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COPA, DESPUS DEL MUNDIAL

Joao Havelange definió a Nicolás Leoz como un gran conciliador . Podríamos agregar, a título de profundo conocimiento personal, un gran tiempista, un sabio en el arte de regular los tiempos en función de las situaciones . Posee, además, la virtud de hablar último. Una combinación de estos factores le permitió al presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol aventar una delicadísima situación planteada en relación con la Copa América Colombia 2001, que ahora pasa a ser 2002. Situación que iba mucho más allá de un torneo de fútbol.

Joao Havelange definió a Nicolás Leoz como "un gran conciliador". Podríamos agregar, a título de profundo conocimiento personal, "un gran tiempista, un sabio en el arte de regular los tiempos en función de las situaciones". Posee, además, la virtud de hablar último. Una combinación de estos factores le permitió al presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol aventar una delicadísima situación planteada en relación con la Copa América Colombia 2001, que ahora pasa a ser 2002. Situación que iba mucho más allá de un torneo de fútbol.
El día previo al crucial debate, cuando las posturas se definían definitivamente antagónicas, Leoz barruntó la idea intermedia, la tercera posición: dejar la sede en Colombia, pero aplazarla unos meses de modo de descomprimir la situación. Fue a la mesa de negociaciones con esa carta que por supuesto jugó último y resultó la ganadora.
"Es una decisión salomónica", expresaron muchos. El Rey Salomón ordenó cortar un niño por la mitad y entregarle una parte a cada una de las dos madres reclamantes, la verdadera y la impostora. En este caso, la Copa es toda para Colombia, sólo que un tiempo después. La definiríamos más bien como una salida ingeniosa en un escenario laberíntico.
El sabor agridulce que muchos experimentan es porque no venció ninguna de las tendencias radicales. Mas, la única que debía salir victoriosa era la cordura. Hacer la vista gorda a la inseguridad invocando patriotismos o hermandades era peligroso. Y desterrar a Colombia del escenario deportivo suena ridículo. Con tal criterio, nadie más iría a jugar allí una Eliminatoria o una Copa Libertadores.
En el 2002, Colombia no será Disneylandia, pero en este lapso puede ir avanzando el proceso de paz y las aguas seguramente correrán más calmas que ahora. Hay antecedentes: en 1918, la Copa América debía jugarse en Brasil; una epidemia de fiebre amarilla obligó a posponerla para 1919. En agosto próximo debía jugarse el segundo Mundial de Clubes y la FIFA lo pasó para el 2003. Nadie se desmayó por estas postergaciones.
El Mundial de Corea y Japón va del 31 de mayo al 30 de junio. De tal forma, a la Copa le quedaría todo julio libre. Con un agregado importante: de sus 12 participantes, sólo irían al Mundial cinco, a lo sumo seis. Canadá está eliminado, México corre serio peligro de quedar fuera, y de Suramérica irían cinco si es que el quinto gana elrepechajei . De manera que unos pocos vendrán directamente del Mundial a la Copa. Por otra parte, varios seguramente estarán fuera de Corea y Japón una o dos semanas antes del 30 de junio.
Quienes ingresaron a la hermética reunión hablan de una brillante exposición de Alvaro Fina y Hernán Mejía, fundamental para mantener la sede. Hernán incluso golpeó la mesa y se enojó con brasileños y argentinos. No obstante, deberíamos recordar, todos, que no fueron ellos brasileños y argentinos quienes lo secuestraron. Y que esa reunión, ese nudo gigantesco, se generó por su secuestro; caso contrario, ya estarían llegando a Colombia las primeras delegaciones futbolísticas.
El pueblo colombiano, el que lucha, trabaja, sonríe, el que ama el fútbol y sueña con un mañana mejor, no quería ni merecía que le quitaran la Copa, a esta altura algo más que una competencia deportiva: una cuestión de honor. Eso quedó a salvo.
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