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CON SU AMADA MUERTE SE FUE EL MAESTRO

Desde noviembre, el maestro Rodrigo Arenas Betancourt sostenía una relación especial con la muerte. Empezó a escribirle y a dibujarla para manifestar a su familia y a sus amigos que morir era tan ritual y tan amable como el nacimiento.

Ya sabía que sufría de cáncer en el hígado. María Helena Quintero, su compañera desde 1974 y con la que tuvo dos hijos, dijo que por medio de sus dibujos y de sus poemas los fue acostumbrando a la idea de que él iba a morir. Convirtió a la muerte en su amada .
El pasado martes, su enfermedad empezó a debilitarlo y en su casa-taller de Caldas, sur del Valle de Aburrá, ya no podían realizar los tratamientos para soportar los dolores. Ese mismo día fue internado en la clínica del Rosario en Medellín. A las nueve de la noche del viernes entró en estado de coma y murió en la madrugada de ayer.
En lo artístico, fui siempre fiel al realismo ; en lo intelectual, fiel a la libertad de pensamiento y, en lo moral, estuve siempre con las izquierdas renovadas , decía. Mucha tinta corrió cuando entregó su Bolívar desnudo. Hubo entonces censuras y críticas adversas.
Pero esa escultura del Libertador portando una tea incendiaria y a horcajadas sobre un potro desbocado, empezó a ser observada y admirada como un símbolo. También hizo polémica su Cristo moreno que fue llevado a San Benito (Sucre), donde lo llamaron Cristo cachaco .
Al hablar de su mejor trabajo escultórico, Arenas Betancourt decía: creo que logré un equilibrio emocional y anímico similar a aquel que sentí cuando quedé notificado de que la señora muerte pedía mi mano. Bajo esa armonía angustiante ejecuté el Pantano de Vargas, además con el influjo del amor de Margarita Muriel. Como hice también el Prometeo, en México, al amparo amoroso de Constanza; El Bolívar desnudo de Pereira y el José María Córdova, en Rionegro, fueron ejecutados en un tiempo mexicano sordido, opaco, de rezumos amargos... .
El 23 de octubre del año pasado, cuando le celebraron el cumpleaños número 75, se tomó el último whisky de su vida. Esa era su bebida. Podía pasar épocas largas sin tomarse un trago, pero también épocas muy largas sin soltarlo , comenta Margarita, la tercera hija de su matrimonio con la mexicana Lidia Rosas, con quien tuvo tres hijos.
En México vivió unos 25 años y fue allí donde hizo Prometeo, su primera escultura monumental. Por ella fue reconocido internacionalmente.
El maestro nunca abandonó el trabajo ni siquiera cuando se enteró de que su vida iba a terminar. Comenzó una serie de esculturas que llamó Los amantes, de unos 50 centímetros cada una. Esta serie quedó completamente terminada. Junto con una escultura monumental para la Clínica Las Américas de la capital antioqueña, fueron sus últimos trabajos en ese arte.
Margarita, quien vino de México hace cinco años para trabajar a su lado, cuenta que para su padre no existían ni el día ni la noche y que podía pasar dos días sin dormir. Podían ser las doce de la noche o la una de la mañana. Aún así se levantaba, se tomaba unos whiskys y se ponía a trabajar. Yo me tenía que levantar con él porque había que seguirle el ritmo , dice.
El nunca pudo estar callado. Por mal que estuviera cogía un lápiz y dibujaba o escribía para expresar lo que llevaba dentro , cuenta su otra hija mexicana Rita Virginia.
En febrero también Arenas Betancourt inició una cabeza para el Instituto Caro y Cuervo, de donde fue nombrado miembro honorario. Esa entidad le editó el año pasado el libro Las memorias de Lázaro, que es la segunda versión de Los pasos del condenado, texto que escribió cuando regresó de su secuestro.
