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El paraíso de los krishnas

En Granada (Cundinamarca), a una hora de Bogotá, queda el principal santuario de los vaishnavas -conocidos como hare krishna-. Son siete hectáreas que bien podrían ser vistas como un parque temático espiritual, un 'Disney', pero al estilo krishna, inspirado en la cultura india, lleno de templos y esculturas fascinantes. Varsana Jardines Ecológicos es el principal santuario de este credo en Colombia.

No tiene puertas. La entrada está enmarcada por dos gruesas columnas de
piedra, cubierta por un techo vivo: una maraña de violetas y 'ojos de poeta',
estas últimas, pequeñas florecitas color naranja que crecen como maleza. Lo
primero que aparece es la escultura de madera de la Madre Cósmica, figura que
representa a las madres de los devotos de esta religión, entre estas, la Madre
Vida, la Madre Vaca, la Madre Lluvia y la Madre Tierra.
Al lado queda el templo (donde están Radha y Krishna), inspirado en la
arquitectura hinduista y custodiado por gárgolas de elefantes y leones de
piedra. Radha, explica Badarik, ingeniero químico de 25 años, encargado de las
relaciones públicas, es la diosa universal que representa la castidad, la
bondad y la compasión. Y Krishna es el dios de los vaishnavas -aclara-. Ambos
forman la pareja divina.
Badarik se detiene en otro templo, esta vez en tributo al colombiano que más
ha transcendido en el vaishnavismo: el maestro Harijan Maharaja, discípulo del
alemán Swami Prabhupada, quien trajo esta creencia a Colombia en 1975. "Su
nombre era Miguel Antonio Chávez y abandonó el cuerpo en el año de 1990", dice
Badarik.
Porque para ellos no se muere para siempre. "Creemos en la reencarnación. El
alma no muere, trasciende de acuerdo al estado de conciencia en esta vida, en
este plano material", comenta Badarik.
En vitrinas de vidrio reposan fotos suyas de cuando era monje viajero, un
radio de pilas, sus sandalias de cuero. Y en un sarcófago, sus despojos
mortales.
El techo es una cúpula con un firmamento pintado de azul y chispeado de
estrellas fulgurantes. Y hay quienes le tienen fe: creen que hace milagros. En
seguida hay un teatro y más adelante queda el restaurante, edificación de dos
pisos levantada en guadua; el techo es de paja lisa y larga. Se llama
Govinda's (el nombre de todos los restaurantes de esta comunidad). Su
significado: 'el que da placer a los sentidos y a las vacas'.
En las paredes hay letreros: "No te hagas el loco, los animales sí sufren
cuando los matan"; "si quieres a tu mascota, no te comas a otro animal". Por
eso no comen carne, y menos de res. Al igual que en la India, para los devotos
de Krishna las vacas son sagradas.
Invitación a una vida sana
"No hacemos proselitismo; queremos generar conciencia sobre la no violencia
contra los animales y sobre el impacto en la salud que producen la carne y la
mala alimentación". Quien habla es Gopinath, Jorge Marín, risaraldense de 49
años, seguidor de Krishna desde hace 30, cuyo nombre espiritual traduce 'el
mejor amigo'.
Cuenta que la mayoría de alimentos que allí se consumen son de su propia
cosecha. Todo, obviamente, orgánico. Gopinath se suma al recorrido por la
finca, de siete hectáreas, ahora rumbo al bosque. Y va mostrando el lugar,
lleno de construcciones y figuras: los pasatiempos de Krishna. Una de estas,
que aún están edificando, es el 'Truly de las razas', una especie de iglú en
el que plasmaron 22 rostros, tallados en piedra.
Pasamos por un templo de meditación y llegamos a otro espacio destinado al
arte. Gopal es la encargada de un programa llamado 'arte consciente', que
conjuga pintura, salud y espiritualidad. Está adornado con mandalas (pinturas
de figuras circulares) y con una escultura en madera de Danvantari, semidiós
de la medicina, que ha sido invadida por la hiedra.
Estas, al igual que el resto de construcciones, son auténticas joyas. No en
vano, este lugar fue declarado patrimonio arquitectónico de la región de
Sumapaz. Caminamos hacia un bosque que parece el escenario de un cuento de
hadas; uno se pregunta en qué momento aparecerán ninfas y duendes, pero no,
surge algo más fascinante: los obstáculos. Ellos los llaman así.
Son figuras animales gigantescas esculpidas en piedra por el devoto y artista
peruano Gouranga Radha, quien tardó cinco años en esa labor. Son siete en
total y cada obra es un animal que simboliza un "obstáculo para el espíritu".
El demonio asno, el chisme; el carnero, el ego falso, y una serpiente con la
boca abierta, de la que se desprenden dos grandes colmillos que dan entrada a
una cueva, que recrea el "veneno de los humanos".
"Esto es como una pequeña India". La que habla ahora es Krisnha Murti
(sirviente de Krishna), una mujer dueña de una voz aflautada, que comenta que
allí viven 30 personas, entre estas varias familias, algunos solteros y
voluntarios (nacionales y extranjeros) que obtienen hospedaje y alimentación a
cambio de trabajo.
El terreno es de la comunidad. Los alimentos los siembran allí, y los
servicios públicos los pagan con lo que reciben por la venta de productos
orgánicos y, recientemente, con una novedosa oferta de turismo espiritual.
Tienen un plan en el que cualquier persona puede pasar un día en este lugar:
los traen desde Bogotá, les dan clases de yoga y meditación, los guían en
caminatas ecológicas y les enseñan a alimentarse sanamente.
"Tenemos este paraíso para vivir. No nos interesan los bienes materiales, nos
interesan los del alma", añade Krishna Murti, y precisa que allí todos
trabajan para todos sin cobrar.
Al fondo, al lado de una cabaña spa (que también se alquila), hay un manantial
de agua fresca y cristalina. Badarik se trepa en una piedra y empieza a
meditar. Da la impresión de que levitara. Todo es paz y tranquilidad, incluso
para los ajenos a este credo.
Es mediodía y el sonido de una caracola, que sale del templo principal, se
desplaza con el viento y llega hasta este paraje. Es hora de la oración
principal. Todos corren hasta el santuario, vestidos ceremoniosamente con sus
túnicas blancas, y se concentran en un culto que es una mezcla de oración y
música.
La más joven es Govinda Lila. Tiene 18 años, es de Manizales y al igual que el
resto de mujeres, a quienes los hombres les profesan respeto y devoción (las
llaman madres), tiene un símbolo en la frente, en forma de V, dibujado con un
barro especial que traen de la India. Cursa quinto semestre de idiomas. Cuenta
que al principio sus padres no estuvieron de acuerdo con su ingreso a esta
comunidad religiosa.
"Los hare krishna -dice- les parecían criaturas extrañas". Pero los convenció
al demostrarles que no hay nada raro: solo el deseo de vivir en comunión con
la naturaleza, en un estilo de vida sano, sin vicios, desprendidos de todo lo
terreno. Ella cree que los extraños son los que no pueden vivir de una manera
tan sencilla.
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