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PARQUES QUE SE PERDIERON

Y cuando el auto inició la marcha hacia el lago San Cristobal experimentó una sensación de libertad... Allí concurrían obreros y habitantes del sur de la ciudad y la única persona que lo conocía era el hombre que vendía los tiquetes para montar en bote. Cuando el hombre los vio pasar la puerta de la alambrada que cercaba el parque... . Esta breve narración del parque San Cristobal, que hace Luis Fayad en su novela Los Parientes de Esther, es uno de los pocos testimonios escritos que quedan de este lugar. Igual suerte han corrido otros parques en Bogotá como el Luna Park y el Lago Chapinero o Parque Gaitán. Porque en la ciudad no sólo desaparecen las personas y los objetos. También la memoria arquitectónica y urbanística son blancos perfectos del desarrollo de la ciudad y aquellos lugares que algún día fueron de descanso y recreación, hoy sólo son recuerdos vagos que dan vueltas en la mente de quienes tuvieron la oportunidad de conocerlos, apreciarlos y disfrutarlos.

Redacción El Tiempo
Es poca la historia escrita conocida de los parques que sirvieron de pulmón de Bogotá y que fueron pavimentados y urbanizados. Tanto museos como bibliotecas conservan poca información acerca de ellos. Entonces, el único recurso es la memoria de quienes cada domingo, junto a su familia, tomaban el tranvía para pasar un día de esparcimiento.
Nosotros ibamos algunos domingos al parque Gaitán. Los grandes montabamos en lancha y los niños tenían para divertirse unos juegos y los burritos o caballitos que los paseaban por el parque. Además, habían puestos de ventas de dulces y otros alimentos , recuerda Leonor de Bolívar.
El Lago de Chapinero o Parque Gaitán se formó por las corrientes subterráneas existentes en el norte de la ciudad. Este terreno fue adquirido por José Vicente Gaitán y sus hermanos Domingo y Rafael, quienes construyeron el parque.
Con la nueva zona de recreación y diversión se vieron favorecidos los chapinerunos y los niños, quienes al fín podían disfrutar de un lugar necesario y escaso en la ciudad para divertirse y hacer deporte. Por sus atractivos fue comparado con el Conney Island de los Estados Unidos.
En el parque de San Cristobal también había un lago con aguas densas y barrosas. Por su cercanía al centro, calle 11 sur con primera, este lugar resultaba ideal para que los borrachitos desenguayabaran, y aunque no era grande si lo visitaba mucha gente, sobre todo los habitantes del sur de la capital.
El Luna Park era más que todo para niños. En él se encontraban la rueda, balanzas, columpios, aviones y varias zonas verdes, donde se podían practicar deportes. La gente compraba muchas golosinas y dulces y se divertían mucho. Lástima que ya no existan esos viejos parques , piensa Eduardo Espitia, un cachaco puro.
Como él, muchas personas lamentan que partes de ciudad con mucha historia se perdan y que ni siquiera un libro pueda ser la última huella de ese pasado que poco a poco se desvanece en el pensamiento de los bogotanos. Pero hay un temor más, que los pocos parques que hoy sobreviven al acoso del progreso urbanístico ingresen a la lista del olvido.
Redacción El Tiempo
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