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EL URAPÁN SIGUE SIENDO REY

Aunque muchos de sus hijos no lo noten -y aún traten de no dejarlo notar- Bogotá tiene un exhuberante y variado verdor: sietecueros, saucos, cerezos, mimbres; una interminable lista de especies nativas y extranjeras, compuesta por falsos pimientos, palmas, una legión de pinos, eucaliptos, araucarias y, por supuesto, urapanes. Hordas, enjambres de urapanes. Aquí, por lo menos cuatro de cada diez árboles suficientemente desarrollados son urapanes, lo que ha convertido a la especie en rey induscutible de la floresta santafereña.

A pesar de ello, mucha gente, incluyendo alguna que trabaja en instituciones de gestión ambiental, ven a la especie como un problema.
El nombre urapán, con que se trajo el árbol de Oriente, es inapropiado para informarse sobre la especie. La denominación correcta es fresno, como lo llama la literatura europea, y de la cual se deriva su nombre científico (Fraxinus).
Se introdujeron al Distrito Capital ejemplares de la variedad chinojaponesa (Fraxinus chinensis). aunque al decir del sacerdote y botánico colombiano Enrique Pérez Arbeláez, por la misma época pudieron ingresar plántulas de al menos otras dos variedades de origen europeo: Fraxinus excelsior y Fraxinus longicuspis, muy similares a la primera.
Cuan largo
El urapán es árbol de rápido y vigoroso crecimiento. Su corteza es lisa, pardo grisácea y se agrieta únicamente en ejemplares viejos. Las hojas caducas (se reemplazan cíclicamente), son de un verde intenso.
La flor antes de abrirse semeja una minúscula arveja, agrupada en racimos verde amarillentos se hace casi invisible; discretas también son sus semillas en sámaras, o vainas aladas, aerodinámicas, recorren grandes distancias en brazos del viento, desde los colgajos donde penden, hasta suelos donde caen clavadas y a lo que deben su fácil germinación.
El urapán es dióico: presenta características masculinas y femeninas en ejemplares diferentes. No obstante es simple distinguirlos: el macho no pierde todo el follaje, ni da flores y semillas, la hembra pierde por épocas las hojas, florece y da semillas.
Problemática solución
Los urapanes llegaron a Bogota procedentes del Japón hacia 1935 - 1945. Fueron traidos por el profesor Hochino, para el ornato de la metrópoli, dedicada a embellecer sus zonas verdes ante la inminencia de la Conferencia Panamericana.
Su fácil producción en los viveros, veloz crecimiento y la belleza de sus hojas, hicieron que durante dos décadas se lo considerara casi una panacea, y no hubo otra que no contara con urapanes como acompañantes...
Ya desde aquel entonces, la gestión urbana del tipo ejecuta ahora y planea después era común. Esa fue la causa de que separadores viales y zonas verdes se redujeran a masas de roca y desechos de construcción sobre los que se establecían cespedones de pasto kikuyo: No pensó la crilla ingeniería llenarlos de tierra negra y fértil! Se plantaron especies entre las que destacaba el urapán. Arboles más delicados habrían muerto en tan antinatural sustrato, pero no el urapán.
Siempre se le subestimó. Ya decía Pérez Arbeláez: no hay árboles malos, sino árboles donde no deberían estar . Y al urapán lo pusieron donde y como no debería estar!.
Ciertamente era bien grande... Pueden vivir un siglo o más... Hoy los abuelos del jardín cachaco a sus 50 años, se yerguen majestuosos, por ejemplo en el Park Way de La Soledad, a más de 25 metros de altura; con un diámetro en algunos, de casi dos metros en la base. Tienen corteza de árboles jóvenes y no dan señas de dejar de crecer. Definitivamente no eran plantas para poner de centro de sala!.
Creced y...
Su fecundidad, otrora tan alabada, se tornó molesta, los urapanes son bombarderos de semillas... desde los setentas son más los nacidos solos, que los sembrados en vivero. Y lo hacen en cualquier lado: techos, jardines, grietas del concreto, terrenos abandonados.Y los urapanes crecieron por todos lados.
Para colmo, la extracción de agua de subsuelo, por miles de pozos profundos excavados en la ciudad y los alrededores, de por sí ya sobre arcillas inestables, y el aumento del peso vehicular, debilitaron suelos y estructuras.
