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EL PERIODISMO ESTÁ DE LUTO: SE FUE AYAX

Roberto García-Peña, el hombre que murió la noche del domingo en Bogotá después de una brillante historia en el periodismo colombiano, es el mismo que hace 80 años hacía de Niño Dios en la Semana Santa de Bucaramanga. Y también es el mismo que se salvó durante un naufragio de escolares en el río Lebrija, de un atentado a bala y de dos estallidos de bombas.

Redacción El Tiempo
Desde niño era él, sin duda editaba periódicos en hojas sueltas alguno de ellos clandestino, elevaba cometas y jugaba aro en Santander.
Después, con el paso de los años, se convirtió en abogado y diplomático, y escribió más de 20 mil notas editoriales durante los 42 años en que se desempeñó como director de EL TIEMPO.
El ex presidente Eduardo Santos, que lo conocía muy bien, lo definió en una sola línea: Roberto García-Peña es un grande escritor, un trabajador infatigable y un hombre bueno . En este último atributo, especialmente, Roberto García-Peña a veces se excedía.
La tolerancia, esa cualidad tan escasa en Colombia y cuya ausencia ha ayudado a ensombrecer la historia del país, era inherente a la personalidad de este hombre nacido el 24 de abril de 1910 en Bucaramanga.
Roberto García-Pena falleció en su casa de la carrera séptima con calle 82, en el norte de Bogotá, donde pasaba largas horas entre los estantes de libros. Allí también escribía algunos de los artículos publicados semanalmente en este rotativo, bajo el título de El rastro de los hechos .
Roberto García-Peña, el hombre que murió la noche del domingo en Bogotá después de una brillante historia en el periodismo colombiano, es el mismo que hace 80 años hacía de Niño Dios en la Semana Santa de Bucaramanga.
Es el mismo que se salvó durante un naufragio de escolares en el río Lebrija, de un atentado a bala y de dos estallidos de bombas.
Es la misma persona que desde niño editaba periódicos en hojas sueltas alguno de ellos clandestino, elevaba cometas y jugaba aro en Santander, y que con el paso de los años se convirtió en abogado y diplomático, y escribió más de 20 mil notas editoriales durante los 42 años en que se desempeñó como director de EL TIEMPO.
El ex presidente Eduardo Santos lo definió en una sola línea: Roberto García-Peña es un grande escritor, un trabajador infatigable y un hombre bueno . En este último atributo, especialmente, Roberto García-Peña a veces se excedía.
La tolerancia, esa cualidad tan escasa en Colombia y cuya ausencia ha ayudado a ensombrecer la historia del país, era inherente a la personalidad de este hombre nacido el 24 de abril de 1910 en Bucaramanga.
Sus capacidades de escritor y periodista tuvieron su máximo desarrollo en este diario, del cual era Director Emérito en el momento de morir. Falleció en su casa de la carrera séptima con calle 82, en el norte de Bogotá, donde pasaba largas horas entre los estantes de libros. Allí también escribía algunos de los artículos publicados semanalmente en este rotativo, bajo el título de El rastro de los hechos .
Cuando Roberto García-Peña cumplió 25 años en la dirección de EL TIEMPO, el doctor Eduardo Santos recordó, durante un improvisado discurso, la llegada al periódico del jóven hijo de Tirso García Guzmán y Carolina Peña de García: En el año 29, cuando empezaba ese año luminoso y triunfal para los liberales, se me presentó un jovencito que no había cumplido todavía veinte años, pero que parecía mucho menor que sus veinte años. Me contó que había sido escogido para un empleíto en EL TIEMPO. Conversé con él, simpatizamos mutuamente, pero me apresuré a advertirle: mire, Roberto, usted no viene aquí a escribir editoriales. Y a él no se le olvidó. Y resulta que es él la persona que ha escrito más editoriales en EL TIEMPO .
Pero esa no fue su primera experiencia como periodista. En sus años de bachillerato en el colegio San Pedro Claver de Bucaramanga, editaba y distribuía una hoja clandestina llamada El Alacrán y, después, publicó en el anuario del colegio el relato de una accidentada excursión a Cartagena, en la cual naufragó en el río Lebrija la canoa en la que iban.
La crónica le valió ser nombrado director del periódico del colegio. De su mano nació otra hoja volante, Sanción , y colaboró en el diario Santander , fundado por su hermano Mario.
