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TRAS LAS HUELLAS DEL TÍO BARBAS

Numerosas personas han llamado y escrito al periódico en las últimas semanas para averiguar por qué dejó de aparecer la historieta del Tío Barbas, cuyas aventuras divirtieron por varias décadas a los lectores de EL TIEMPO.

Alberto H. Lemaitre, un lector de Cartagena, sin duda expresó el sentimiento de muchos al decir que era una de las mejores tiras cómicas y, en su caso, la preferida. Enrique Marín Venegas, de Bogotá, lamentó la ausencia de este personaje --en su concepto el más simpático y original -- de su lugar acostumbrado en la página de historietas.
Las directivas del periódico también han lamentado la desaparición de la grata figura que ocupó durante largo tiempo un sitio prominente al lado de Pepita, Benitín y Eneas, Pancho y Ramona, y tantas otras criaturas de ficción que han hecho las delicias del público --en algunos casos por más de medio siglo-- no solo en Colombia sino en el mundo entero.
La suerte del Tío Barbas fue la misma de otros seres que han poblado la mitología gráfica del humor y las aventuras desde hace más de cien años. Nacido de la imaginación de Geoffrey Edward Foladori, un artista uruguayo que dedicó buena parte de su vida a dibujar sus andanzas, dejó de existir cuando su autor se vio impedido por su avanzada edad para continuar trabajando hace más de un año.
El periódico dejó de recibir entonces la historieta pero gracias a una reserva suficiente pudo extender la publicación de la tira por varios meses para deleite de sus lectores. Agotada la reserva, se vio obligado a suspenderla en agosto pasado.
El Tío Barbas entró así a formar parte de la galería de desaparecidos del mundo de las historietas, que sin embargo continúan vivos en la imaginación popular.
Un mundo fantástico
Ellos integran, según la Enciclopedia Británica, el campo iconográfico más grande e influyente de la historia . Con la producción de millones de dibujos desde 1900 dominan el mundo de las imágenes. Ni siquiera el cine y la televisión han alcanzado a tener un público de dimensiones comparables, que se estima en un tercio de la humanidad.
Las historietas nacieron en el siglo XVI, casi un siglo después de la imprenta, pero solo alcanzaron difusión universal a partir de las primeras décadas del presente, cuando Max y Moritz, dos personajes cómicos creados por el alemán Wilhelm Busch, ganaron popularidad en los Estados Unidos, donde los gigantes de la prensa de entonces, Joseph Pulitzer con el New York World y William Randolph Hearst con el Morning Journal compitieron en el lanzamiento de las primeras historietas.
Inspirado en los personajes de Busch, Richard Outcault creó los Katzenjammer Kids, que se hicieron famosos en las páginas del Journal. Después vinieron Mr. A. Mutt (después Mutt and Jeff, los célebres Benitín y Eneas) de Harry C. Bud Fisher, Educando a Papá (de George McManus), Popeye (de Elzie Crisler Segar), Tarzán (de Harold Foster) y Dick Tracy (de Chester Gould)..
Luego aparecieron las revistas de aventuras, donde debutó Superman (de Jerry Siegel) en 1938. Más tarde vendrían otros tan familiares como Daniel el Travieso (de Charles Schultz), y los europeos Tintín, del belga Hergé y Asterix, de los franceses René Goscinny y Albert Uderzo.
Los latinoamericanos han creado personajes como Mafalda (de Quino), Boogie el Aceitoso (de Fontanarrosa), Atila (de Grosso) y, por supuesto, el Tío Barbas. Este último ya no será producido por Foladori (quien por varias décadas firmó la historieta con su seudónimo Fola), según lo confirmó directamente a este Defensor desde Montevideo en conversación telefónica.
En busca del autor
Para localizar al autor fue necesaria una investigación que daría para escribir una crónica completa.
Al suspenderse el envío de la historieta el periódico solicitó información al representante del King Features Syndicate para América Latina, William Fernández, quien fue el proveedor durante los últimos años. Este lo refirió a Editor Press, la última agencia que adquirió los derechos de Foladori, quien primero los había otorgado a Opera Mundi --una organización francesa que desapareció-- y después a la UPI, que también suspendió operaciones.
Editor Press no tenía información del autor, por lo cual se intentó con otras fuentes: el diario Le Monde de París --por ser francesa la primera compañía distribuidora de la historieta--, La Nación de Buenos Aires --por haber residido Foladori en Argentina durante muchos años--, las sedes centrales del King Features Syndicate en Charlotte (Carolina del Norte) y del United Features Syndicate en Nueva York --por ser los principales proveedores de historietas-- y, finalmente, El País de Montevideo.
Después de varios intentos, un periodista de El País suministró el teléfono de Foladori, el padre del Tío Barbas. A los 87 años de edad, vive en un apartamento de Montevideo con su esposa, su salud es precaria y ya no dibuja. Pero se conmovió al saber que los lectores de EL TIEMPO no olvidan a su admirado personaje.
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