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XENOFOBIA SE ABRE PASO EN FRANCIA

El nuevo proyecto de ley sobre el control de la inmigración presentado por el ministro francés del Interior, Jean Louis Debré, viene a coronar y, de algún modo, a oficializar, la aterradora progresión de las ideas sobre las que se basa la ultraderecha moderna, representada en Francia por el movimiento Frente Nacional (FN), de Jean Marie Le Pen, el cual cuenta ya con 4 alcaldías en ciudades importantes del sur -Orange, Toulon, Marignane y Vitrolles-, demostrando con esto un vigoroso aumento de sus votos potenciales muy por encima del 15,15 por ciento obtenido por Le Pen en las presidenciales de 1995.

La ley Debré, cuya filosofía profunda consiste en considerar al extranjero no europeo como alguien sospechoso , no existiría sin la presión de esas ideas xenófobas y racistas que, por desgracia, penetran cada vez con más fuerza los diferentes tejidos asociativos y sociales franceses.
El caso de la ciudad de Vitrolles el pasado 9 de febrero, cuando el Frente Nacional ganó por primera vez en su historia por mayoría absoluta, puso a pensar a quienes, desde la derecha moderada, es decir desde el partido gaullista (RPR) del presidente Jacques Chirac, ven su poder y apoyo social resquebrajarse cada día. Y cuál fue la solución? En lugar de luchar contra esas ideas mostrando su falacia y comprobando la superioridad de las propias, decidieron incorporarlas a su acción de una forma moderada, prudente, con el fin de recuperar el voto de aquellos que piden soluciones drásticas.
Y es que, ante los temas más candentes de la vida nacional, caso del desempleo o la crisis económica, el gobierno de Chirac y su primer ministro Alain Juppé ha obtenido fracaso tras fracaso.
El desempleo aumenta y la crisis continúa -y continuará si se quiere cumplir con los requerimientos de Maastrich para la moneda única en 1999-, por lo que las legiones de desempleados, obreros y asalariados medios empiezan a cansarse sucumbiendo a los cantos de sirena de Le Pen, quien promete riqueza y alegría una vez que haya salido del suelo francés el último moro, africano, asiático o latinoamericano.
Caldo de cultivo
El actual cansancio social es el mejor terreno de cultivo para las ideas de la extrema derecha y su teoría de que si en Francia no hubiera 6 millones de extranjeros el desempleo, la crisis y la infelicidad no existirían.
La misma argumentación llevó a Hitler al poder en la Alemania de los años 30, con una república de Weimar carcomida por la depresión económica, y ya nadie en Francia considera una exageración compararlos pues lo cierto es que el Frente Nacional, sin tener un sólo diputado en la Asamblea, se ha convertido últimamente en el partido político más influyente, con sus 4 alcaldías y la posibilidad de disputar al menos otras 100 localidades, sin hablar de las proyecciones alarmantes que desde ya pueden hacerse sobre las próximas elecciones legislativas de 1998.
El año pasado, la crisis de los africanos ilegales acantonados en la iglesia parisina de Saint Bernard fue el primer toque de alarma para el gobierno. Allí Juppé y su ministro del Interior decidieron resolver a la fuerza la petición de un grupo de inmigrantes que habían caído en la ilegalidad por el vacío entre las leyes de inmigración anteriores y las del ex ministro de Interior Charles Pasqua.
La mayoría de estos africanos vivía antes de forma legal, con papeles y trabajos visibles, y de ahí su protesta. Pero la protesta chocó contra una carga policial que entró a golpe de hacha a la iglesia y los sacó, literalmente, de las orejas.
Los sondeos posteriores y el uso político del tema dado por Le Pen, acusando al gobierno de dejarse tomar como rehén por un grupo de negros ilegales, decidió al gobierno a dar el viraje hacia la derecha más radical, concibiendo la idea de hacer más duras las leyes de inmigración. Juppé se dijo que era necesario entrar a la zona ideológica de la ultraderecha, aún cuando fuera a un centímetro de la frontera, para dejar de perder elecciones municipales y potenciales votantes.
Entonces se elaboraron varios proyectos de ley y en diciembre se llegó a un primer texto, bautizado ley Debré , en el que se proponía contar con la colaboración del ciudadano para controlar y delatar a los ilegales. Pero el 9 de febrero, con la victoria de Le Pen en la ciudad de Vitrolles, el pánico llegó a las filas del gobierno y se decidió presentar la ley sin correcciones, con lo que comenzó la batalla que culminará el próximo martes 25, cuando se vote en la Asamblea, una batalla entre gobierno por un lado, oposición y plataforma cívica antirracista por otro, y el propio ultraderechista Le Pen.
El avance de Le Pen
Desde luego, es Le Pen el actual ganador de la contienda, pues el resultado es que sus tesis son debatidas y publicitadas en todos los medios. Ya Le Pen exclama que la ley Debré es un sucedáneo light de sus ideas, y que el gobierno, tomando las cosas a la ligera, no quiere resolver el problema desde su raíz.
Juppé, yéndose al extremo, le dio armas a su principal enemigo, el cual está llamando a una gran unidad nacional para expulsar extranjeros y tomar el poder en las legislativas del 98. Y lo peor de todo no es que lo diga sino la enorme posibilidad de que pueda hacerlo, pues las tesis del Frente Nacional, en un país cansado y descreído, tienen la ventaja de no haber pasado nunca por la prueba de la realidad y el desgaste del poder, y por lo tanto resultan atractivas para mucha gente, cansada de la inercia de los partidos tradicionales.
La esperanza está en esa otra Francia que ahora parece minoritaria -59 por ciento aprueba la ley Debré-, la Francia de la Resistencia y la solidaridad que en los momentos difíciles de la historia siempre ha sacado la cara por la otra.
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