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Tras las huellas del mohán

En Troncoso no están tranquilos. En este caserío de pescadores, a orillas del río Magdalena, dicen que el mohán se baña muy cerca y a la vista de todos. De hecho, en este pueblo de calles destapadas es común escuchar historias de sus apariciones.

“Yo lo vi y hablé con él”, asegura Juan de Jesús Arrieta, un pescador de 69
años. “Es como un animal”, insiste y explica cómo transportó al mohán en su
lancha, hace cuatro años, sin sentir miedo.
Su historia es respaldada por varios niños, que dicen haber sido asustados
por esta presencia entre Troncoso y Troncosito, caserío vecino.
Incluso, Víctor Hernández, otro pescador de 77 años, canta las décimas sobre
el ‘hombre-animal’: “En el brazo de Mompox dicen que sale un mohán. Él sale
desde Pan Pan navegando a San Cenón”.
Llega la expedición
Hasta Troncoso llegó el martes pasado Leonardo Comba, atraído por los
rumores sobre el mohán. Este diseñador gráfico boyacense ha dedicado la
mitad de sus 33 años a la música popular, y los últimos 12 a seguirle los
pasos a este personaje legendario, cuyas historias se conocen desde Tolima
hasta Bolívar.
“El mohán es más que un mito o una leyenda: es parte de la realidad de los
pobladores del río Magdalena; es un elemento más de la naturaleza, como los
peces; es un habitante del agua”, dice Comba.
Esas fueron las razones por las que él decidió hace más de una semana
embarcarse en una expedición por el Magdalena, a bordo del emblemático ferry
‘Florentino Ariza’.
Junto a Comba, en la expedición ‘Bicentenario: gritos que cambiaron la
historia’, viajan 15 artistas, convocados por la Fundación Gilberto Alzate
Avendaño, de Bogotá.
Los expedicionarios retratan, desde Honda (Tolima) hasta Cartagena
(Bolívar), las historias de los habitantes y su relación con el Magdalena,
el río que hace casi 200 años fue aliado en la victoria que le dio la
independencia al país.
Comba quiere ir más allá: pretende encontrarse con la leyenda y confrontar
la ‘realidad’ del mohán a través del relato de los pescadores.
“Ha sido todo un reto, porque según la zona, los testimonio de qué es y cómo
es cambian”, asegura.
Explica que mientras en el norte del Tolima lo llaman ‘el Compadre’ y tiene
la apariencia de un indígena, en el sur de ese departamento lo asocian al
Diablo y su presencia anticipa desgracias.
Un mito con mil caras
Más allá, abajo del río, ya su aspecto cambia: en Barrancabermeja
(Santander), lo muestran alto y corpulento; en San Pablo (Bolívar) dicen que
es un hombre con el cuerpo peludo; en Tenerife (Magdalena) es una mezcla de
animal y hombre, y en Troncoso (Bolívar) tiene cara de pez, la cabellera
larga y es bajito. En algunos sitios, incluso, dicen que tiene manos y pies
al revés y que camina hacia atrás.
Todos coinciden en que se hace a la orilla del río o está en los peñascos y
sorprende a los pescadores lanzándose contra el agua.
Además, los pobladores dan por hecho que el mohán roba mujeres desprevenidas
que se bañan o lavan ropa en el río. Y algunos insisten en que también hay
una mujer mohán, que en algunos lugares llaman ‘la Mohana’ y que, como una
sirena de río, enamora a los hombres y se los lleva a las profundidades.
Más allá de la ficción
No obstante, el historiador momposino Antonio Taboada Fernández dice que el
mohán es solo una historia popular, un personaje mitológico que nació de los
indígenas y que era usado por las abuelas para atemorizar a los nietos.
“Estaba la figura indígena del Maiyán, que tomó el nombre de mohán. Era un
aborigen, un brujo, y después fue tomando la figura del mohán, de un
personaje mitológico”, explica Taboada, vicepresidente de la Academia de
Historia de Mompox.
“El mohán no es bueno ni malo, es solo un ser del río”, explica Comba, quien
durante todo el recorrido busca testigos, registra sus hallazgos en una
bitácora de navegante y trata de llegar a los lugares donde dicen que ha
aparecido para, incluso, dejarle ofrendas de tabaco, ron y sal, como se
acostumbra en Ambalema (Tolima), donde el diseñador pasó parte de su
infancia.
“Yo era como un hombre anfibio: vivía entre la tierra de Sogamoso y el agua
del río Ambalema”, señala. Allí, finalmente, lo ‘atrapó’ la historia del
mohán.
Comba encontró el último rastro del mohán en Tenerife (Magdalena), se
extravió al adentrarse más al Atlántico y lo perdió en Bocas de Ceniza,
donde el Magdalena se confunde con el Caribe.
“Allí las historias son otras”, dice. Aun así, dejó allá, con los
pescadores, el tabaco y el ron que le sobraban de la expedición.
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