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El hombre y la máquina: ¿quién gana?

En 1850, Pinhalnovo (Portugal), situado 50 kilómetros al sur de Lisboa, la capital, y a 12 kilómetros del mar, era un pueblo feliz.

Los campesinos sembraban y en época de cosecha los más jóvenes tenían una
tradición: que el hombre que recogiera una mazorca que al abrirla estuviera
roja tenía el derecho de darle un beso a la mujer de sus sueños.
Todo estaba bien hasta cuando llegó la primera máquina de vapor (para
recoger la cosecha de maíz) a Pinhalnovo y, con ella, el progreso y, por
ende, más gente en busca de un mejor futuro. A mayor número de habitantes,
mayor olvido de lo que la población había sido hasta ese momento, de sus
costumbres y su forma de vida natural.
Siglo y medio después, y para tratar de erradicar ese olvido nació la obra
de calle Humanum fatum, de la mano de Pedro Leal, director de PIA (Projectos
de Intervenção Artística), de Portugal.
Leal nació en Pinhalnovo, en 1976, y desde niño oyó las historias que sus
tatarabuelos les contaron a sus bisabuelos y estos a sus abuelos y así
sucesivamente, “hasta que llegaron a mí. Por eso me resisto a pensar que una
máquina nos quite la calidad de vida”.
El montaje gira en torno de máquinas gigantes que los hombres han creado
para solucionar problemas inexistentes. “En su trabajo por perfeccionarlas,
se olvidan de las relaciones humanas y de contactarse con la naturaleza”,
dice.
El poco tiempo libre que estos creadores tienen lo dedican a convencer al
resto de los humanos (el público) de que sus inventos son imprescindibles,
así no sirvan para nada.
Leal, de 33 años, no abomina el progreso. Opina que hay cosas que han sido
buenas para la humanidad y que muchos creadores han cambiado el curso de la
historia.
En su opinión, sin embargo, la guerra demuestra cada día que ese progreso es
relativo, porque se crean permanentemente máquinas para matar al otro. En
definitiva, este hijo de Pinhalnovo prefiere el mundo natural.
''Esta obra nace de una tradición que había en Pinhalnovo (Portugal); pero,
creo que, así se llamen distinto, cada pueblo del mundo ha perdido sus
tradiciones”.
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