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VOLUNTAD ARTÍSTICA, CONCEPTO Y EJECUCIÓN.

El jueves pasado se inauguró en el Museo de Arte Moderno de Bogotá la exposición Viaje al fondo de la tierra del artista Nadín Ospina, la cual reúne obras de los últimos seis años.

La exposición trasciende los valores puramente formales para adentrarse en tópicos que ponen en cuestión algunos de los conceptos asumidos del arte moderno: la autoría, los referentes culturales, la cita, la originalidad, la factura, la figura del artista creador.
Una de las preguntas planteadas por Marcel Duchamp al incluir un orinal en el contexto de un museo, era quién hace la obra? La respuesta moderna es obvia: el artista. Sin embargo, Duchamp contradice: no, es el museo, su acción validatoria lo que le confiere a un objeto dado su estatus social de obra de arte. Nadín Ospina lleva a extremos perversos la respuesta a esta pregunta. Para las primeras obras de la exposición, el artista contrata a falsificadores de piezas precolombinas (hay que anotar que en el país existe un enorme tráfico de falsificaciones), y les encarga la realización de cerámicas y piezas en piedra, que son hechas con los materiales y las técnicas ancestrales, pero introduciendo sutiles variaciones en la iconografía. En una labor sincrética, se incorporan los rasgos precisos de figuras que provienen del imaginario infantil, como Mickey Mouse, el pato Donald y particularmente Bart Simpson, la popular serie concebida para adultos, en la cual la crítica mordaz a la banalidad de la sociedad mediática y de consumo norteamericana es una constante.
En la última sala se presenta la serie que le da título a la exposición, producto de una beca otorgada por la Fundación Guggenheim. El artista tuvo la intuición de realizar este proyecto a partir de la exposición Tras las huellas, presentada en la Biblioteca Luis Angel Arango en 1996, que mostraba documentos y objetos recolectados, realizados o encargados por los viajeros Stbel y Reiss como resultado de un viaje por América con intenciones arqueológicas y etnográficas. Una de las cosas que le interesaron particularmente a Ospina fue el hecho de que gran parte de los dibujos que reproducían la flora, los tipos humanos, los objetos arqueológicos y el paisaje habían sido realizados por dibujantes profesionales en Europa, que jamás visitaron los territorios que con tanta precisión (a partir de descripciones y esquemas) ilustraban.
De allí surgió la idea de encargar a pintores profesionales la realización de obras bidimensionales (pintura y dibujo) en las cuales se incorporaban los mismos elementos formales que en el trabajo en cerámica desde diferentes estéticas (Zurbarán, los grabados del inca Guaman Poma, etc), en un trabajo conceptualmente inverso al arqueológico: inferir una realidad (en este caso inexistente) a partir de sus supuestas representaciones.
Actualmente existe un litigio respecto a la autoría de las obras de Nadín entre el artista quien define los parámetros conceptuales, concibe formalmente las obras y da instrucciones precisas para su realización y uno de los ejecutores de las mismas, quien alega una co-autoría. Nuestra ley no se basa en precedentes sino en doctrina; pero si se llegara a fallar en contra del artista gracias a una ley de derechos de autor mal formulada o mal interpretada, se estaría abriendo una peligrosa brecha por la cual podrían colarse otras reclamaciones infundadas, como por ejemplo aquellos operarios que funden piezas en bronce para un artista, o que ensamblan sus esculturas. Los derechos morales sobre una acto creativo son irrenunciables, pero donde está el límite que separa un encargo preciso y la instancia creativa implícita en su realización? Es evidente que la diferencia radica en la voluntad artística. Una vez se le preguntó a un asistente de Richard Long, el artista inglés del movimiento Land Art quien trabaja con piedras, cortezas y otros materiales genéricos si un guijarro que le mostraban era un Long original. Su respuesta fué diciente : si fue vendido por la galería D Offay y tiene certificado de autenticidad, entonces si. si no, no . Una piedra no es igual a otra piedra. El asunto con la obra de Nadín Ospina y su sub-ejecutor se puede resolver si se invierte el argumento: Si este último pinta sus propios cuadros, se trata de un Nadín Ospina? tendrán el mismo valor en el mercado? la lógica y el sentido común terminarán por imponerse en este interesante impase, que pone en evidencia las complejidades inherentes al ejercicio del arte contemporán
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