos enteramos por internet. Solo digo que no puedo negar el papel que Eloïse desempeñó cuando nos establecimos en Francia ni el coraje que tiene.
Dicen que usted lleva el movimiento con una mano militar...
No somos un club de amigas. Enfrentamos fuerzas de seguridad bien entrenadas. Se necesita disciplina. Aquí no se entra para ser rica o famosa. En todo caso, no rica...
¿Y famosa? Se les ha criticado que sus acciones mediáticas dejan de lado el fondo...
Nuestro combate no es académico y no queremos concentrarnos en debatir si deben feminizarse los nombres de las profesiones. Pero no por eso estamos en contra del feminismo teórico. Eso sería estúpido. Somos feministas y punto. Desde el principio hemos aprendido de todas las expresiones del feminismo.
Foto: Jacob Khrist
La ley francesa requiere que toda manifestación sea declarada a las autoridades. De lo contrario se le considera ilegal. ¿No sería mejor hacerlo para evitar enfrentamientos con la policía?
¿Qué sentido tiene protestar donde te lo permiten? En Davos había un montón de anarquistas y altermundialistas que se manifestaban contra el Foro Mundial, pero la “autorización” los confinaba a kilómetros del evento, donde los participantes ni se enteraban. Nosotros vamos donde queremos estar, no donde nos permiten.
Su acción topless en Notre Dame para “festejar” la renuncia del papa les valió críticas de muchos de quienes las habían apoyado. Según Galia Ackerman, quien coescribió con ustedes el libro Femen, se equivocaron al atacar la Iglesia, que no tiene aquí el peso político que tiene en Ucrania.
La Iglesia y las organizaciones católicas tuvieron un papel en las manifestaciones contra el matrimonio igualitario, una norma que por sentido común debía haber pasado sin problemas.
La simulación de aborto que hizo Eloïse en la iglesia de La Madeleine le valió una condena por “exhibicionismo”. A Iana Jdanova la multaron por dañar una estatua de cera de Putin.
Nos han acusado de vandalismo, de rebelión, de lo que quieras, pero Francia, un país mucho más conservador de lo que se piensa, es el primer lugar en el que una Femen es condenada por “exhibicionismo”. Mira cualquier puesto de revistas: se acepta mostrar los senos para promocionar un producto, pero no para reclamar la libertad de las mujeres.
Un medio que siempre las ha apoyado es Charlie Hebdo...
Han entendido nuestro combate. No están de acuerdo con todo lo que proponemos, pero compartimos una lucha por el derecho a expresarse y atacar la religión. El día que ocurrió la masacre me fui corriendo y encontré las calles bloqueadas por ambulancias y carros de bomberos. Charb siempre me llamó tovarish “camarada” y si los masacraron no fue solo por culpa del islamismo, sino porque nadie se atrevía a decir “je suis Charlie” cuando estaban vivos.
Se ha dicho que no se puede imaginar una liberación de las musulmanas desde fuera del islam...
Nosotros comenzamos a atacar el islam en el 2010 cuando Irán anunció la lapidación de Sashtiani. Las voces musulmanas que condenaron ese acto no se hicieron sentir. El Corán es tan sanguinario como la Biblia, con el peligro de que hay mucha más gente que se lo toma al pie de la letra.
¿Todas las religiones son enemigas de la mujer?
Al principio nos enfrentamos a la Iglesia ortodoxa rusa por su injerencia en Ucrania. Al realizar acciones en otros países nos dimos cuenta de que las religiones tienen un papel en el entramado de las instituciones que oprimen a las mujeres. Lo vimos con el judaísmo cuando comenzamos con Femen Israel y cuando haya Femen en países budistas seguramente será igual.
¿En qué va Femen Brasil?
En diferencias muy difíciles de superar. Sara Winters, quien quería iniciar esa regional, se declaraba admiradora de Thatcher. Volvemos a la idea de que porque un líder político es mujer estamos obligadas a admirarla. No admiramos a Merkel ni a Marine Le Pen.
Le Pen no ha dejado de progresar en las encuestas. ¿Si llega al poder, tolerará las manifestaciones de Femen?
Si en diez años Marine Le Pen llega al poder va a querer sacarnos a todos. Yo no voy a dejarme.
¿Cómo se financia Femen?
A veces nos invitan a una conferencia y aprovechamos para realizar una acción. Hay donaciones. Vendemos productos en internet, pero nadie en el grupo tiene dinero. Cuando los extremistas católicos de Civitas me rompieron tres dientes pasé un año antes de poder reparármelos y apenas he podido pagarle el pasaje a mi madre para que venga a visitarme.
Foto: Jacob Khrist
Otro tema que las ha distanciado de otros colectivos feministas es su oposición a la prostitución...
Quienes se oponen a la penalización defienden la libertad sobre el cuerpo, pero en la práctica la mujer raramente tiene esa libertad. Publicaremos un manifiesto que permitirá que las que se acercan tengan una idea de lo que esperamos de ellas y los puntos sobre los que es muy difícil que cambiemos. Estamos contra la explotación de la mujer. Contra las religiones, porque legitiman y facilitan esa explotación. Nuestro tercer enemigo son las dictaduras, porque la libertad y la dignidad de la mujer no pueden existir donde no existen la libertad y la dignidad humana.
Por: RICARDO ABDAHLLAH
Fotos: Jacob Khrist
RICARDO ABDAHLLAH
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