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ENIGMÁTICA LAGUNA VERDE

Los largos caminos exigen largas fidelidades . Es la primera lección que les di. Y a medida que se alargan los caminos las fidelidades se vuelven más hermosas , seguía yo martillándoles. Lo aprendí tras decenas de miles de kilómetros de sudores, a pie por la piel del mundo, acariciándola. Los fui formando a lo largo de varios años. Hoy, ellos, Los andariegos del mundo y Los caminantes del retorno llevan grupos pequeños de gentes deseosas de vivir la comunión con la naturaleza. Cada ocho días sus brújulas apuntan a montañas, bosques, lagunas, páramos, valles y parajes escondidos, donde ellos y quienes quieren acompañarlos reconocen la exultante verdad de mi descubrimiento sobre las largas fidelidades.

Fuimos a Laguna Verde. Pasamos por el Neusa y en la parte más alta de la carretera, en la vía a San Cayetano, nos dejó el bus. Marchamos en silencio; así sentimos la inmensa música de las cosas , como dijera Teilhard de Chardin.
Sólo así podemos detenernos frente a cada flor, a cada insecto, en cada vuelta del camino. La segunda regla es evidente, al menos para nosotros: nada de bebidas alcohólicas. Con la contemplación de los pequeños seres y la admiración de los grandes espacios abiertos nos embriagamos. El grupo avanza despacio. Al fondo se ven los picos a cuyos pies duerme la Laguna Verde su sueño.
Allí la veneraron los chibchas y allí la adoraremos nosotros. El páramo está escandalosamente florecido. Los frailejones plateados y los amarillos se destacan por su vistosidad. En cada excursión Los Caminantes y Los Andariegos entregan un texto memorable. El de hoy es de uno de nuestros pensadores de cabecera: Henry David Thoreau: Si puedes recibir el día y la noche con alegría, si hallas en la vida una fragancia semejante a la de las flores y a la de la hierba perfumada, ese es tu mayor triunfo.
La verdadera cosecha de mi vida diaria es algo tan intangible como los tonos de la mañana y de la tarde. Es una estrellita fugitiva, un segmento del arco iris del cual me he apoderado . El esplendor del páramo y las palabras de Thoreau harán inolvidable nuestra excursión a la laguna.
Tras el espejo de agua
Llegamos a la casa de don Argemiro y doña Adela. Ya los conocíamos. Nos reciben con alegría, y... con tinto, papa y arepa. Con sus hijos forman una hermosa familia. Las mejillas están coloreadas por los fríos paramunos y las nobles manos encallecidas por el trabajo del campo. Al lado de la casa hay una cancha de tejo. A veces en la naciente noche se reúnen a interpretar música guasca. Esas veladas figuran en nuestros apuntes de diario y en nuestras experiencias como momentos inolvidables.
Una vez yendo al trabajo don Argemiro encontró una chaqueta de cuero. El escudo y los papeles indicaban que pertenecía a un piloto. La chaqueta había caído del cielo, de una avioneta. Se puso en contacto con el propietario y le entregó la prenda con todo... y dinero y tarjetas de crédito. La honradez es flor del campo, todavía.
Las cámaras fotográficas se detienen sobre las flores y las ranitas. Una de estas, de color verde, busca el calor de las hojas afelpadas del frailejón y allí estira las patas, sofisticada y sibarita. Un águila vuela sobre nosotros: es la geranoetus melanoleucus, como llaman los biólogos a este soberbio animal.
Nos detenemos a mirarla... y a envidiarla. Pensamos, con tristeza, en las épocas en que los cóndores señoreaban estos dominios. Encontramos parcelas de frailejones quemados: están preparando tierras para sembrar papa. Terrible la lucha para salvar nuestros recursos naturales! El hambre y la necesidad de hoy enfrentados a los recursos y a la vida de mañana. Un noticiero de televisión ganó un concurso de ecología con un reportaje realizado en este páramo. Después del galardón recibido y la autopropaganda no volvieron a cumplir lo prometido: sembrar árboles y canalizar el riachuelo.
Habitar responsablemente un espacio natural, aunque sea por algunos segundos implica, comprometerse con él, respirarlo a través del silencio e impregnarse de su espíritu. Recorrerlo es adentrarse en la posibilidad de sentir la vida de una manera diferente , dice el ideario de Los Caminantes y Los Andariegos . Así exactamente estamos viviendo hoy esta excursión a la Laguna Verde.
El viento y el sol, ambos especialmente violentos en los páramos, se aunan para que nuestros rostros conserven durante varios días su huella. Llegamos al borde de la laguna, larga, misteriosa. Seguramente aquí también, como en las demás lagunas asentadas sobre 3.000 metros, celebraron los chibchas el rito del Dorado. Lo imagina uno, un tanto engarrotados por el frío, rodeando la laguna, mientras el cacique avanzaba, aguas adentro, para rendir tributo a los dioses, arrojando tunjos de oro y lanzándose él mismo, desnudo y cubierto el cuerpo con polvo de oro adherido a la piel gracias a la resina del frailejón. Nosotros amamos esta planta y la llamamos el dios del páramo.
Subimos la colina para contemplar el espejo del agua desde la cumbre. Y allí levantamos las carpas. Por la noche los dioses chibchas nos premiaron con un dombo millonario en estrellas sugerentes. Cada una de ellas indicaba un camino diferente, largo como nuestras fidelidades.
Salimos enfundados en nuestras chaquetas a gozar del íntimo espectáculo. Nadie hablaba. Hacerlo hubiera sido profanar el misterio. Estrellas fugaces invitaban a musitar deseos. Todos albergamos uno, el mismo: que los colombianos salgan a recorrer con respeto los caminos de su país, con el corazón listo a las emociones y el alma a las bellezas de la tierra. Tres horas después, caldeados por el fuego del corazón que luchaba contra una temperatura exterior de 5 grados bajo cero, vimos cómo una luna imponente aparecía y rielaba sobre el agua. Qué más podíamos pedir?
Al amanecer del otro día dimos la vuelta a la laguna, hundiéndonos en el barro hasta la rodilla en algunos tramos. Es bueno sentir así la caricia de la tierra. De ella estamos hechos.
Al regreso jugamos un partido de fútbol con la familia de Argemiro. Terminamos con un honroso empate a cinco goles. Los porteros no fueron una maravilla. La excursión sí lo fue. El silencio, el respeto, la disponibilidad para recibir los mensajes de la Naturaleza, la compañía de personas que vibran por las mismas cosas elementales y grandiosas, todo había contribuido a hacer de la excursión un aliento para las tareas de la semana.
La cita sería el domingo siguiente en otro itinerario. Los andariegos del mundo habían anunciado salida al Páramo de Sumapaz y las lagunas de Bocagrande y Los caminantes del retorno a las lagunas de Siecha, sagradas en la mitología chibcha. Vivir así cada fin de semana es darle un hermoso sentido a la vida. Las fidelidades se tornan más hermosas.
DATOS VITALES
TRANSPORTE
Se va en bus: va a San Cayetano, pasando por Zipaquirá, Cogua y Neusa. En la parte alta del páramo, en la Laguna Seca, se inicia una caminata hacia la derecha. Allí el camino está marcado: en 40 minutos, siguiendo las indicaciones, se accede a la laguna Verde.
Informes: Carlos Alfonso Avellaneda de Los Caminantes del Retorno, tel: 2326864 y, Carlos Alberto Camargo de Los Andariegos del mundo, tel: 2220978.
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