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EL BÓXER TE PEGA AL INFIERNO...

Ana Dilia, una mujer de 25 años con apariencia de muchacho de 13, contesta desafiante: Chupo bóxer porque no me gusta la hp... bandeja paisa... .

Su respuesta denota el profundo resentimiento de una mujer habitante de la calle que gasta los mejores años de su juventud comiendo sobras, aguantando frío y haciendo fila al menos dos madrugadas al mes en el hospital de La Misericordia, pues su único compañero permanente es un agudo dolor de cabeza.
El dinero que mendiga es suficiente para comprar la única medicina que, asegura, le cura sus males: el bóxer. El inhalar todas las noches este pegante de uso industrial no sólo le hace olvidar su condición. También la lleva a hablar con los seres que un día la abandonaron: sus padres.
Cuando uno está trabao se le aparecen los cuchos a uno y le hablan y le dan consejos. Es lindo. Yo hablo con ellos, pero luego lloro mucho porque se largan y me dejan aquí tirada una vez más , asegura la mujer. Pero mientras el efecto del pegante transporta la mente de esta muchacha hacia el paraíso , la sustancia se queda incrustada en sus pulmones, estómago y cerebro y ello la va llevando día a día a estar más cerca de la muerte.
Como Ana Dilia, hay miles de personas en su mayoría niños que hacen uso de estas sustancias para afrontar sus miserables vidas. Las sustancias inhalantes tienen gran aceptación entre los habitantes de la calle porque inhiben la sensación de hambre -la marihuana, en cambio, estimula el apetito-, su bajo costo y a que no es delito portar un frasco de pegante. Lo venden en cualquier esquina y dura mucho más que un cigarrillo de marihuana o de basuco.
Inhalando cifras
Sobre la incidencia del consumo de este tipo de sustancias, en Colombia no existen estudios que permitan hacer un diagnóstico real de la situación. Estimativos hablan de medio millón de personas adictas al bóxer, casi todas en Antioquia, Valle y Bogotá.
El primer punto de referencia sobre el consumo de estas sustancias lo presentó, entre 1986 y 1990 de manera tangencial el Instituto Nacional de la Salud (INAS), que incluyó en una encuesta la pregunta: Ha consumido usted durante su vida alguna de las siguientes sustancias: marihuana, cocaína, bóxer o gasolina? . En 1987, la Universidad de Antioquia contrató otro estudio para determinar lo mismo en una muestra de 2.000 personas.
Pero los estudios no eran representativos. Por eso, a finales de 1991, la Dirección Nacional de Estupefacientes convocó a todas las universidades y centros de investigación para que hicieran un estudio nacional. De los proyectos presentados, se escogió el trabajo Estudio Nacional de consumo de sustancias sicoactivas en Colombia , de la Fundación Santa Fe y la Escuela Colombiana de Medicina. La investigación, patrocinada por la embajada de los Estados Unidos, demostró que el consumo de bóxer, thinner y otros inhalantes no es una actividad exclusiva de los gamines o niños de la calle.
Según el estudio, un 3.8 por ciento de los colombianos ha inhalado al menos una vez en la vida solventes o pegantes volátiles. El grupo de personas entre los 12 a 17 años de edad mostró niveles más altos de consumo.
En 1997, un equipo coordinado por la epidemióloga, Yolanda Torres de Galvis y el siquiatra Iván Darío Montoya, de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Antioquia detectó que el uno por ciento de los colombianos es adicto a los inhalantes.
Los anteriores estudios no incluyeron a la población de indigentes. Tal vez la única investigación que ha tenido en cuenta esta población la realizó, tan sólo en Bogotá, el Instituto Distrital para la Protección de la Niñez que dirige el padre Javier de Niccoló. Un censo piloto realizado a finales de 1997, entre 3.825 habitantes de la calle registró que, entre los habitantes de la calle, el pegante ocupa el tercer lugar de preferencia en cuanto a adicción (20.74%), después del bazuco (48.76%) y la marihuana (38.95%). Como en el estudio hubo personas con varias adicciones, la suma de los porcentajes fue superior al 100 por ciento. Los hombres consumen más pegante frente a las mujeres en una proporción de 3 a 1; y 14 años es la edad promedio de edad en el que el consumo es más frecuente.
Chupando plata
El Cartel de la Solución (otro de los nombres que recibe en Colombia este pegante), no es un grupo de individuos que buscan alejar del vicio a los niños de la calle. Todo lo contrario, son comerciantes inescrupulosos que compran los pegantes al por mayor y obligan, mediante intimidación u ofrecimiento de condiciones de seguridad, a que les compren únicamente a ellos el producto que van a inhalar.