Ayax en Atenas
Esos sucesos fueron marcando su camino. Tal vez por eso dijo en 1982 en una entrevista al periodista de radio, Alcides Jáuregui en realidad, sin vanidad alguna, puedo decir que yo nací periodista, porque desde mi infancia tuve inquitudes periodísticas .
Y a ese oficio se entregó de lleno, como él lo concebía. Eso se deduce de su primera nota editorial como director de EL TIEMPO, el 4 de abril de 1939, tres días después de asumir el cargo: El periodismo... no es otra cosa que una altísima función social que requiere para su mejor cometido la absoluta entrega de todas las facultades del espíritu y la permanente y decidida consagración de la voluntad en servicio de los intereses nacionales .
Así comenzó a seguirle el rastro a los hechos que le interesaban al país. Sus notas editoriales acompañaban a las ediciones que en esos años se ocupaban de la posible invasión de Italia a Albania, la escasez de fríjoles y papas en el mercado nacional y publicaban avisos de veramón, Kola granulada, sombreros borsalinos y de películas como el Hijo de Frankestein.
Varios de sus artículos fueron recopilados en 1978 en el libro Medio Siglo sobre EL TIEMPO . La obra recogió los editoriales escritos por Roberto García-Peña entre 1938 y 1978. Sí, ciertamente, jamás mueren en vano quienes mueren por una causa grande. Ahora cuando un río de dolor y de angustia, hecho de congoja y de cólera, recorre otra vez al mundo... Así comienza su editorial un día después de asesinato de John F. Kennedy, y que aparece en el libro.
La frases de Roberto García-Peña se hicieron célebres, al igual que el nombre con el cual firmaba su columna, Ayax. Una de ellas, publicada en Lecturas Dominicales de EL TIEMPO, el 27 de noviembre de 1966, ocupa un lugar importante en el Club de Prensa en Washington. Y no era para menos: El pueblo es responsable y atiende a su responsabilidad cuando está informado, cuando puede crearse una conciencia de los problemas públicos, cuando sabe que su opinión decide. Es decir, cuando gobierna .
En 1970 el Instituto Colombiana de Cultura Hispánica publica Rastro de los hechos , una selección de textos y prólogos en algunos de los cuales el autor deja ver la sensibilidad de su alma, impactada por la ciudades que conoció durante un viaje a Europa: Quemaba el sol violento sobre Atenas aquella mañana de septiembre .
También se nota su nostalgia de provincia: Alguien dijo que a los colombianos bastaba un ligero rasguño para encontrarles su delegada o gruesa corteza de tierra campesina. Y ello es cierto .
La de EL TIEMPO fue la segunda experiencia periodística del joven García-Peña. Cuando viajó a Bogotá a estudiar derecho en la Universidad Externado de Colombia, también se vinculó a El Espectador. Don Luis Cano, su jefe y tutor, lo envió a entrevistar a un congresista sobre un asunto que el reportero desconocía.
Dirigir un diario...
El congresista, al darse cuenta del hecho, lo despachó de su casa y por poco, del periodismo: Cuando don Luis Cano quiera saber un concepto mío, que él mismo me lo pregunte, pero que no me mande a un muchachito analfabeto como usted... .
Y poco días después, don Luis Cano le dijo: Le agradezco su buena voluntad, pero, en verdad, usted no está hecho para este oficio . Por esa época contrajo matrimonio con Rosita Archila.
Pero el corazón de Roberto García-Peña no era de los que se doblegan tan fácilmente. En el TIEMPO comenzó de nuevo haciendo reportería; fue jefe de redaccción en la oficina de Cali durante cinco años y medio, y despues viajó a Lima como secretario de la embajada. Luego pasó a Chile y a su regreso el doctor Eduardo Santos le preguntó si quería ser director de EL TIEMPO.
Roberto García-Peña lo pensó tres días. No era tarea fácil reemplazar a Germán Arciniegas, pero al final aceptó.
Y cumplió con lujo de detalles. EL 16 de abril de 1964, Germán Arciniegas esribió, desde París, al exaltar la labor de su sucesor durante los años más difíciles que vivió el país a mediados de siglo: Dirigir un diario ha sido siempre una aventura, pero dirigirlo en América Latina es algo que aumenta el riesgo hasta el extremo de ser casi una aventura mortal .
Arciniegas se refería a la censura impuesta durante el gobierno del general Rojas Pinilla. En el caso de EL TIEMPO los censores, colocados dentro del periódico, rechazaban cada noche dos y tres veces el editorial. En 1951 el periódico fue incendiado y clausurado en 1955.
