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EL PLAN DE BOGOTÁ

Ahora que la administración Mockus está trabajando el Plan de Desarrollo de Bogotá es el momento propicio tanto para discutir el modelo económico de la ciudad como para proponer salidas e iniciativas orientadas a mejorar los indicadores sociales y humanos. A pesar de los grandes logros en materia fiscal y en planeación y ejecución de obras de infraestructura, la capital mantiene una escandalosa tasa de desempleo del 20,3 por ciento y concentra niveles de informalidad y subempleo del 51 y 25 por ciento, respectivamente.

Ahora que la administración Mockus está trabajando el Plan de Desarrollo de Bogotá es el momento propicio tanto para discutir el modelo económico de la ciudad como para proponer salidas e iniciativas orientadas a mejorar los indicadores sociales y humanos. A pesar de los grandes logros en materia fiscal y en planeación y ejecución de obras de infraestructura, la capital mantiene una escandalosa tasa de desempleo del 20,3 por ciento y concentra niveles de informalidad y subempleo del 51 y 25 por ciento, respectivamente.
Desde 1995, Bogotá ha deteriorado su crecimiento y los bogotanos se han empobrecido y la inequidad en la distribución del ingreso ha aumentado sin que el Gobierno local haya definido con claridad cómo promover la competitividad, la productividad y el mejoramiento del capital humano. Que quede claro que Mockus parte del nivel envidiable en que dejó Peñalosa a Bogotá. Por lo mismo, el Alcalde actual tiene el reto de convertir los logros de su antecesor en transporte público, cobertura educativa, planeación territorial y fortalecimiento institucional, en una estrategia que beneficie tanto a los empresarios de la ciudad como a los más vulnerables.
La ciudad busca un norte económico, un encuentro con su vocación como eje regional, centro de producción cultural y motor de reactivación nacional. El Plan de Mockus es, entonces, una excelente oportunidad para que tanto la Alcaldía como el Concejo, los gremios, las universidades y los sectores sociales discutamos la carta de navegación. Es inaceptable que Transmilenio y los desplazados convivan en la misma estación; que la cobertura de educación primaria llegue al 98 por ciento al mismo tiempo que los estudiantes se rajan en las competencias básicas de matemáticas y lenguaje.
Es inaceptable que el progreso de la ciudad sea un consenso evidente entre ricos y pobres pero que estos últimos continúen sin empleo y gastando todavía la vida montados en una incómoda buseta. Las últimas administraciones dieron los pasos indicados: volvieron las finanzas distritales sostenibles, invirtieron en infraestructura urbana, recuperaron las reglas de convivencia ciudadana y redujeron los índices de corrupción y de malversación de los recursos públicos. Ahora es tiempo de dejar un poco la cruzada solitaria en el Palacio Liévano para convocar disímiles sectores a participar en un proyecto común de ciudad.
Algunas ideas que ya andan por ahí merecen ser recogidas. Por ejemplo, reforzar la REDP que acerca a profesores y alumnos de colegios públicos a la informática y a novedosas técnicas de aprendizaje; mantener los acuerdos con instituciones educativas privadas para administrar planteles oficiales; asegurar los planes para ampliar la cobertura en preinfantil que, según la Misión de Reforma Institucional, sólo llegaba al 33 por ciento en 1998.
En resumidas cuentas, la promoción económica de la ciudad no sólo responde a las condiciones para la inversión y los estímulos a la exportación. También toca la calidad del recurso humano y la inversión en capital social. Tan sólo imagínense el centro de Bogotá como un campus universitario ampliado, rodeado de transporte y seguridad, con residencias estudiantiles, teatros, hostales, rumba y, lo más importante, con una vocación cultural y académica apoyada por el Distrito y las universidades del sector.
framir@eltiempo.com.co
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