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MENTIRAS Y ERRORES EN EL CASO OROZCO

La investigación por el asesinato del cantante de El Binomio de Oro, Rafael Orozco, se convirtió en sus inicios en un montón de folios plagados de mentiras que estuvo a punto de echar al traste el esclarecimiento de los hechos.

Omisiones graves, y la vinculación de personas ajenas al homicidio del artista contribuyeron a dilatar el proceso que tuvo que esperar seis años y cinco meses para conocer un fallo definitivo
Ante cuatro de los cinco investigadores por los que pasó el caso se acercaron muchas personas que mentían descaradamente, sin que se haya establecido qué razones las motivaron a presentar declaraciones sin fundamento.
Toda esta trama de engaños quedó descubierta al romperse la reserva del expediente, tras las providencias que absolvieron de su vinculación en el crimen a Jorge Navarro Insignares, Francisco Manuel Corena Moreno y Alfonso Ariza De la Hoz.
Los tres fueron exonerados de responsabilidades el 19 de agosto por el Juzgado 4o. Penal del Circuito, sentencia que confirmó el martes la Sala Penal del Tribunal Superior, como informamos ayer.
Las dos instituciones acogieron lo dicho por el fiscal Luis Felipe Colmenares Russo respecto a que los asesinos fueron José Reynaldo Fiallo Jácome, como autor intelectual y Sergio González Torres, alias Tato , como la persona que disparó. También admitieron el móvil pasional del homicidio.
El atentado y las mentiras
Rafael Orozco fue asesinado el 11 de junio de 1992 frente a su residencia en el norte de Barranquilla. Eran las 9:45 de la noche y dialogaba con Francisco Javier Corena y Alfonso Ariza De la Hoz, cuando apareció un pistolero y lo atacó a tiros. Corena y Ariza llegaron hasta donde el artista a prestarle unas tumbadoras.
La cadena de mentiras comienza al día siguiente del crimen. A la Policía llegó voluntariamente un individuo que dijo llamarse Javier Enrique Arias Martínez.
Afirmó que presenció el momento en que dos hombres entregaban a Orozco a otros tres, quienes después de golpearlo hasta dejarlo tendido en el piso le dispararon y se alejaron en una camioneta y en un automóvil Mazda.
Señaló como estas personas a los hermanos Porfirio y Diomedes Zubiría Redondo y a Orbys Campo Valdeblanquez, a quienes identificó luego en un álbum fotográfico. La Policía capturó a los tres y les inmovilizó un Mazda.
Para las autoridades la investigación marchaba sobre ruedas. Sin embargo, cinco días después Arias Martínez volvió a declarar, pero esta vez identificándose como José Luis Ospino Ariza, y tranquilamente varió todo su dicho inicial.
Dijo no saber de la muerte que se investigaba, y que en una dirección muy distante de la casa de Orozco, el día del crimen alguien le preguntó si sabía dónde vivía el artista. Agregó que ese individuo iba seguido por otros tres que se transportaban en un Mazda.
Pero faltaba más, el 31 de julio de 1992 el mencionado Arias u Ospino vuelve a declarar, y da un giro de 180 grados respecto de todo lo que había afirmado antes.
Sostiene ahora que en realidad nunca vio ningún vehículo, ni puede sindicar a sujeto alguno. Y lo más grave: que fue la Policía la que le señaló a los supuestos involucrados para que los identificara. Afirma también que jamás había visto a los hermanos Zubiría y a Campo Valdeblanquez.
Por estas irregularidades en la declaración de Arias Martínez se abrió una investigación contra la Policía, cuyo resultado nunca se conoció.
La cadena de engaños continúa con la entrada en escena de un testigo de identidad reservada, que en el proceso 1.730 de la Fiscalía Regional de Bogotá relata que el crimen lo dispuso el llamado cartel de la Costa.
Este testigo involucra a Navarro y a un Del Veccio como autor material, y exonera a Fiallo, de quien dice no tenía nada que ver con el asesinato.
Esta versión también se desplomó al comprobarse que Navarro no estuvo en el lugar del homicidio, y que Fiallo tenía la pistola con que mataron a Orozco.
Ariza y Corena
Para el fiscal Colmenares Russo llamó la atención la serie de declaraciones de los testigos excepcionales, Alfonso Ariza De la Hoz y Francisco Manuel Corena Moreno.
De acuerdo con el investigador, los dos alteraron en tres oportunidades lo que vieron el 11 de junio de 1992, y por eso fue que los llamó a juicio como posibles cómplices.
Según el fiscal, la noche del crimen describieron al criminal ante la Policía como un hombre delgado, de cabellos lacios, joven, de 28 a 30 años, que vestía camiseta azul, jean blanco y tenis.
Al día siguiente Corena repite la versión, y menciona por primera vez a Jorge Navarro, de quien dice tendría razones para matar a Orozco en su condición de padre celoso, dado que el cantante mantenía relaciones con su hija.
