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EL RÍO GUACHACA YA NO RUGE

Situémonos en algún mes de mayo de hace más de 30 años. El torrencial aguacero ha provocado la creciente del río. Desde hace tres días no ha parado de llover. Las chicharras han cesado su canto y se extasían con las grandes gotas que caen sobre árboles, flores, animales y rocas.

Jesús baja por la colina en su mula Canela. Deberá esperar unas dos horas a que el caudal del Guachaca baje para poder pasar de un lado a otro.
Situémonos en 1995. Han transcurrido tres décadas, y también es mayo. Hace 12 días no cae una gota de agua lluvia y, definitivamente, el Guachaca y su corriente ya no rugen igual.
El Guachaca, que deriva su nombre de un vocablo indígena, es uno de los 35 ríos de la Sierra Nevada de Santa Marta. Le ha dado agua durante varios siglos a las comunidades indígenas arhuaca, cogui, chimila y arzaria.
Pero la tala indiscriminada de los bosques primarios, principalmente en su curso medio y bajo, y los efectos del cambio del clima por la falta de lluvias han ido empobreciendo paulatinamente su corriente.
Del Guachaca habría que decir que sufrió el mismo proceso vivido por las cuencas hidrográficas del resto de la Sierra, aunque en proporciones menos alarmantes. Su drama todavía no es tan serio como el de las cuencas del Cesar.
Cosas del pasado
Desde comienzos de siglo empezaron a llegar colonos extranjeros procedentes de Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos, quienes se establecieron en las estribaciones del Guachaca para iniciar allí cultivos de café.
Con el café comenzaron a llegar campesinos del interior del país en busca de trabajo. Muchos, embrujados por los verdes parajes y la tranquilidad de la Sierra, se quedaron para no volver más a sus terruños.
Pero para la década de los 50 las cosas comenzaron a cambiar. Los desplazados de la violencia de los departamentos de Santander, Norte de Santander, Tolima y Neiva, principalmente, se fueron tomando poco a poco el macizo. Los indígenas, intimidados comenzaron a subir cada vez más. Además, paralelamente, se inició la guaquería en los asentamientos indígenas abandonados.
Según Jesús Coronel, quien habita hace 32 años en la parte alta del Guachaca, el caudal ha descendido aceleradamente desde hace aproximadamente diez años, luego de la bonanza marimbera.
Marihuana en la sierra
Lo cierto es que además de la baja pluviometría, la colonización de los años 60 sobre las laderas del río, ocasionada en buena parte, por la apertura de la carretera Santa Marta-Riohacha, incidió notoriamente en el empobrecimiento de los suelos, que en un 80 por ciento comenzaron a destinarse a la ganadería y posteriormente al cultivo de marihuana, aunque en menor escala cuenta Carlos Sáenz, biólogo de la Fundación Prosierra Nevada.
Con la llegada de la marihuana al curso medio y bajo del río, se talaron entre 30 y 40 hectáreas de bosques al año y se pasó de un trabajo familiar, poco intensivo, a la forma de trabajo de contratación. Sin embargo, curiosamente la marihuana que se produjo en esta región, resultó de mala calidad y muchos cultivos fueron abandonados.
Imagínese, aquí hubo mucha gente que se puso a sembrar, gente de Guachaca, población que queda a orillas de la carretera, hacia arriba. Entonces los compadres pensaban que era un buen negocio, pero resulta que cuando los gringos la probaron no les gustó, y decían marihuana guachaquera no queremos y por eso no se cultivó en grandes cantidades o por lo menos no como en el resto de la Sierra, como en Don Diego por ejemplo, donde todavía se siembra , recuerda con nostalgia Jesús Coronel.
Lo de hoy
Hoy el río en su cauce alto ha recobrado el flujo de sus aguas, debido a que muchos colonos han emigrado. El Incora ha comenzado a comprar sus tierras para sanearlas y entregarlas al resguardo indígena. En las partes media y baja, no obstante, ya se comienza a sentir la falta de agua.
Y a pesar de ello, recientemente el distrito de Santa Marta realizó un estudio con la idea de tomar agua del Guachaca. El proyecto tendría un costo aproximado de 35.000 millones de pesos. Según los ingenieros que lo realizaron, el Guachaca tiene agua suficiente para dotar a la capital samaria hasta el año 2020.
De otro lado, la Fundación Prosierra ha iniciado un proyecto de reforestación, dirigido sobre todo a la concientización de los colonos acerca de la importancia de mantener el caudal del río.
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