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TECNOLOGÍA DULCE

El mundo que hasta este momento hemos creado como resultado de nuestra manera de pensar tiene problemas graves que no pueden ser resultados pensando del modo en que pensábamos cuando lo creamos. Albert Einstein

Redacción El Tiempo
Vengo de Gaviotas, de un pequeño mundo, ubicado en la faja tropical del planeta que coincide con la faja de la pobreza, del llamado cinturón ecuatorial, cinturón en donde se originó la vida humana y nacieron las primeras civilizaciones del planeta.
En esta tropicalidad, hace más de 25 años, germinó un proyecto no lineal, de pensamiento transversal, un proyecto global, que actúa localmente, con criterio global. Qué pasó de la utopía a la topia. En otras palabras, del sueño a la realidad.
Estoy hablando del micromundo de Gaviotas, en donde hemos podido conformar un estilo de vida que señala caminos abiertos de construcción permanente (la única verdad sagrada es que no hay verdades sagradas) para que el planeta siga siendo sostenible. Allí los lazos humanos cuentan más que un organigrama.
En donde el caos, las minicrisis frecuentes conducen a un orden en movimiento que generan sus propias autoorganizaciones. En estas inmensidades de las sabanas del majestuoso río Orinoco, como lo llamó el inmortal Julio Verne, en donde las condiciones de lejanía, de escasez, de conflictos regionales, nos ha permitido convertir las crisis en oportunidades.
De nada sirve estar científicamente en la era espacial, si sicológicamente seguimos atados a la edad de piedra, intentando destruir lo que más admiramos. Es nuestro lastre cultural.
Hemos podido combatir la pobreza sin destruir la riqueza ambiental. La más agresiva de las emisiones que hemos dejado de emitir, es la emisión de la ira y la violencia, lo cual nos ha permitido convivir en paz con nosotros mismos, con nuestros semejantes, con la naturaleza y la tecnología que hemos creado. Una tecnología dulce, cariñosa, amable, que nos ha facilitado llevar un estilo de vida en donde no somos instrumentos de nuestros propios instrumentos. No hemos fragmentado el conocimiento, no hemos departamentalizado la ciencia y la tecnología, pues creemos que todo está en todo. Muchos pueden ser sabios, tener conocimientos acumulados como un computador, pero muy pocos pueden actuar con la sabiduría, que les permita tejer su especialidad con los intereses generales.
Inteligencia social
Deberían actuar como lo hace el cuerpo humano, que estando compuesto por partes especializadas, funciona como una sola unidad, gracias a su sistema neural. El gran desafío del Programa de Zero Emisiones (ZERI), de la Universidad de las Naciones Unidas, en el próximo milenio podría ser ayudar a establecer el sistema neural del cuerpo planetario. Las culturas deben configurarse como una respuesta apropiada a las crisis. No olvidemos que la Tierra podrá adaptarse a las nuevas condiciones ambientales que surjan de emisiones perjudiciales, pero nosotros, la humanidad, no.
Creemos que la diversidad, el respeto de la otredad, debe ser la más trascendental de las búsquedas del próximo siglo. Somos hasta ahora el único planeta en donde existe el código de la vida, el ADN.
El mundo se ha venido estandarizando. Pensamos que para ser eficientes tenemos que ser uniformes. Es el momento de aprender a manejar la diversidad con la misma eficiencia que la uniformidad. Por ejemplo, la población mundial depende para su alimentación de 40 especies vegetales, descartando miles de otras especies. Solo el arroz, el maíz, trigo y cebada, representan el 70 por ciento de la alimentación.
Ya la ciencia y la tecnología están haciendo clonación de mamíferos adultos. Muy pronto llegará a la pesadilla de clonar humanos.
La clonación, sin lugar a dudas, será el mayor obstáculo a la diversidad, que es el resultado de millones de años de vida.
No olvidemos que las cosas iguales se repelen, no se atraen.
Una cosa es la muerte propiamente dicha, de una especie. Nace y muere sucesivamente. Pero otra cosa totalmente diferente, es que esa especie, nunca más, pueda volver a nacer.
Paradójicamente la ciencia y la tecnología que nos cura, están creando las condiciones de una sociedad moderna que nos enferma.
No soy apocalíptico, siempre he tenido una vocación optimista. La inteligencia social de la humanidad, aún llamada la cubierta pensante de la Tierra, tiene la responsabilidad de fertilizar proyectos que estimulen la diversidad (seremos diversos o no seremos), eviten las emisiones perjudiciales, absorban y almacenen el CO2, el llamado gas del efecto de invernadero y protejan la capa de ozono. Gaviotas, en pequeña escala, está mostrando caminos que nos dicen, que esto es posible.
Debemos consolidar una cultura industrial que haga la paz con la diversidad, con el aire, el agua y el suelo para lograr la consonancia de la biosfera con la atmósfera, como la propone Zero Emisiones.
El futuro primero nace en nuestros cerebros, luego en la voluntad, y después en la realidad. La mejor manera de decirlo es hacerlo.
Para terminar, recordemos que la madurez consiste en realizar los sueños.
Redacción El Tiempo
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