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BUSES ESCOLARES SE RAJAN EN SEGURIDAD

Mientras su bus se dirigía a casa después de una salida a la iglesia, los niños que iban a bordo sintieron una sacudida. Algunos pensaron que habían atropellado un venado. De hecho, un conductor ebrio en una camioneta que se desplazaba en contravía en la autopista interestatal, los había estrellado. El tanque de combustible del bus que se encontraba a un lado de la puerta delantera, se rompió.

Estalló un incendio, que inmediatamente alcanzó las sillas de poliuretano, altamente inflamables. Dado que la puerta delantera estaba obstruida por el fuego y el interior se estaba llenando rápidamente de humo negro y gases tóxicos, los 63 niños y cuatro adultos tuvieron que luchar a lo largo de un pasillo de algo más de 30 centímetros de ancho hacia la única salida de emergencia, una puerta trasera. Veinticuatro niños y tres adultos murieron. Otros nueve sufrieron quemaduras muy graves.
Este accidente, ocurrido en mayo de 1988 en Estados Unidos (Carrollton, Kentucky), calificado como uno de los más graves en la historia de ese país, desató la polémica sobre los estándares de seguridad de este tipo de vehículos.
A pesar de que el accidente fue provocado por la imprudencia del conductor ebrio, se logró determinar que aspectos propios del diseño del bus provocaron el elevado número de víctimas.
Un informe de la Junta de Seguridad de Transporte Nacional concluyó que el tanque de combustible vulnerable, la tapicería inflamable y la falta de un número suficiente de salidas de emergencia habían ocasionado las muertes.
Pero el periódico The New York Times calificó recientemente de sorprendentemente poco lo que se ha hecho seis años después del desastre para evitar que la situación se repita.
En 1992, la Administración para la Seguridad en el Tráfico finalmente expidió un estándar exigiendo más salidas, empezando por una puerta lateral o dos salidas en las ventanas, además de la salida trasera, en los buses escolares de una capacidad de por lo menos 46 niños. Pero la norma solamente se aplica a los buses construidos después del primero de septiembre de 1994.
Otras normas, por ejemplo el estándar de inflamabilidad que demostró ser tan inadecuado esa noche del accidente de Kentucky, sigue sin ser modificado, a pesar de la recomendaciones basadas en varios estudios.
El estándar, que fue publicado en 1972 para ser aplicado a todos los vehículos de motor, no establece ninguna diferencia entre un bus escolar de 90 pasajeros y un automóvil privado. Dado que solamente exige que la llama no avance más de 10 centímetros en un minuto a lo largo de una muestra de material para sillas sostenido en forma horizontal, lo cumpliría hasta un papel periódico enrollado.
A pesar de que la misma Administración Federal de Tránsito ya rechaza el poliuretano por ser demasiado inflamable, éste sigue siendo el material por excelencia en los buses escolares, porque su capacidad superior para absorber la energía, permite que los asientos cumplan con los estándares para la protección contra impactos.
En la actualidad, los tanques de combustible de los buses escolares son algo menos vulnerables, gracias a la protección de cajillas BM_2_BM_1_BM_2_BM_1_de acero que se han instalado en los buses construidos después de que entró en vigencia un estándar relacionado con la integridad del sistema de combustible, en abril de 1977.
Pero los tanques de combustible aún están instalados al lado de la puerta principal de ingreso de pasajeros, el peor sitio posible para que se presente un incendio (La ubicación se estandarizó en los años 30 cuando los buses eran más cortos, y el único espacio disponible en el lado derecho, lejos del tráfico estaba adyacente a la puerta).
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