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Mario Uribe, a la espera

La maleta era muy pequeña, pero María Eugenia Mejía logró empacar en ella todo lo necesario para que su esposo, el poderoso político de Antioquia Mario Uribe Escobar, pasara su primera noche tras las rejas.

Ese martes, el propio ex senador le había notificado que la orden de
detención en su contra estaba lista y que se iba a entregar voluntariamente
para evitar el doloroso desgaste de ser el capturado número 31 de la
‘parapolítica’.
El ex senador alcanzó a informarles la decisión de su entrega a sus dos
hijos, que estudian en Estados Unidos, e incluso al propio fiscal general,
Mario Iguarán, en una corta llamada telefónica sin testigos.
Pero, minutos después, la camioneta que lo conducía hasta la sede de la
Fiscalía se desvió de camino luego de que uno de sus defensores le aconsejó
que lo mejor era pedir asilo en la Embajada de Costa Rica.
“Lo metieron en un cuarto –contó alguien cercano–. Estaba tenso. Pidió un
vaso de agua pero le tocó tomar el líquido directamente de la llave porque
no había quien lo atendiera”.
En esa sede diplomática, Uribe Escobar –el político de los 111 mil votos en
el 2002, el primo segundo del Presidente de la República, el ex presidente
del Senado– tuvo que soportar una dura prueba.
Tras la llamada de uno de sus hijos, angustiado por la treintena de
representantes de víctimas de paramilitares que celebraban afuera de la
embajada la orden de captura en su contra, Uribe Escobar tomó la solicitud
de asilo y la volvió pedazos. El resto, es historia.
El intento por asilarse cayó muy mal en la Casa de Nariño y se sumó al dolor
familiar de la retención.
“Él estaba seguro de la solidez de su defensa –dice uno de sus mejores
amigos– y la mejor muestra es que la orden de captura lo tomó por sorpresa.
Ni siquiera había abonado el terreno con Costa Rica. Nunca contempló irse
del país, porque nunca contempló ir a prisión”.
En La Picota, lugar donde permanecen presos los políticos involucrados en
este escándalo, el caso Uribe Escobar era un referente permanente para
evaluar las actuaciones de la Justicia.
El propio fiscal Iguarán admitió hace menos de un mes que el capítulo paisa
de la ‘parapolítica’ era su gran desafío por el quilate de los implicados.
La agonía
La providencia en la que se tomó la decisión de capturar al ex senador, en
esencia, argumenta lo mismo que la Corte Suprema recogió poco antes de
llamarlo a rendir indagatoria, en octubre del 2007.
Se documentan dos reuniones con Salvatore Mancuso, en las cuales el
paramilitar dice que en estas se iban a sellar acuerdos electorales entre
Uribe Escobar y la entonces congresista Eleonora Pineda, hoy tras las rejas
por sus vínculos con las Auc.
Y aunque Mancuso insistió luego en que su interés de encontrarse con el
entonces senador era ponerlo al tanto del proceso de paz con el Gobierno,
la Fiscalía se inclinó por la primera versión.
Luego, aparece, ampliada, la declaración de Jairo Castillo Peralta,
‘Pitirri’, el llamado testigo estrella de la Corte Suprema, a quien un
fiscal volvió a interrogar en Canadá hace poco.
‘Pitirri’ insiste en que Uribe Escobar adquirió varias fincas en Sucre,
usando la presión paramilitar. Y aunque se empezó a hablar de la existencia
de supuestos testaferros cuando la defensa de Uribe Escobar demostró que no
tenía predios en esa región, estos nunca se mencionan en el expediente.
“El análisis de las pruebas fue incompleto y selectivo” –asegura uno de los
abogados–. Únicamente tuvieron en cuenta aquellas que sustentaban la
hipótesis que tenía el fiscal del caso y desecharon las que obraban a favor
de Mario”.
Bajo ese argumento, este fin de semana definen si apelan o no la orden de
captura o si se van a juicio en cerca de tres meses.
¿Un Inri?
Pero los amigos del ex senador tienen una explicación no jurídica del
asunto.
Dicen que en cualquier país del mundo ser pariente del Presidente es una
ventaja, pero que a Mario Uribe esos lazos se le convirtieron en una especie
de Inri.
“Ser ‘el primer primo de la nación’ –título impuesto por hábiles plumas
opositoras– fue usado como estrategia para golpearlo”, dice uno de ellos.
El propio Mario Uribe no tuvo reparos en reconocer en declaraciones a los
medios, en el 2002, que el parentesco le había traído más problemas que
bendiciones.
