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Ganó dinero aprendiendo ortografía

En las pruebas para elegir al representante del Gimnasio Moderno (Bogotá) que competirá en el XII Concurso de Ortografía, Miguel Pareja, un muchacho de 17 años que cursa décimo grado, salió ganador al escribir correctamente la palabra discernir.

JULIO CAYCEDO
Lo particular del caso es que Miguel, que no se sabe de memoria las reglas
ortográficas, no tuvo que discernir nada para convertirse en ganador. Cuando
le dictaron la peculiar palabra y tuvo que escribirla, se acordó de la
ortografía porque la había visto en uno de los libros que terminó de leer
recientemente para su clase de literatura
Federico Díaz-Granados, su profesor de esa materia, opina que el ejemplo de
Miguel es formidable para comprobar cómo la lectura sirve para aprender
ortografía y gramática. Él mismo, de hecho, aprendió ortografía durante su
adolescencia, como su alumno: leyendo y escribiendo sobre lo que leía.
Para Federico, todos aprendemos más a partir de lo que leemos que de lo que
nos dictaron en clase, motivo por el que cree que la enseñanza aislada de la
gramática y la ortografía en la escuela moderna, que tiene un énfasis más
comunicativo, está mandada a recoger.
“Los muchachos deben enfrentarse al mundo habiendo desarrollado habilidades
comunicativas básicas, como saber hablar, escribir, escuchar, leer y
entender lo que se está leyendo”, dice.
Una vez logrado eso, o al menos sembrado, podemos esperar que se conviertan
en adultos que van a reconocer que los libros regulares son aquellos que
hablan de la vida de su autor, y que las grandes obras literarias son
aquellas que hablan de todos los lectores.
Federico piensa (y pone en práctica) que la lectura permite una enseñanza
mucho más amplia y hermosa de la ortografía y la gramática, que cuando estas
se enseñan como si fueran fórmulas matemáticas.
Y es que a través de la experiencia lectora puede capturarse la verdadera
personalidad de las palabras, su ortografía, su matiz, su color y su
musicalidad. Identificar cómo se escribe determinada palabra la hace
diferente de otras que pueden sonar igual (homófonas), pero que no
significan lo mismo.
“Parodiando a Borges, creo que la ortografía permite que las palabras miren
todas en la misma dirección –afirma Díaz-Granados–. Él decía que uno
entiende un poema o un hecho poético cuando las palabras miran todas hacia
un mismo lado.”
Al hablar de sus alumnos y de él mismo, Federico se suma a los derechos del
lector de Daniel Pennac, que dicen que este debe leer lo que se le dé la
gana a la hora que se le dé la gana.
No obstante, hace énfasis en que lo importante durante cualquier experiencia
de lectura, que muy seguramente ayudará al lector y lo acompañará durante
toda su vida, es tener tres sentidos muy atentos: admiración, oposición y
creación.
“Un lector debe estar en capacidad de ‘admirarse’ con lo que lee; debe poder
‘oponerse’ a lo que lee, y debe, por último, ‘crear’ con base en lo que lee,
crear en la plástica y en la música, crear un texto o una actitud frente a
la vida. Creo que es suficiente con desarrollar esos tres sentidos”.
Aprendió ganando dinero
Miguel Pareja se encontraba en un salón de clases en el que los muchachos
se veían más atentos que organizados. Él es amante de los perros y de la
lectura, parece más tímido que extrovertido y se siente muy seguro de sus
apreciaciones.
No considera un gran logro ser el representante de su colegio en las
eliminatorias zonales del Concurso, porque todas las oraciones con las que
lo probaron fueron demasiado fáciles. “Había trampa únicamente en una de las
palabras de cada oración.”
Su buena ortografía se la debe, además de a sus muchas gratas experiencias
de lectura, a que cuando estaba en séptimo grado tenía una profesora de
español que hacía dictados ortográficos semanalmente.
La dinámica era muy sencilla: todos los alumnos que cometían errores en el
dictado debían pagar, por cada error, una pequeña cifra de dinero a un fondo
común, que luego cobraban aquellos estudiantes que no hubieran cometido
errores. Con una sonrisa de oreja a oreja, Miguel Pareja cuenta que ganó
mucho dinero aprendiendo sobre ortografía.
En el último libro que leyó, El túnel, del escritor argentino Ernesto
Sábato, encontró lo siguiente: “Vivir es formar futuros recuerdos”. La frase
lo impactó tanto que se vio en la necesidad de escribir un texto al
respecto. “Ahí voy con eso”, dice.
Para él, una persona con mala ortografía es alguien de quien hay que dudar.
Sin embargo, aunque la suya es muy buena, dice que no la utiliza cuando
‘chatea’, ya que, además de que lo demora mucho más de lo necesario para
comunicarse, puede darle muy mala imagen.
“A veces, frente a las personas de mi generación, puede darte mala imagen
tener muy buena ortografía –dice Miguel–. La imagen del ‘ñoño’, ese
sabelotodo que siempre saca 10 , no fuma, no sale a fiestas y no tiene
novia, está muy arraigada. Escribir todo con buena ortografía en Internet es
solo para los ñoños…”
‘‘ Para hacer una lectura que te acompañe durante toda la vida debes poder
admirarte con lo que lees, oponerte a lo que lees y crear con base en lo que lees.”
Federico Díaz-Granados, poeta, profesor de literatura.
derechos del lector según daniel pennac
El siguiente decálogo de derechos –que el lector bien podría elegir no
leer– fue extraído del libro ‘Como una novela’, del teórico y escritor
francés Daniel Pennac, publicado por Editorial Norma .
El derecho de no leer un libro.
El derecho de saltar las páginas.
El derecho de no terminar un libro.
El derecho de releer. El derecho de leer lo que sea.
El derecho al bovarysmo (enfermedad textual transmisible).
El derecho de leer donde sea.
El derecho de buscar libros, abrirlos en donde sea y leer un pedazo.
El derecho de leer en voz alta.
El derecho de callarse.
JULIO CAYCEDO
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