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Comedores distritales forman empresarios

REDACCIÓN BOGOTÁ Hover Ochoa, Óscar Urbano y Helvis Torres sueñan todos los días con dejar el comedor comunitario de La Alameda, en la carrera 13 con 20. Y no es que ya no quieran la comida que allí les brindan –que en muchas ocasiones fue la única–, sino que desean que su pequeña empresa de productos de aseo crezca y el ingreso que les genere les pemita ceder su cupo a otros más necesitados.

Junto con otros tres compañeros crearon hace año y medio a Funsocoal,
organización con la que, gracias al apoyo de la Secretaría Distrital de
Integración Social (Sdis), lograron estructurar su iniciativa productiva.
Sus productos, entre los que están jabones antibacteriales, limpiavidrios y
ceras para pisos, ya son comprados por jardines y comedores del Distrito, y
han participado en varias ferias comerciales.
También hacen parte de la Red de Iniciativas Productivas, que agrupa ocho
propuestas de los comedores de distritales y locales en Santa Fe y
Candelaria.
“La idea es que la gente genere un ingreso que le permita mejorar sus
condiciones y salir de los comedores, pues el hambre está ligado al tema de
la pobreza”, dice Julio Figueroa, asesor de la Sdis.
Enseñar a pescar
Hace 11 años, una puñalada acabó con la carrera de zapatero de Urbano, al
quedarle inservible su mano izquierda. Desde entonces, empezó a rebuscársela
como pudo y era uno de los beneficiarios del comedor ‘Ramírez’.
Hace dos años le surgió la posibilidad de capacitarse en la elaboración de
productos de limpieza, pero tenía un problema: las clases eran en Suba y no
tenía para los pasajes.
“Yo le dije que se los daba, pero le entregué un cuaderno y le hice prometer
que iba a copiar todo lo que dijera el profesor”, recuerda Leonarda
Quiñones, coordinadora de los comedores de Santa Fe.
Así, con el conocimiento de este hombre, padre de 4 hijos, se formó a los
usuarios del comedor de La Alameda que estaban interesados en el tema.
“Empezaron 35, tomaron el taller 25, aguantaron 12, ocho no fueron pacientes
y finalmente quedamos los seis que somos fundadores”, recuerda Ochoa.
Con un ropavejero que se inventó Quiñones fueron amasando un pequeño capital
para conseguir los químicos y luego ya se volvieron proveedores. “Hoy les
probamos a todos que es verdad, que sí se puede”, agrega Ochoa, al que el
trabajo y el comedor lo sacaron de soplar bazuco.
Las iniciativas serán apoyadas económicamente por los fondos de cada
comedor, es decir, lo que cada uno paga por la comida. De 300 en 300 pesos,
La Alameda ahora cuenta con 48 millones y en una asamblea sus usuarios
decidieron apoyar a Funsocoal.
A la espera de un ingreso
Uriel Olaya tiene 50 años y por 20 vendió dulces. Ahora corta telas y cose
forros junto con otras compañeras del comedor Veracruz. “No hay mayor
alegría que ver a la doctora usando los chalecos que uno confecciona”,
cuenta mientras señala a una funcionaria del Sdis.
Ya la empresa privada está interesada en algunos de los proyectos. Según
Figueroa, la multinacional de hamburguesas McDonald’s los contactó para
saber qué proyectos se están realizando y en cuáles se podría vincular.
Todos estos hombres y mujeres han trabajado sin ganarse un solo peso y
confían en que el apoyo de la empresa privada llegue pronto. También están
prendientes de registrar sus productos de aseo ante el Invima. Y claro,
esperan que “Samuel (Moreno) nos ayude y le pongamos ‘Bogotá positiva’ a las
etiquetas”, dicen entre risas.
cambaq@eltiempo.com.co
83 mil
son los beneficiarios de los comedores comunitarios. Además del alimento, se
le hace acompañamiento a sus familias.
EMIMEN
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