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LA VIOLENCIA

Los tunjanos estábamos convencidos de que la violencia no llegaría a nosotros por obra y gracia del Espíritu Santo; q7ue seguiríamos gozando de una relativa tranquilidad, porque hasta ahora las bombas no nos habían maltratado como en otras ciudades. Pero qué equivocados vivíamos. El 25 de marzo, un día normal en nuestras vidas, recibimos el impacto de un regalo bomba que afectó a un ser humano inocente, tranquilo, un ciudadano común y corriente, con una vida limpia y honesta, cuyo diario transcurrir consiste en servir a la humanidad a través de su profesión de médico cardiólogo.

Por Amparo Machado Leiva.
Los tunjanos estábamos convencidos de que la violencia no llegaría a nosotros por obra y gracia del Espíritu Santo; q7ue seguiríamos gozando de una relativa tranquilidad, porque hasta ahora las bombas no nos habían maltratado como en otras ciudades. Pero qué equivocados vivíamos. El 25 de marzo, un día normal en nuestras vidas, recibimos el impacto de un regalo bomba que afectó a un ser humano inocente, tranquilo, un ciudadano común y corriente, con una vida limpia y honesta, cuyo diario transcurrir consiste en servir a la humanidad a través de su profesión de médico cardiólogo.
El doctor Julio César Espitia Caicedo es la víctima inocente de algo terrorífico e inhumano, que solamente proviene de mentes desquiciadas y malsanas, que no miden las consecuencias de sus actos, sino que solamente dan rienda suelta a sus perversas intenciones.
Hombre de intachable conducta, cumplidor de su deber en toda la extensión de la palabra, el doctor Espitia goza del aprecio y el cariño de sus pacientes que acuden en busca de salud y bienestar a los cuales atiende con sus calidades humanas. Su especial manera de ser y sus condiciones de profesional íntegro y dedicado. Se especializó en Argentina como cardiólogo y siempre ha ejercido su profesión al servicio de los boyacenses.
De todo este lamentable hecho, los que más nos duele es que no haya sido destacado por ningún medio de comunicación como la noticia más dolorosa que hemos recibido y es por eso que no hemos tenido ni el apoyo ni la solidaridad que se hubiera dado si el hecho hubiese ocurrido en otra ciudad y en un lugar de más renombre como El Nogal. Pero como sucedió en Tunja, el país ignora que acá existe una clínica de especialistas llamada Los Andes, en donde uno de ellos sufrió un atentado que no se merecía. Mis mejores deseos son, doctor Espitia Caicedo, los que recupere totalmente su salud.
Por Amparo Machado Leiva.
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