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Se muere el ‘show’

“¡Que pase la amante!”, la frase que popularizó la polémica peruana Laura Bozzo sin duda caracteriza uno de los géneros más controvertidos de la televisión: el Talk Show, ese espacio en el que un grupo de personajes expone sus problemáticas, cuenta sus vidas y contesta las preguntas del conductor, generalmente muy incisivo, y del público en vivo, a la vez que se enfrenta a otros invitados que confirman o desmienten (léase desenmascaran) sus historias. En Colombia, actualmente el único espacio de este género que sobrevive es Cura para el alma, el programa del padre Chucho (Jesús Orjuela).

Y si bien Bozzo, con sus infames carros sanducheros es la punta de lanza de
un género vilipendiado, la pionera latinoamericana de esta forma de
producir, con algunas variaciones, es la cubana Cristina Saralegui. Por eso
cuando hace unos días se anunció que el famoso Show de Cristina no iba más
en Univisión y que el último programa será emitido el próximo primero de
noviembre, se pensó en que la evolución de la televisión apuntaba a la
muerte de un esquema que marcó tendencia y estalló la sintonía,
especialmente en la década pasada.
Fue tan exitoso el género, que Saralegui se hizo millonaria; tanto que pudo
construir sus propios estudios en Miami. Conocidos como Blue Dolphin, allí
se grababa su show y así mismo se alquilaba para otras producciones.
Hoy, Cristina (62 años), al acabar con su programa no se convierte en
ninguna pobre viejecita, pues además de seguir vinculada a Univisión para
transmisiones especiales, factura mucho por la venta en las tiendas Kohl de
su colección de muebles y accesorios para el hogar lanzada hace tres años
con el nombre de Casa Cristina.
En un escueto comunicado, que no da demasiadas pistas, el canal anunció la
noticia, que inmediatamente salió en todos los medios latinoamericanos.
Según Juan Manuel Cortés, director de la revista TV y Novelas Miami,
“Cristina ha marcado y sigue marcando uno de los más altos ratings de la
noche. Creo que se trata de que no llegaron a ningún acuerdo económico pues
la costumbre es que cada año se renegocie el contrato”.
Eso puede ser cierto, pero, si miramos con lupa, lo cierto es que el show se
fue replegando. De emitirse diariamente en sus comienzos, de lunes a viernes
a las 4 p.m., cuando ella era la reina del horario estelar, pasó a ser
semanal y por la noche.
Allí, Laura Bozzo, nuevamente con sus carros sanducheros y las increíbles
historias de los peruanos más pobres y desdentados, apareció en el canal de
la competencia (Telemundo) para robarle toda la audiencia al estar
enfrentada a la misma hora. Y aunque las cifras mostraban el acelerado
descenso de Cristina, su bien ganada reputación le permitía seguir teniendo
la lealtad de muchas estrellas que preferían darle a ella sus exclusivas:
Shakira, Menudo, Selena, Celia Cruz, Thalía, Julio y Enrique Iglesias, los
Estefan, Gloria Trevi, JLo y Ricky Martin fueron sólo algunos de los fieles
a ella.
Así, si bien ambos programas son Talk Shows, el de la cubana tenía un perfil
más alto: hacía especiales de reencuentros familiares, sus entrevistas a
famosos y en ocasiones también trataba temas familiares polémicos como
infidelidades, incestos o amores por interés, como la peruana, pero sin
llegar a los grados de agresión que en Laura en América se veían.
“A Cristina y Alberto Cutié (el ex sacerdote católico del programa Padre
Alberto) los conozco y compartí reflexiones con ellos –dice el padre
Chucho–. Sus programas, como el mío, tienen la intención de ayudar al ser
humano. Allí las personas que no tienen voz pueden ser escuchadas, el que
tiene una denuncia o ha sido maltratado encuentra respuesta y además hacemos
emisiones que muestran la alegría de la vida en casos particulares de
talento”.
No opina lo mismo el crítico de televisión Omar Rincón, para quien Cura para
el alma “saca lo peor de todo el mundo. La gente va a que los asesore pero
él hace su show, sin escrúpulos, y eso le funciona”.