El 25 de junio de 1992 ante un Juez modifica lo anterior, y afirma que no vio la cara del asesino, a pesar de haberle dado a la Policía un retrato hablado.
El 26 de junio, y mientras el Juzgado que tenía el caso adelantaba una inspección judicial en la casa de la víctima, señala directamente a Jorge Navarro como el asesino, a quien no había delatado antes por temor .
A su vez Ariza, agrega el fiscal, manifestó el 30 de junio que sí le vio la cara al asesino, y que en cuanto salió la foto de Navarro en la prensa lo identificó como el pistolero, pero que en la Sijín no dijo nada también por temor a perder la vida.
El 4 de agosto de 1992 reitera que quien disparó fue Navarro Insignares, y añade que la noche del crimen se lo dijo a la esposa del artista, e insiste en que ocultó la verdad por razones de seguridad. Por estas declaraciones la Fiscalía encarceló durante nueve meses a Navarro Insignares.
Pero no solo fueron las mentiras de los testigos las que convirtieron el caso Orozco en un proceso particularmente complejo por la cantidad de hipótesis que plantearon sobre autorías y participantes, los yerros judiciales que planteó en una oportunidad el fiscal Colmenares no fueron ajenos a enredar algo de por si muy enredado.
Por ejemplo, Colmenares cuestionó lo que llamó investigación paralela de la Policía, fuera de todo contexto judicial cuando ya había un Juez de la República al frente del caso .
También censuró a la Policía por no clasificar las vainillas recogidas en el lugar del crimen y no enviarlas al juez para el examen balístico; además de embolatar un retrato hablado hecho por el testigo Corena la misma noche del crimen.
Todas estas irregularidades, concluyó el Fiscal, contribuyeron a desviar irresponsablemente la investigación en su fase inicial sindicando a personas ajenas, y en cambio se evadió la vinculación de Fiallo cuando éste aún vivía.
La maldicin del expediente
Un sino trágico rodeó al expediente que se adelantó por la muerte del canta-autor vallenato Rafael Orozco. Ocho personas que tuvieron algo que ver con el caso, ya sea como procesados, simples testigos e incluso investigadores, perdieron la vida en forma violenta o se encuentran desaparecidos.
La lista la encabezan los propios responsables del homicidio, José Reynaldo Fiallo Jácome y Sergio González Torres, quienes el 18 de noviembre de 1992, cinco meses después del asesinato de Orozco, fueron muertos a tiros en un restaurante situado en Medellín.
Luego desapareció el testigo Víctor Herrera Ortega, celador de una construcción vecina a la residencia del artista, quien presenció el atentado. Herrera declaró ante la Policía el día siguiente del asesinato, después ante la entonces juez Carmen Marina Collante y nunca más se volvió a saber de él.
El 4 de abril de 1993 fue asesinado al norte de Barranquilla Orbys Campo Valdeblanquez, uno de los primeros capturados como presunto responsable y quien luego recobró la libertad inocente de cualquier responsabilidad.
El 16 de julio de 1993 pereció en Barranquilla arrastrado por el caudal de un arroyo el fiscal Jorge Paternostro Barrios, quien inició el proceso cuando entró a funcionar la Fiscalía.
Después del 4 de agosto de 1992, cuando rinden su última versión ante la Fiscalía, desaparecen los testigos Alfonso Ariza y Francisco Javier Corena. Hasta el momento sus paraderos son un misterio.
En esta lista de muertes violentas se incluye la del acordeonista Juancho Rois, quien declaró en el proceso para confrontar lo dicho por Ariza y Corena. El músico falleció en un accidente aéreo en Venezuela.
Fiallo pidi su indagatoria
El nombre de José Reynaldo Fiallo lo comenzó a mencionar la Policía desde los inicios de la investigación como el posible asesino de Rafael Orozco, pero nunca fue capturado. Sin embargo, a través de su abogado William Cabarcas solicitó a la Fiscalía que se le escuchara en indagatoria.
El entonces fiscal Jorge Paternostro (q.e.p.d) no lo consideró procedente y sólo lo citó a una declaración jurada a la cual Fiallo no asistió. Posteriormente Fiallo pide una nueva cita con la Fiscalía, pero tampoco se hizo presente. A partir de entonces se pierde su rastro y entra en el anonimato definitivo.
De su muerte no se tuvo conocimiento inmediato por parte de la Fiscalía, ya que cuando lo mataron tenía una cédula a nombre de Jorge Méndez Benítez, expedida con el número 8.793.429 de la registraduría de Galapa (Atlántico).
De Fiallo la Fiscalía dijo que el Juzgado 5o. Penal del Circuito de Cartagena le siguió un proceso por homicidio.
Nació el 24 de enero de 1964 en Villa del Rosario (Norte de Santander), pero niño emigró con sus padres a la capital de Bolívar.
Su muerte en Medellín fue atribuida a vendettas entre subgrupos aliados al cartel de Medellín.
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