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BUEN CLIENTE

En casi todas las esquinas de la Barranquilla vieja había una tienda. Era un sitio donde se encontraba desde la yuca y el plátano hasta el jabón de lavar y las velas para alumbrar al santo que centraba la devoción familiar.

Allí llegaba la señora ama de casa, la cocinera y la sirvienta, la niña quinceañera en busca de las horquillas para el cabello y los pelaos para comprar las bolitas de uñita. Generalmente estaban regentadas por el propietario y su mujer, de procedencia antioqueña o santandereana, alguna que otra vez barranquilleros de cepa. Solían ser personas agradables que atendían con cierto afecto, no exento de recelo cuando las cifras de las compras apuntadas llegaba a cierta cantidad, pero primaba un criterio bona fide y confiaban en el buen cliente.
Buen cliente era quien, más tarde o más temprano, pero siempre, daba la cara , esto es, explicaba la razón de la demora en el pago y tanto mejor aún era quien llegaba con los pesitos para cancelar la cuenta.
La libreta donde se apuntaba el crédito concedido era llevada con cierto descuido, pero la memoria de los tenderos era más que suficiente para compensar cualquier desorden contable. Y no era discutible porque se creía en la honradez del proveedor cotidiano.
Semejante sistema llevaba el panadero, que llegaba con su burro con sus dos barriles llenos de diversas formas del mismo pan y que anunciaban su llegada a la puerta golpeando con la vara de arriar al animalito el costado del barril.
La leche también se despachaba a domicilio, medidas por botellas y fiada también por semanas vencidas. Quien pagaba diariamente era un magnifico cliente, pero quien lo hacia semanalmente y hasta quincenalmente, también lo era. Los abastecedores comprendían la situación del comprador y sentían una sincera solidaridad con quien no podía pagar oportunamente. Lo que, aunque se crea lo contrario, obligaba más al deudor.
Estas reminiscencias de mí infancia las traigo a colación para lamentar la desaparición del concepto de buen cliente , que hemos comprobado quienes vivimos tantas décadas que ya casi nos saben a demasiada, dada la situación triste de un país en el cual el progreso llegó antes de que la civilización se afianzara en su sociedad, haciéndonos humanos.
Hasta hace poco, por ejemplo, tener una cuenta bancaria bien manejada, esto es, con ingresos suficientes para cubrir los giros durante largo tiempo y mantener un promedio mensual sostenido, así fuese modesto, lo convertía a uno en un buen cliente. O sea, en alguien confiable, a quien de presentarse una duda en su cuenta corriente, se le advertía para evitar que quedara en descubierto . Con la llegada de los ordenadores (que no computadoras, palabra impropia aparte de sonar feo) el titular de una cuenta corriente no es Adán Pérez Serás, sino el 0092-43167, de manera que el sistema no sabe más de él que el escueto movimiento de las cifras, sin tener en cuenta para nada si es o no antiguo cliente del banco, excelente pagador de sus compromisos, observante cuidadoso de las normas bancarias, sino que, cuando alguna vez, así sea por error y lo que es peor, hasta por demora de la entidad bancaria en acreditar una consignación (aunque sea un cheque de gerencia, que ahora lleva trámite de canje o transferencia como si fuera personal) o porque los cargos por sacadas en un cajero automático hechos en viernes no se hacen hasta el lunes o martes, si te fías del dato que te da el 9800-9. un lunes puedes caer en el grave pecado de no tener fondos suficientes para cubrir un cheque girado en ese día. Pero, eso no es un error del banco, porque eso es el sistema y tu debes adivinarlo.
Encima, la entidad que recibió tu cheque te aplica el código del comercio y te castiga la carencia de $12.000, con una sanción que alcanza a cinco o seis veces esa suma. !Manes de la inteligencia colombiana que castiga un error y perdona los asesinatos en masa Buen cliente? Mamola ! El computador te fusiló y los bancos siguen perdiendo ...
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