“Cuando íbamos al restaurante Cachotes, entre Caldas y Amagá, –recuerda uno
de sus amigos– le pedían solucionar desde la salida masiva de ganado hacia
Venezuela hasta los precios del café”.
En el Congreso, según Uribe Escobar, su presencia ocasionaba más de una
incomodidad. Colegas y desconocidos lo perseguían para buscar un contacto
con el Presidente.
Por eso, evitaba los discursos y cualquier tipo de acto que lo convirtiera
en protagonista. Sólo decidió salir a escena nuevamente como ponente de la
primera versión del polémico proyecto de alternatividad penal que buscaba
desmovilizar a los ‘paras’.
Las críticas volvieron porque el texto era, para los opositores, muy
flexible. Él, sin otra opción que darle la cara a esa polémica, dijo que esa
norma “no era para angelitos”.
Compañías incómodas
Uribe Escobar decidió tomar distancia y asumir un prudente silencio, a
pesar de que al Presidente lo une un gran cariño y respeto por su
trayectoria política.
“Mario se montaba en una vieja camioneta roja y se iba pueblo por pueblo a
conseguirle votos a Álvaro Uribe”, narra uno de sus escuderos .
“Se paraba en la mitad de los pueblos con megáfono en mano promoviendo a su
primo y así logramos partir la votación de los gandes y viejos caciques”.
Así, cuentan, acabaron con el poder de Bernardo Guerra Serna, uno de los
barones electorales más poderosos de Antioquia.
“En este departamento, pocos olvidan que él logró ser famoso y querido mucho
antes de que su primo fuera Presidente. Por eso, buena parte de Antioquia
está triste por la captura”, relata un amigo muy cercano.
Mario Uribe había construido una dupla singular con William Vélez, un
político de Envigado que en los años 90 se lució con varios proyectos de
ley, pero que dejó de brillar cuando revelaron un video en el que aparece
respaldando la campaña del narcotraficante Pablo Escobar.
La cuadrilla política de Mario Uribe cambió. Después de las elecciones del
2006, su lista al Congreso la conformaron los políticos cuestionados: Álvaro
‘El gordo’ García, Miguel Alfonso de la Espriella y Ricardo Elcure, hoy
investigados por sus relaciones con el paramilitarismo e incluso (en el caso
de García) por su complicidad en una cruel masacre de las Auc.
Y casi incluye en la misma lista a Eleonora Pineda y Rocío Arias, también
investigadas por el paramilitarismo, pero una supuesta versión de que
Estados Unidos lo amenazó con cancelarle la visa lo hizo cambiar de parecer.
Allá están sus hijos, Esteban y Daniel, y no renunciaría a verlos.
El otro Uribe Escobar
La complicada situación política hizo que sus amigos se alegraran cuando
Mario Uribe anunció, hace seis meses, que renunciaba al Senado, una decisión
que le costó varios días tomar. El retiro se produjo porque la Corte
Suprema lo llamó a indagatoria y él buscó ser juzgado por la Fiscalía.
Sus amigos sostienen que él se siente más cómodo sentado en una silla de
montar que en una curul, es un campesino cafetero y ganadero, un padre de
familia, un amigo de sus amigos.
Por eso lo apoyaron cuando anunció que su nueva profesión era la de ser su
abogado y que desde ahora iba a gerenciar la empresa de su defensa.
Desde el pasado miércoles, varios de ellos preparan visitas a La Picota.
“Le vamos a llevar videos de exposiciones de ganado, competencias de paso
fino colombiano y el libro ‘Mataron a Gaitán’”, curiosamente el mismo que
hoy está leyendo el Presidente.
También le tienen empacadas varias cartas de allegados que se encuentran
fuera del país, chicharrones (si se puede) y un librito azul de oraciones
“para que rece el Rosario todas las noches”.
Por ahora, Mario Uribe Escobar espera salir igual de bien librado de este
episodio, como de los otros dos que casi le cuestan la vida. El primero, la
caída de un caballo de trabajo y, el segundo, el posible accidente en un
avión.
“Iba con el asesor presidencial José Obdulio Gaviria y el piloto les informó
que había una falla técnica y que debían aterrizar de emergencia –cuenta un
pariente–. Mario alcanzó a llamar a su esposa para despedirse de ella y
pedirle que hiciera una oración, mientras que José Obdulio lo sorprendió con
la inusitada frase: ‘Lo único bueno de esto es que va a ser fácil que
encuentren nuestros restos’”.
Del otro accidente, el del caballo, le quedó una secuela, no puede inclinar
la cabeza, aunque sus amigos dicen que ni en los peores momentos Uribe
Escobar ha necesitado agacharla.
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