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LA ÚLTIMA ESPERANZA DE MICOAHUMADO

Bajo un cobertizo de palma, en las estribaciones de la Serranía de San Lucas, el guerrillero Pablo , uno de los comandantes del frente José Solano Sepúlveda, del Eln, se muestra desconcertado ante las propuestas y exigencias que les vienen haciendo desde hace tres meses los habitantes de Micoahumado, un corregimiento de cuatro mil habitantes incrustado en las montañas del sur de Bolívar.

Bajo un cobertizo de palma, en las estribaciones de la Serranía de San Lucas, el guerrillero Pablo , uno de los comandantes del frente José Solano Sepúlveda, del Eln, se muestra desconcertado ante las propuestas y exigencias que les vienen haciendo desde hace tres meses los habitantes de Micoahumado, un corregimiento de cuatro mil habitantes incrustado en las montañas del sur de Bolívar.
Lo que más sorprende a Pablo , quien habla en medio de la penumbra que deja una linterna apuntada hacia el piso, es que los habitantes de este pequeño caserío se hayan negado a abandonar el pueblo, a pesar de la amenaza tajante del Eln y de las Farc de lanzar un ataque masivo para desalojar a los miembros de las autodefensas que patrullaban las calles del pueblo.
Luego de decidir que se quedaban, y como si se tratara del esfuerzo final de un náufrago, los líderes de la comunidad buscaron a los jefes paramilitares para pedirles que no se bañaran en las casas de los civiles y que se llevaran del pueblo la base y las trincheras.
También les pidieron que suspendieran los ataques en algunas zonas porque querían dialogar con la guerrilla.
Asombra que una comunidad pequeña haya tenido la valentía, el coraje de enfrentar a unos actores armados , dice - Pablo - . Eso nos debe poner a pensar a todos los grupos armados , agrega.
Es casi medianoche. Estamos sentados sobre troncos de madera en una hondonada de escasos arbustos y vegetación rala, a más de dos horas de viaje desde las calles de cascajo y tierra de La Plaza, el principal caserío de Micoahumado.
El guerrillero confiesa que no tiene respuestas para el pedido de la comunidad de que no entren uniformados ni armados al pueblo, como hacen desde hace más de veinte años.
Tampoco han definido si retiran las minas de las zonas de cultivos y las declaran áreas vedadas para la guerra. Esos temas, incluso, están siendo debatidos por el comando Central del Eln, dice Pablo .
Esta historia que tanto desconcierta a los elenos comenzó el pasado 2 de diciembre. Ese día, hacia las tres de la tarde, irrumpieron en Micoahumado unos 300 paramilitares del Bloque Central Bolívar.
Aparecieron por el sector de El Solito, después de combatir durante casi cinco horas con la guerrilla. Los habitantes que había decidido quedarse en el pueblo, con la esperanza de que las banderas blancas ondeando en las fachadas disuadieran a los atacantes, se sorprendieron con los saludos amables de los paras .
No llegaron rompiendo puertas ni golpeando a la gente, como hicieron las primeras veces que mataron a un señor y saquearon las casas y los negocios , dice una mujer que ese día fabricó una bandera con una sábana blanca y descosió varias fundas del mismo color para repartirlas entre sus hijos.
Ella todavía recuerda que en noviembre de 1998, durante la primera incursión, los paramilitares quemaron seis casas, obligaron a algunos campesinos a rozar zonas supuestamente minadas y se llevaron ganado, televisores y equipos de sonido.
Año y medio después regresaron y mataron a Rafael Rincón, un habitante de la vereda La Conformidad. En octubre del 2000 repitieron la incursión, cuenta una mujer que lleva más de veinte años en este corregimiento fundado hacia 1970 por colonos antioqueños.
Un día pasó un muerto
Para esa época, el Eln ya había comenzado a rondar y, ante la ausencia del Estado, ese grupo comenzó a dirimir pleitos, a fusilar y a expulsar a los que consideraba indeseables y crear impuestos y sanciones.
Algunos campesinos, incluso, afirman que durante años la guerrilla los presionó para que construyeran carreteras y caminos entre las nueve veredas de Micoahumado.
Para mantener ese dominio, amenazado por la incursión paramilitar de diciembre pasado, el Eln desató estrategias de guerra que terminaron por enardecer a los campesinos.
A los dueños de camionetas les prohibieron entrar víveres; colocaron minas en el acueducto y cortaron los tubos del agua y, finalmente, les dieron plazo hasta el 12 de diciembre a los habitantes de La Plaza para que desocuparan el pueblo o, de lo contrario, no respondían por sus vidas.
Pero pudieron más la ganas de defender sus viviendas que las amenazas, el traqueteo de los fusiles en los alrededores del pueblo y la presencia de los paramilitares. Además recibieron la visita de algunas ONG y del sacerdote Joaquín Mayorga, de la diócesis de Magangué, con quien convocaron a la comunidad a una reunión en la placa polideportiva.
Quiénes están dispuestos a quedarse? , preguntó el padre Mayorga a través de un megáfono, al iniciar la reunión.
Un campesino recuerda que más de cien manos se levantaron ante los ojos vigilantes de los paras .
Enseguida votaron por buscar ellos mismos una salida pacífica. Nombraron una comisión de diálogo para que hablara con paras y guerrilleros.