A pesar de vivir casi toda su vida por fuera de las tierras santanderanas, el corazón de Roberto García-Peña nunca abandonó el llano de don Andrés, donde elevaba cometas, y la hacienda de su padre en Rionegro, donde su familia se dedicó a las labores campesinas.
Yo me siento de una auténtica, fervorosa y ardorosa santanderianidad , le dijo en 1982 Roberto García-Peña al periodista Alcides Jáuregui.
Como periodista, vivió varias épocas. Y la última lo sacudió por el temor de lo desconocido. Entre chiste y chanza refirió así un episodio de su encuentro con la tecnólogía: Cuando Carlos Pinilla gerente de EL TIEMPO me llevó a conocer los nuevos equipos del periódico y me encontré una máquina que es capaz de leer y corregir, salí de allí a toda prisa, pues sospecho que hay en ello algo demoníaco.
Por encima de todo, quienes lo conocieron resaltan sus cualidades personales. Otto de Greiff escribió así sobre el ilustre periodista, cuando este todavía era director de EL TIEMPO: En su juventud, cuando Roberto aún no era importante, era todo corazón y simpatía y cordialidad. Y lo curioso es que al cambiar paulatina, pero rápidamente su condición, y contraviniendo la costumbre de otros en su caso, se ha empeñado en continuar siendo sempiternamente bueno, simpático y cordial.
Algunos afirman que de los muertos se dicen solo cosas buenas. La diferencia con Roberto García Peña es que se han dicho muchas más cosas buenas de él durante los 83 años de su vida, antes de que un paro cardíaco se lo llevara la noche del domingo.
Esa verdad acompañó a quienes lo rodearon ayer, en una tarde lluviosa, para llevarlo al cementerio Jardines del Recuerdo, en el norte de Bogotá, donde fue sepultado al lado de su esposa.
EL TIEMPO de cerrar
El 4 de agosto de 1955, a las 7 de la noche, las directivas de EL TIEMPO fueron informadas de que el rotativo no podía circular al día siguiente por disposición del gobierno. Casi veinte años después, Roberto García-Peña relató así lo ocurrido.
Cuando EL TIEMPO fue clasurado por la dictadura de Rojas Pinilla, yo fui llamado por el Estado Mayor a que rectificara una versión sobre el asesinato de los Correa, cerca a Pereira, que había sido publicada en El Comercio, del Ecuador, estando de visita en Quito el dictador Rojas Pinilla. En vista de que yo me negara a hacer la rectificación que me exigía el comando del Estado Mayor, se me notificó que si no aceptaba lo que se me proponía por la fuerza, se verían obligados a cerrar EL TIEMPO indefinidamente. Yo manifesté entonces que de ninguna manera aceptaba la rectificación que se me pedía y así fue como el 4 de agosto fue clasurado EL TIEMPO por mandato de la dictadura .
En pocas palabras
Casado con Rosita Archila Monroy, fallecida.
Hijos: Roberto, Maryluz y Clarita.
Graduado en derecho en la Universidad Externado de Colombia.
Especialización: Ciencias internacionales, derecho internacional público y privado e historia diplomática en la Universidad de Chile. 1973.
Periodista de El Espectador y EL TIEMPO entre 1925 y 1933.
Gerente de Ediciones Colombia en 1929.
Secretario Privado del ministerio de Gobierno en 1933 y 1934.
Cargos diplomáticos en Lima y Chile entre 1934 y 1938.
Secretario General del Ministerio de Relaciones Exteriores en 1938 y 1939.
Director de El TIEMPO desde 1939.
Además, fue director de la Revista de América; Vicepresidente del Congreso Panamericano de Periodistas; miembro de la junta directiva de la Sociedad Interamericana de Prensa; representante a congresos de prensa en Chile, Caracas y Bogotá.
Miembro de American Academy of politic Science.
Es autor, además, de Conferencia sobre el derecho internacional, Hispanismo e hispanidad, Lo romántico en la novela americana y El Sentido de una política.
En 1976 recibió el premio Simón Bolívar y en 1977 la Placa Hemisferio en Guayaquil, Ecuador.
Condecoraciones: Gran Cruz de la Orden de Boyacá; medalla de la Orden del Mérito, Chile; Medella de la Orden del Libertador, Venezuela; medalla de Vasco Núñez de Balboa, Panamá; y la Orden del Sol, Perú, entre otros.
Redacción El Tiempo
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