El padre Chucho conoce ese tipo de críticas y por eso siempre tiene una
respuesta: “Laura ha hecho programas jugando con el dolor; nosotros
(Cristina, Alberto y él) queremos curar el alma herida. A nuestros
personajes los protegemos; por eso podrán decir que el mío es el programa de
las pelucas y las gafas oscuras o me preguntarán cuándo voy a regalar carros
sanducheros, pero para mí es más importante el ser humano”.
Independientemente de esas opiniones, para el crítico del diario peruano El
Comercio, Fernando Vivas, el Talk Show apareció en su momento para
democratizar la pantalla. “El protagonismo en esos programas no era del tema
sino de los personajes, seres desconocidos. Fue una evolución del programa
de debates de los años 60 y 70, donde el centro era el tema”. Y eso es
cierto. Con sus enfrentamientos, que en ocasiones pasaban de las palabras a
los puños, las supuestas denuncias se resolvían en el set. “El problema
–dice Vivas refiriéndose específicamente a Laura– fue no sólo su negociación
con el régimen fujimorista, sino las mentiras que se descubrieron, según las
cuales se pagaba a los invitados: ‘Si pegaba con más fuerza y lloraba más,
me pagaban más’, dijeron varias personas”.
“Esa fue la razón, continúa Vivas, para que el formato fuera repudiado en
Perú: “El país quedó traumatizado por Laura y por eso el género no se ha
producido más en muchos años. Los peruanos no pueden hablar de Laura Bozzo
con frialdad. Fuimos potencia en Talk Shows y los exportamos hasta que se
convirtieron en un género prohibido. Lo matamos y hubiéramos podido hacer
más, sin ver el protagonismo inusual de gente que condensaba su vida durante
los minutos de la emisión”. Según él, hoy la posta fue cedida a los
realities con baile y a los programas y secciones de chismes en los
noticieros.
Volviendo al caso de Cristina, para Ómar Rincón el descenso del rating y su
salida obedecen al actual orden mundial, según el cual se vive un nuevo
‘neoconservadurismo’: “En Estados Unidos la gente es más republicana y por
eso busca que en la televisión abierta no haya excesos de sexo y dramas;
quieren algo más decente mientras el cable se ha liberado en temáticas”.
Y como la pantalla funciona según la realidad nacional de cada país, aquí
los intentos de Talk Shows anteriores fueron un fracaso. Es el caso del
programa que condujo María Cecilia Botero: “Todos los formatos tienen su
lógica –apunta Rincón– y la gente la conoce. Acá las versiones fueron tan
suavecitas y amables que el público sabía que eso no era realmente un ‘Talk
Show’ como el que veía en canales internacionales. Aquí no hay un animador
que saque lo peor de todo el mundo. El único, tal vez, es el padre Chucho”.
Por el momento, Laura, tras su salida de Perú, después de que se vinculara
al oscuro Vladimiro Montesinos y triunfara en Telemundo, terminó haciendo su
espacio en TVAzteca, donde sigue reinando.
En nuestro país, señala Rincón, por esa doble moral que nos caracteriza, hay
una extraña relación con la intimidad de los demás: “Nos fascina, pero en
público aparentamos que somos correctos. Por eso, un caso como el escándalo
de Sara Corrales y Róbinson Díaz solo duró unas semanas, mientras en Perú
habría dado para más de un año. En Colombia, cuando se denuncia algo
truculento, el televidente se queja”.
Juan Manuel Cortés dice que el chisme colombiano es distinto del que dispara
el rating en Estados Unidos: “En Colombia es muy rosa. Publican cosas sobre
la vida profesional de los artistas que en Miami no serían noticia. Y se
entiende, porque esas secciones y programas nacieron allá (en Colombia) como
un oasis en medio de tanta noticia trágica y de orden público”.
Entonces, ¿hacia dónde van este tipo de programas? En Estados Unidos, la
evolución ha mostrado que ahora se busca más el espacio de conversaciones;
por eso Oprah Winfrey y Ellen Degeneres triunfan. Rincón ve allí nuestra
posibilidad: "Este es un país al que le falta reírse. Si quisieran, deberían
copiar a Oprah, con conversacionnes y humor".
"El país quedó traumatizado por Laura y por eso el género no se ha producido
más. Los peruanos no pueden hablar de ella con frialdad. Fuimos potencia en
‘Talk Shows’, hasta que se convirtió en un género prohibido".
ADRVEG
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