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EL LLANERO SOLITARIO

Revuela en cuadro, como dicen los galleros. Se le ve en los consejos comunitarios impulsando una política de participación donde las distintas instancias administrativas del Estado se miren las caras entre sí y con las comunidades, escenario bien distinto a la usanza de yuppies citadinos, a quienes solo les interesa el cuadro de P y G (pérdidas y ganancias).

Revuela en cuadro, como dicen los galleros. Se le ve en los consejos comunitarios impulsando una política de participación donde las distintas instancias administrativas del Estado se miren las caras entre sí y con las comunidades, escenario bien distinto a la usanza de yuppies citadinos, a quienes solo les interesa el cuadro de P y G (pérdidas y ganancias).
Está a la orilla de un río chocoano inspeccionando la operación militar de rescate de los secuestrados, vivos o muertos. En mangas de camisa, trata de resolver el desmoronamiento financiero de una empresa de servicios que se atolló por los apetitos sindicales, por la corrupción partidista y por incapacidad de los funcionarios públicos ungidos por el voto popular. Atiende a los niños que lo visitan para conocerle su ángel personal.
En la sala de visitantes del Palacio de Nariño toma jugo de naranja mientras termina la conversación con delegaciones extranjeras, con embajadores insípidos o con algunos campechanos de su tierra que le obsequian un poncho salgareño a cambio de un chocolate con quesito. Arenga a los nuevos soldados, condecora a los caídos en las escaramuzas y en actos de barbarie, les aprieta las correas a los ineficientes, ya sea en la Fuerza Pública, ya en las lejanas alcaldías donde no se observa el progreso.
Todo esto, multiplicado por ene asuntos, más atender a Lina, a sus hijos y las llamadas de las tías que rezan por él, la preparación de los discursos, el análisis de las noticias y el nocturno minidescanso son las actividades diarias del presidente Uribe Vélez. De qué material enjundioso y aparentemente no fundible está hecho el Jefe del Estado?
Sin embargo, en el panorama del alto mando del Gobierno no existe el mismo propósito. Se nota, a la legua, que el Presidente está muy solo, hasta en los consejos de Gobierno. Los ministros, grosso modo, cada uno trabaja para su agenda, pero no trabajan para el Presidente, su jefe administrativo, a más de ser el jefe político, entendida la política como una orientación consciente y madura de lograr unas metas, con mayor importancia y urgencia algunas que otras.
Existe una explicación: casi todos los ministros son advenedizos, vienen de otras escuelas y nichos partidistas, empresariales o académicos. De tal manera que la presentación de un equipo pluralista y multifuncional de cara a la Nación, con sentido democrático, engendra también la dificultad: el compromiso no nace de un trabajo con el Jefe del Estado donde se compenetran e intercambian métodos, estilos y metas armónicamente, sino que cada uno viene por lo suyo, particularmente el Ministro del Interior. Inclusive, alguno ha querido ser más estrella que el propio Presidente. Lo ven de provincia, lo objetan joven y se pinchan de importantes.
En otros brilla una enorme mediocridad, aunque son los menos. Y digamos de una vez por todas: no basta ser hombre para ser un buen funcionario público, tampoco basta ser mujer para fungir de excelente Ministra o jefa de un Departamento Administrativo.
Pero si al Presidente se le ve muy solo, no deben olvidar sus ministros y funcionarios similares que los votos los tiene Uribe Vélez. Que su prestigio se lo ha ganado en franca lid y no en los escritorios, ni en los clubes, ni en las juntas directivas, ni en los tertuliaderos de los directorios partidistas. Que las clases medias y populares de este país, nudo esencial de la democracia, lo miran desde el llano, la sabana y la montaña con la preocupación de que si sus coequiperos tienen garantía para el cargo por cuatro años, por mera generosidad de Uribe, debería preavisar a algunos para bien de la República y, además, para una mejor salud física y mental del Presidente.
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