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ALCOHOL: LOS NIÑOS SIEMPRE DICEN LA VERDAD

Los niños dicen solo la verdad. Porqué? Porque los niños pequeños son demasiado inocentes para medir las consecuencias de lo que dicen, no le temen. Sus inocentes improvisaciones sobre la vida -bastante divertidas cuanto se trata de los hijos de alguien más- son un verdadero comentario sobre el mundo en que vivimos.

Veamos una escena real. Hace unos años cuando se preparaba una obra de teatro, la ambiciosa maestra de drama (señora Wilson) decidió que Juanito, el hijo más pequeño del director de la escuela, debía tener un papel.
El director, quien en secreto añoraba la gloria, se encantó con la idea. El único problema era que el niño apenas tenía tres años de edad, no sabía leer y tendría que aprender sus líneas sin ayuda del guión.
Para salvar esta dificultad la maestra decidió darle un papel de posadero. Solo tendría una línea en el diálogo y ella estaría cerca para soplarle si era necesario. No habría problema. En el fondo sabía que no era un gran papel, pero, racionalizaba, ya que Juanito era un niño tan simpático, probablemente se robaría el show y daría de qué hablar en la presentación lo cual, obviamente, agradaría al director. Además- y aquí la parte de su motivación en que intentaba no pensar- sería un impulso para su carrera como maestra.
Durante los ensayos Juanito demostró ser más que competente para el papel de posadero. Le alababa su talento aunque a veces dudaba si el niño comprendía bien o no que a la hora de la verdad no decía nada. Por fin llegó la gran noche. Los amplios corredores se llenaron de bullicio. A la hora de subir al telón la audiencia estaba ya en sus lugares. En las primeras filas, los orgullosos padres de los actores aparentaban estar tranquilos pero sentían gran nerviosismo. Sentando en medio estaban el alcalde, el ministro de la Iglesia y el director de la escuela, aceptando orgullosamente felicitaciones de todos lados por su hijo Juanito, el más pequeño de los actores.
Ante el asombro de la multitud, el telón se levantó por fin. La escenografía era magnífica. Los estudiantes del Departamento de Arte se habían esmerado. Una luna brillante y un cielo de luz apagada bañaban la escena con esplendor bíblico.
Todo iba bien, más o menos. Por fin, llegó la escena del pesebre: José, caminando cansado con su túnica, se acercaba a la posada. En su momento alzó la vista al cielo y después tocó la puerta.
Juanito abrió y le miró con ansia. En ese preciso momento el director miró a su alrededor con un orgullo oculto. Ah, pensó, mi hijo sí que es un actor natural . La señora Wilson permanecía tensa, lista para ayudarle si era necesario. Se recordó de nuevo a sí misma con solo una línea, qué podría posiblemente salir mal?
El monólogo de José finalmente rompió el silencio: Mi esposa María tiene un niño. Hay lugar en la posada?
Juanito, aunque listo para decir su línea, todavía quería un papel más amplio.
No , dijo, como debía. No hay lugar en la posada . Y, entonces, como si haciendo una pausa para lograr un efecto dramático, improvisó, pero, porqué no pasas a tomar un trago de todas formas?
Todo quedó en silencio... Qué era esto en boca de los bebés...
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