Ahora los urapanes ya no eran arbolillos peso pluma, algunos superaban las veinte toneladas sin incluir raíces, y el crecimiento de estas se había disparado por efectos de siembra de terrenos inadecuados, justo en ese instante, a principios de los 80 las vías comenzaron a hundirse seriamente (vías diseñadas tal vez con el mismo profesionalismo que elaboró las zonas verdes)... y claro, se necesitaba hallar un culpable, quien mejor para justificar tanta incompetencia que: El urapán!
Y lo hizo!, esa es la creencia desde entonces, manipuló a los jardineros para que lo plantaran cerca a estructuras y obras civiles, rompió el pavimento con premeditación y alevosía, hundió los suelos (aún a muchos kilómetros de donde se encontraba), vendría a llevarse a nuestras mujeres y nuestros niños . Una terrible confabulación urapánica para quedarse con todo.
Pero talados inmisericordemente, los urapanes volvieron a retoñar. Con ese manejo se logró recuperar sus masas foliares ampliando en el esfuerzo extra sus ya descomunales raíces (proporcionales al tamaño del árbol y en sentido contrario).
En Bogotá ningún urapán ha muerto de viejo; eliminar uno desarrollado requiere venenos o arrancarlo con la parte principal de la raíz. Aún sin corteza subsiste.
Y así llegó el fin de siglo, con las calles hundidas y débiles, los urapanes multiplicándose (como plaga en algunos sitios) y enseñoreándose en las avenidas.
Plaga o patrimonio?
Lo antedicho, contiene imprecisiones graves: podría pensarse que el urapán es un sida vegetal y no lo es, o que es incontrolable e inúltil. Tampoco es así.
El fresno se asocia bien con algunas especies nativas. Recomendado por los expertos para preservar fuentes de agua, sus hojarascas secas caídas al piso se degradan y transforman en buen humus.
Evitar su crecimiento desmedido requiere excavar periódicamente 50 cm. a su alrededor, cuando aún no supera el metro y medio de altura, y podar las raíces que se alejan esa distancia del tallo; no en vano se utiliza exitosamente la técnica bonsai.
Es por colorido, tamaño y gracia un espectáculo en su adultez, verde oscura o verde clara, según, esté o no repleto de flores; resiste la contaminación, y los suelos pobres y arcillosos, por ello en zona industriales donde atrapa en sus hojas partículas tóxicas, alejándolas de los pulmones de los bogotanos, y en zonas semiestériles de baja pendiente donde es necesario detener la erosión, por ejemplo el suroccidente del Distrito, se constituye en alternativa a evaluar, siempre y cuando en ambos casos se plante lejos de construcciones y estructuras, o, de no ser eso posible, se le suministre un millido lecho de tierra negra, sobre la cual cimentarse profunda, y no superficialmente.
Sus ramas, a más del papel fotosintético y de oxigenación albergan aves, y si se arrancan pequeños gajos de sitios indebidos no llegan a ser problema. El urapán lleva años con los bogotanos, quizá las líneas genéticas (si hubo más de una) orientales y europeas, hayan hibridado debido al clima sin estaciones y a los insectos, según parece va a acompañarnos mucho tiempo más, no podemos negar que lo queremos.
En la troncal de la Caracas, a petición de la ciudadanía, ejemplares removidos fueron reemplazados por nuevos urapanes; en solo medio siglo cuando los viejos hayan alcanzado mayor tamaño, los urapancitos jóvenes podrían ser una variedad adaptada: Fraxinus bogotensis ?
No hay árbol dispuesto a disputarse su trono, ni aún el caucho sabanero (Ficus soatensis) declarado emblema distrital por Decreto 0263 del 2 de junio de 1989, especie nativa que se planta indiscriminadamente en la actualidad por sus numerosas cualidades sin reparar en que su sistema de raíces alcanza enormes tamaños como se observa en los ejemplares del parque de la Independencia).
Es para los bogotanos de interés general, conocer a los silencosos conquistadores, saber su historia y esencia, convivir con ellos, aprender a amarlos... porque, después de todo: quién se imagina a Bogotá sin ellos?
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