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¡Alos violadores no los perdona ni Dios!

¿Puede haber un peor pecado ante Dios y un crimen mayor ante los hombres que cometer alguna atrocidad contra un niñ@)? Y la violencia sexual contra ellos es eso, una atrocidad, un delito que no perdona ni Dios.

Día a día salen a la luz pública denuncias sobre episodios de violencia
sexual, en los que las víctimas son menores de edad y los violadores,
sacerdotes. Esas atrocidades suceden en parroquias, colegios o instituciones
de protección; gracias a Dios, por excepción, lugares en los que los niñ@s
deberían estar seguros y felices, pero que sus agresores convierten en
infiernos, usando el poder y la confianza que generan los guías
espirituales.
Es grave y ofensiva la forma como reaccionan algunos jerarcas de la Iglesia
al conocer esas atrocidades. Normalmente ocultan los delitos y guardan
silencio, y cuando los niegan, resulta inverosímil. Y cuando por fuerza de
las pruebas no los pueden ocultar, los reducen a ‘errores’; como si violar
un niño fuera un error y no un delito. Informan que a los violadores los
separan de sus actividades, y que los conducen a retiros para enmendar sus
‘errores’ y ser atendidos por psicólogos, que sí necesitan con urgencia –y
normalmente no tienen– las víctimas por cuenta de los traumas que les causan
los abusos. De los niñ@s víctimas no hablan. Y algunos feligreses protegen a
los violadores, movidos por la fe o por la indolencia.
Resulta doloroso conocer las declaraciones del máximo jerarca de la Iglesia
católica, quien afirmó frente a las violaciones de sacerdotes contra niñ@s
en Irlanda, que “quien esté libre de pecado, tire la primera piedra”. Es
equivocado asociar la violencia sexual con el homosexualismo o el celibato,
buscando justificar lo injustificable y desconociendo que la mayoría de los
violadores son heterosexuales activos.
La Iglesia y todas las instituciones deben entender que la violencia sexual
contra los niñ@s es un delito que repudia la sociedad, tanto que en Colombia
lo queremos castigar con prisión perpetua, y en Europa están pidiendo
judicializar al Papa. Quienes cometen esos delitos, sacerdotes, profesores,
familiares o militares, quienes sean, deben responder por sus crímenes.
Quienes insistan en proteger a los violadores son cómplices. Las autoridades
deben investigar y sancionar estos delitos sin ninguna consideración. Esas
actitudes alejan a las personas de la Iglesia católica, mi iglesia y la de
la mayoría de colombianos, a la que pertenecen sacerdotes maravillosos,
muchos dedicados a proteger niñ@s. La Iglesia se debe ante todo a las
enseñanzas de Jesuscristo, quien dejó claro el valor de los niñ@s cuando
dijo: “Dejad que vengan a mí, porque de ellos es el reino de los cielos”.
*Senadora electa impulsora de la cadena perpetua para violadores
de menores.
HELGON
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