El pueblo se había quedado sin agua y los víveres comenzaban a escasear. Los combates habían cesado horas antes, pero se presagiaba una nueva ofensiva de los paras a posiciones de la guerrilla, en los montes cercanos.
En una casa del pueblo se reunieron con los jefes paramilitares. Estos habían cavado trincheras a la entrada del poblado, y, desde allí, organizaban los ataques casi diarios pero los guerrilleros del Eln, con refuerzos del frente 37 de las Farc, los recibían con pipetas de explosivos y metralla.
Por aquí pasaban los heridos... un día pasó un muerto que llevaban amarrado a un burro y le había puesto un trapo negro en cara , cuenta Brigite y desgonza los brazos para imitar al muerto. Tiene ocho años. Mientras habla, Brigite refuerza sus descripciones con las manos, como si estuviera narrando una película de guerra.
Después de hablar con los paras en una casa del pueblo, la comisión salió a buscar a la guerrilla. Llegaron de noche a la vereda El Progreso y durmieron en un cobertizo, mojados y hambrientos. A la madrugada arribó un guerrillero enviado por el Eln para guiarlos en medio de los campos minados.
Tras una caminata de tres horas se encontraron con Samuel , el jefe del frente José Solano Sepúlveda. Esa mañana el Eln se comprometió a no atacar el pueblo, a desminar la bocatoma y a permitir la entrada de alimentos.
Tres días después, los campesinos pudieron reparar la tubería del acueducto. Los combates se reanudaron de manera feroz el día de Navidad y se prolongaron por cinco días. El tableteo era tan intenso el 24 de diciembre, que todos los habitantes se refugiaron en sus casas.
En los días siguientes se reunieron tres veces más con cada bando. En esos encuentros lograban nuevos compromisos por parte de los armados: no usar civiles como informantes, no combatir en zonas habitadas, permitir los diálogos con el enemigo, aun en medio de los combates, y no matar ni maltratar a los civiles.
La salida de los paras
Después de mes y medio de combates y escaramuzas, las autodefensas abandonaron en silencio el pueblo durante la noche del 17 de enero. Desde entonces, la comisión de diálogo mantiene reuniones esporádicas con ellos en algún lugar, a orillas del río Magdalena, pues los jefes paramilitares les han ratificado que mientras el Eln siga en la zona, ellos van a combatirlos.
Además, han comenzado a tocar puertas para reactivar la fábrica de café orgánico Micoahumado y la asociación de productores de frijol, para generar alternativas a los cultivadores de coca.
Hace un mes nombraron a 85 delegados a una asamblea popular constituyente que liderará todo el proceso. Dentro de poco también expedirán las normas de convivencia (ver recuadro).
Esta noche, en el cobertizo de la Serranía de San Lucas, dos líderes campesinos y el sacerdote Mayorga lograron otro acuerdo importante. Pablo se comprometió a no intentar ninguna acción de sabotaje contra un alto funcionario del Gobierno, cuya visita gestiona la comunidad para fortalecer lo que han denominado el Proyecto de Paz, Justicia y Vida de Micoahumado.
Hacia las dos de la madrugada regresamos a La Plaza. Las calles estaban desiertas. Con la luz de la luna se alcanzaban a ver movidas, por el viento, algunas banderas blancas en las fachadas de la calle principal.
En estos trapos y en la decisión de no cederles su espacio a los armados, se sustenta el proceso. Frágil, sin duda, pero al fin y al cabo, la última posibilidad para resistir en paz la arremetida de quienes han intentado convertir sus huertas y sus viviendas en trincheras y campos de batalla.
DIH SILVESTRE
Estas son algunas de las normas de convivencia que la asamblea popular constituyente de Micoahumado someterá a discusión en las nueve veredas de ese corregimiento.
- Se prohiben los informantes, para uno u otro bando, que desestabilicen la tranquilidad de la población. La primera vez que se le compruebe será retenido en un calabozo comunitario y si reincide será expulsado de la región.
- Se prohibe vender bebidas alcohólicas a personas armadas o uniformadas.
- Toda persona mayor de 15 años, productiva, debe aportar cinco mil pesos mensuales para desarrollo del pueblo.
- Se prohibe a cualquier grupo armado utilizar civiles para cobrar tributos .
- Se prohibe a los grupos armados asistir a las reuniones de la comunidad.
- Toda persona que utilice a un grupo armado para solucionar sus problemas personales, será considerado como miembro de la organización a la cual utilizó.
- Ningún conductor o dueño de vehículo puede transportar gente armada; de ser obligado, debe entregar la llave.
- Todo vehículo de servicio público debe guardar 500 metros de distancia con los vehículos que transporten personal armado.
- Queda prohibido el ingreso de vehículos con más de cinco cilindros de gas.
- Toda persona que arme desorden publico (peleas) será multado con dos bultos de cemento.
- Toda persona mayor de 15 años deberá asistir a las reuniones de la comunidad. Si no lo hace será multado con un salario mínimo diario.
- Toda persona mayor de 15 años deberá estar afiliada a una organización social.
FOTO/Owen Joya
1- La plaza, el principal caserío de Micoahumado, vive sus domingos bajo una aparente calma.
2- La comunidad busca que el Eln levante de sus caminos y áreas de cultivos campos minados como este, ubicado a un lado de la vía entre Morales y La Plaza.
3- El padre Joaquín Mayorga (camiseta blanca) es uno de los impulsores del diálogo. Otras dos iglesias también participan.
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