Estos comerciantes, asegura un oficial de la Sijin, escogen a un miembro de la gallada y le entregan junto con un arma blanca o, esporádicamente, un revólver, cierta cantidad de botellas de bóxer o de MG, las dos marcas comerciales más empleadas. Junto con ellas, le entregan una factura que el muchacho seleccionado deberá pagar puntualmente cada fin de semana.
Este se encarga de vender el producto al menudeo: diariamente vierte el contenido de una botella que en ferreterías cuesta 1.200 pesos en cada uno de los frasquitos sucios y malolientes de los compañeros.
Los infantes de la calle compran su ración por dedos, es decir, pagan 300 pesos por el contenido que en el frasquito mide lo equivalente al grosor de su dedo índice. De esta manera los comerciantes llegan a recaudar hasta 30 mil pesos por botella. El pegante también se distribuye en bolsas plásticas. Cobran dos mil pesos por cada una y su contenido es suficiente para que un niño dure ido durante seis horas.
Ante este panorama, los voceros de las distintas instituciones de protección al menor ya han hecho varios llamados a las autoridades para que creen instrumentos legales de control a la venta y consumo de estos productos.
Dentro de las posibles soluciones se han plantado una de carácter química: adicionar a estas sustancias con cmpuestos que sin modificar su naturaleza, lo haga repugnante al olfato. Otra iniciativa, liderada por Alberto Moreno González, director del Centro de Integración y Desarrollo para la Juventud Colombiana, inició una campaña de concientización con los comerciantes para que no les vendan sustancias inhalantes a las personas de la calle.
MILAIDER GIL
13 años
Andrea en La Vendedora de Rosas.
A mis amigos el sacol les da el valor de robar. Yo siempre los jodo y les digo: No, no hagan eso. No busquen la muerte que la vida uno se la termina ganando .
DIANA MURILLO
20 años
La Cachetona en la Vendedora de Rosas
Yo conocí a mi papá gracias al sacol. Pues sólo cuando estaba trabada lo veía riéndose y hablándome. Claro que también veía que los perros me hablaban .
JUANCHO
17 años
Se encarga de la reventa del pegante en El Cartucho
Uno lo que les lleva (al venderles bóxer) son instantes de tranquilidad. Esta gente está muy llevada del putas y sólo cuando están trabados no se acuerdan de lo poca cosa que son .
ISMAEL ROLDAN
Médico Siquiatra
Estas sustancias no sólo les mata el hambre física; también, su hambre social y moral .
ANA DILIA GONZALEZ
25 años
Habitante del Cartucho en Bogotá
Me trabo porque no me gusta la hijueputa bandeja paisa... .
Un enemigo pegajoso
Si bien el pegante no crea una dependencia física tan fuerte como el bazuco y la marihuana, su consumo dice el investigador social y uno de los mejores siquiatras del país, Ismael Roldán puede ocasionar hasta la muerte.
Para el investigador, a los cinco minutos de inhalar pegante, se despierta en el individuo un sentimiento de grandeza, euforia y excitación, acompañadas de alucinaciones visuales y auditivas. Esta etapa puede durar de 15 a 90 minutos.
A ello le sigue una fase de confusión, en la cual se presenta la vulnerabilidad impulsiva y la sensación de que la cabeza y el cuerpo flotan. A esto se asocian dolor de cabeza, visión borrosa , fotosensibilidad, fotogobia (fastidio a la luz, conjuntivitis, rinitis y tos.
Luego, se puede presentar vómito, diarrea y dolor toráxico. La fase final es de depresión del sistema nervioso central, con pérdida del control de cordinación. Si se persiste en el uso de las sustancias , en esta fase, se puede presentar paro respiratorio o cardiaco.
A diferencia de otras sustancias sicoactivas que son eliminadas por el organismo a través de la orin, estos quedan metidos en los tejidos y en los órganos.
El consumo a largo plazo puede producir neuropatías tóxicas, disfunción renal, anemia aplástica, daño hepático y pueden causar la muerte.
También se presentan enfermedades y molestias asociadas: magulladoras alrededor de la naríz y de la boca, irritación ocular e irritación de la garganta.
Cuando pasa el efecto se les pone la piel de gallina y sienten mucho frío, aptía y tristeza. Los muchachos tratan de evitar esta desagradable sensación repitiendo el proceso.
(ver gráfica: ADICIONES DE LAS PERSONAS DE LA CALLE)
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