El artista fue secuestrado el 18 de octubre de 1987 cuando viajaba de Fredonia a Medellín. Permaneció 81 días cautivo. La familia vendió apresuradamente algunas esculturas para pagar once millones de pesos por el rescate. Después de su secuestro dijo que Colombia perdió el hilo de su historia y el trazo de su camino .
Gabriel García Márquez anticipó en Arenas el escritor oculto tras el escultor. En su obra siempre emergieron la madre y los símbolos campesinos. De su infancia decía que era salvaje, religiosa y mágica.
Hace dos años el maestro se fue a vivir a Fredonia, municipio cafetero del suroeste antioqueño. Allí nació y era su lugar predilecto. Sus cenizas serán llevadas a ese municipio para ponerlas en un osario al lado de sus padres. como su última voluntad.
Posiblemente en un futuro las obras de su taller de Caldas hagan parte de un museo de puertas abiertas. Ese fue otro de sus sueños.
Jorge Franco, su médico de cabecera, compañero de bohemia en los años cuarenta y con quien tuvo una amistad de 47 años, recuerda que Arenas Betancourt era un apasionado por el trabajo de Miguel Angel porque se autoesculpe, se lacera sin misericordia , decía.
Franco sintió un impulso extraño y se dirigió a la casa del maestro. Su llegada coincidió con el último momento. Hoy, a las cuatro de la tarde, se llevará a cabo la misa y el homenaje póstumo en la Asamblea Departamental, donde es velado desde ayer.
Otto Morales Benitez recibió una última llamada del escultor paisa: Me dijo hermano lo llamo para despedirme. Yo sabía que estaba enfermo pero le dije: para dónde te vas? El dijo: es que ya cumplí el itinerario mío, y entonces uno se despide de los amigos... .
Morales le respondió tú no te mueres porque tu obra está en el viento, en el aire, en la calle; le está diciendo a los colombianos cómo deben soñar, cómo deben pensar, cuál es el futuro: Tu mensaje es eterno, nunca vas a desaparecer, hasta luego, adiós hermano .
Un creador incansable
Por proceder de la misma tierra y ser parte de la misma alma, el ex presidente Belisario Betancur dice que fue un privilegio haber estado cerca del maestro durante más de medio siglo.
Siempre se le vio jadeante, de tanto arrebatar al cosmos, las formas, al aire, los colores y al viento las cadencias. Vivía en guerra civil consigo mismo, y con el entorno combatiente contra la resignación y el conformismo, gladiador contra el mundo y sin escudo, que lo mismo pasaba del pincel al cincel, que de la lucha al ensayo o al poema , recuerda Betancur.
Nacido en 1919 en zona rural de Fredonia (Antioquia), Rodrigo Arenas mostró habilidad e inclinación por el dibujo desde cuando era estudiante.
Después de pasar por el seminario de Yarumal, se fue a Medellín para dedicarse a aprender lo que siempre soñó: arte.
En Fredonia dejó constancia de sus vivencias adolescentes en mas de un autorretrato, con la madre en el primer plano y los sueños detrás.
Su relación con el medio artístico lo condujo hasta el taller de Pedro Nel Gómez en México, que fue su amigo y su maestro.
En 1956, en México, realizó su primera obra en formato de diez por diez metros, que a comienzos de los años sesenta fue ubicada en la Plaza de Bolívar de Pereira, El Bolívar desnudo.
Después vendría una amplia serie de monumentos: al General José María Córdoba, en la plaza de Rionegro, Antioquia; Pantano de Vargas, realizado en 1968, en el escenario de la batalla, y Monumento a la raza antioqueña en el Centro Administrativo La Alpujarra, de Medellín.
En México están ubicadas cuatro obras monumentales: El Prometeo, en la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma; El Aguila que Cae, frente a la torre de comunicaciones de Ciudad de México; El Juárez, en Puebla y otra más en ese mismo lugar.
El maestro dejó pendientes, una obra para la Academia José María Córdova de Bogotá y El Cristo de la liberación americana, que había sido solicitado por Venezuela.
Entre los libros recordados de Arenas Betancourt está Crónicas de la errancia, el amor y la muerte.
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