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A EE.UU. LE PREOCUPA QUE EL EURO NAZCA DÉBIL

Estados Unidos aplaudió durante 50 años mientras Alemania, Francia y el resto de Europa daban pasos hacia la integración de sus economías. Pero a medida que Europa occidental se prepara para el gran salto hacia la moneda única, EE.UU. ya no vitorea y sus funcionarios se muestran bastante renuentes. (VER GRAFICA: RESPUESTA A LA PREGUNTA: ES LA UNION MONETARIA, SEGUN LOS ACUERDOS Y EL CALENDARIO MARCADO EN MAASTRICHT, UNA MEDIDA ECONOMICA BENEFICIOSA PARA EUROPA? LA ENCUESTA FUE CONTESTADA POR 320 ECONOMISTAS DE EE.UU.)

DAVID WESSEL Redactor de THE WALL STREET JOURNALmarzo 3 de 1997, 12:00 A.M.

No es que teman que Europa tenga éxito y se convierta en un poderoso rival económico. Cualquier cosa que le salga bien a Europa es buena para EE.UU. , dice Lawrence Summers, subsecretario del Tesoro de EE.UU. Una Europa próspera e integrada será un mejor mercado para nuestros productos y un mejor socio para nosotros en una amplia gama de problemas mundiales .

Lo que temen es, más bien, que Europa meta la pata: que la manera en que establezca una divisa única _el euro_ la condene a años de estancamiento económico.

A los europeos no les gusta que EE.UU. se inmiscuya en sus asuntos, por lo cual Washington se muestra reacio a comentar. Para garantizar que Alemania y Francia nunca se declaren en guerra, los dirigentes de la Unión Europea aplican una estrategia de integración que a veces no parece tener sentido desde el punto de vista económico. Una encuesta realizada por THE WALL STREET JOURNAL entre 320 economistas del medio académico de EE.UU. encontró que una tercera parte opina que la moneda única será buena para Europa, otra tercera parte cree que no y otra tercera parte no está segura.

Escaso debate Pero los dirigentes europeos se muestran renuentes a discutir los problemas potenciales de la medida con personas ajenas a la situación. El propio Robert Rubin, secretario del Tesoro de EE.UU., se dio cuenta durante la reunión de los ministros de finanzas del Grupo de los Siete el mes pasado.

El gran riesgo surge de la determinación de la Unión Europea de poner la unión monetaria por encima de otras metas económicas.

Esto significa la imposición de políticas monetarias y tributarias austeras para cumplir las estrictas exigencias del tratado firmado en Maastricht en 1992, que fija las condiciones de ingreso a la unión monetaria. También significa aplazar la urgente tarea de conseguir un consenso político para crear los mercados laborales desregulados y más flexibles que Europa necesita para crear empleos. Pero la austeridad no curará las actuales dolencias económicas de Europa. Mientras EE.UU. cavila sobre el delicioso interrogante de hasta dónde puede bajar su desempleo, que ahora es del 5,4%, los alemanes se preguntan cuánto más subirá el suyo, que al 12,2% representa su nivel más alto de la posguerra.

Cumplir las condiciones del tratado de Maastricht _en especial la de mantener el déficit por debajo del 3% del PIB_ ha resultado difícil.

Los alemanes parecen querer ceñirse a los estándares pero no van a la velocidad del calendario. Los franceses se inclinan por cumplir con el calendario mediante la reducción de los estándares arbitrarios si es necesario. Varios países intentan cumplir los objetivos con las políticas fiscales menos deseables: apretarse el cinturón en el corto plazo, lo que retrasa el crecimiento, sin promover las reformas de largo plazo a los programas de prestaciones sociales y jubilación que reducirían los déficits futuros y las tasas de interés.

A EE.UU. no le conviene que Europa tenga varios años de poco crecimiento. Pese a la algarabía sobre Asia, Europa le compra casi US$1 de cada US$4 de sus exportaciones. Además, las esperanzas que EE.UU. cifra en las economías emergentes de Europa del Este y Rusia se apoyan en una Europa Occidental robusta. Pero si los europeos occidentales tienen dificultades, es menos probable que reduzcan las barreras comerciales y acojan productos de países como Polonia, Hungría y Rusia. Y es difícil imaginar que accedan a reducir los subsidios agrícolas _lo que favorecería a los agricultores de Europa del Este y EE.UU._ si persisten un desempleo superior al 10%.

Otro riesgo para EE.UU. es la posibilidad de que una complicada unión monetaria europea produzca una economía enferma con un banco central con menos credibilidad que el poderoso Bundesbank, lo que llevaría a un euro débil. Un euro débil y un dólar fuerte le harían la vida imposible a los exportadores de EE.UU.

El pesimismo de EE.UU. sobre Europa es abundante, aunque Gary Hufbauer, del Instituto de Economía Internacional de Washington dice que es exagerado. Hufbauer cree que el estímulo de un euro débil compensará las duras políticas monetarias y fiscales. Y apuesta a que el creciente número de desempleados obligará a Europa a imitar a EE.UU. y dejar que bajen los salarios de los trabajadores no calificados, de tal forma que se pueda contratar a un mayor número de personas. También espera que la UE facilite el despido de empleados para que más empresas accedan a contratarlos.

La unión monetaria es una preocupación europea. Pero los efectos de una integración fallida se sentirían al otro lado del Atlántico.

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DAVID WESSEL Redactor de THE WALL STREET JOURNALmarzo 3 de 1997, 12:00 A.M.