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Sonia, en anécdotas de viaje

En 1983, cuando el Ballet de Colombia visitó a Varsovia (Polonia), uno de los números más admirados de su montaje fue el del mapalé, tanto así que un asistente a la presentación, el cineasta Roman Polanski, le pidió a Sonia Osorio -directora del Ballet, que falleció el pasado lunes- que lo repitiera.

YHONATAN LOAIZA GRISALES
"Después de una función de dos horas -recuerda Marvel Benavides, una de las
bailarinas del grupo-, llegó Sonia al camerino gritando: 'Muchachos, adivinen
a quién le tenemos que hacer otra vez el mapalé. Solo a él, por favor, yo les
pago lo que sea, los invito a almorzar'. Y todos respondimos: 'Claro,
Sonia'".
Con la silletería del teatro vacía, a excepción de la butaca que ocupaba el
director polaco, el grupo repitió el mapalé, solo unos minutos después de
haber terminado una agotadora función. "Polanski le dijo a Sonia que quería
utilizar ese baile en una de sus películas, pero nunca se pudo concretar",
comenta la artista.
Benavides entró al Ballet de Colombia en 1983, estuvo allí cinco años y
recuerda con gran cariño a su directora.
Y, a pesar de que a a veces se le escapan las palabras, tal vez porque es
incapaz de definir a Osorio con un solo término, hay una cosa que tiene muy
clara: "Sonia fue la que me hizo amar el folclor de este país".
Una gira permanente
El primer viaje que realizó la bailarina pereirana con el ballet fue a Israel,
en 1983.
Una de sus presentaciones fue en un batallón israelí, en el desierto del
Sinaí, en el que estaban asignados militares colombianos y estadounidenses.
Allí, los atendieron con una delicia gastronómica para nada común en ese lado
del mundo: un sancocho.
Al ver la comida, Osorio les dijo a sus músicos que empezaran a tocar. "Fue un
almuerzo exótico: en un desierto, al otro lado del mundo, con comida
colombiana y música llanera".
Uno de los periplos que más recuerda la bailarina fue el que el grupo hizo a
la antigua Yugoslavia y a Hungría.
Comenta que era muy común que los espectadores se quedaran esperando a que
salieran todos los integrantes del grupo. "Querían bailar cumbia. El problema
era que los europeos no tienen movimiento de cadera y pasábamos horas tratando
de enseñarle a un húngaro a bailar La colegiala", añade.
Uno de los parajes más particulares que visitó el Ballet fue el reino de
Jordania, en 1984. "A Sonia la recibió el rey Hussein I junto a la reina Noor.
A ella siempre la trataban como a una jefa de Estado".
Y a pesar del prestigioso recibimiento, no fue un viaje exento de problemas.
De acuerdo con las reglas del país, que no permitían que las mujeres
estuvieran descubiertas en público, a Osorio le comunicaron que no podía hacer
el mapalé, uno de los números más sensuales del montaje. La directora aceptó a
regañadientes, y lo eliminó.
"Pero la gente sabía que ese era uno de los números más reconocidos del Ballet
y que, de cierta manera, era un baile prohibido. Así que en la siguiente
presentación, el público empezó a gritar y a pedir el mapalé. Y entonces, nos
tocó presentarlo".
El destino final de Benavides con el grupo fue Japón, en 1988. La reacción del
público, según la bailarina, fue increíble. "Incluso, en una de las funciones
recibimos una venia del emperador Hirohito".
Añade que en Tokio, cuando el equipo salía del teatro, lo esperaba una fila de
mujeres y hombres con velas prendidas. "Era un camino de reverencia, una forma
de hacernos un homenaje".
A partir de ese momento, Benavides y Sonia Osorio dividieron caminos, aunque
siguieron en contacto.
Para la bailarina, hay pocas artistas que lograron recorrer el mundo con la
danza colombiana de la forma como lo hizo Osorio.
"Fue nuestra embajadora. Si no hubiera sido por ella, nadie en Japón habría
conocido ritmos como una guaneña o un abozao", concluye.
Una directora muy exigente
Según Marvel Benavides, una de las grandes características de Sonia Osorio era
su nivel de exigencia con los integrantes del ballet. "Cuando estábamos en el
escenario, ella se quedaba tras bambalinas, vestida con su manta de
chichamaya, con la que salía a saludar, y nos vigilaba a todos", recuerda.
Agrega que durante al espectáculo, a quien se le cayera un pañuelo, una flor o
saliera mal vestido, se le cobraba una multa simbólica. Pero a pesar de su
exigencia, Osorio siempre buscó que a sus artistas no les faltara nada.
"Teníamos un buen sueldo y nos daban viáticos en todos los países. Inclusive,
nos tenía asegurados, algo que no era muy común en esa época", dice
Benavides.
LOPJUA
YHONATAN LOAIZA GRISALES
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