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El fenómeno Citycápsula

El dedo corazón lo alza con rabia por encima de sus otros cuatro renegridos dedos. Apenas tiene 7 años. Pero con su desfachatez de niño de la calle sin ley ni familia le hace una soberana ‘pistola’ a la citycápsula a las 4:30 de la tarde de un jueves soleado, cuando la carrera séptima se comienza a llenar con los transeúntes que regresan a casa, y todos lo ignoran, menos la cámara.

Un video silencioso lo registra por 30 segundos mientras el niño eleva con
burla su dedo agudo y diminuto.
Está protestando. Y de eso se trata. De renegar de cualquier forma. Incluso
al estilo del novio ardido por los desplantes de su suegra y besa a su novia
al más rudo y asfixiante estilo francés y solo alcanza a musitar: “Emste es
umn memnsaje para mi suemgra”. Mua y mua. Enseguida alguien graba otra
protesta.
El siguiente tiene un discurso político. “Solo a un colombiano se le ocurre
acabar con la cultura de un pueblo. No a la reelección”. Y el que lo sucede
está furioso por un hecho insólito: “Pssss, me trataron de zoofílico. Sí, me
trataron de zoofílico dizque por violar una cebra peatonal”.
El fenómeno ha sido tan fuerte que periodistas franceses, iraquíes,
venezolanos y estadounidenses han llegado a Colombia para averiguar de qué
se trata semejante movimiento social. Los Angeles Times y la agencia AP
publicaron el mes pasado sendos reportajes sobre el fenómeno en Bogotá, que
fueron rebotados por el Washington Post y el New York Times. Todos dijeron
que era la ventana para un pueblo sin voz.
“Para eso es la citycápsula, para que la gente se queje. Yo diría que la
gente de esta ciudad está loca cuerda. En serio: loca, pero cuerda”, dice
Takeshi Pedraos, director del programa Citycápsula.
Lo que no sospechaba ni él ni ninguno de los que hace siete años importaron
el modelo de la televisión callejera que ya se había implementado en Toronto
(Canadá), era el auge masivo que tendría en Bogotá, en una ciudad que
adolece de espacios para expresarse.
De 500 mensajes por semana en sus inicios, ahora los productores del
programa reciben cerca de 10 mil mensajes de 30 segundos cada uno. En un
programa promedio se emiten 300 mensajes de 10 segundos cada uno.
Y lo que se dice es tan real que mucha gente considera a la Citycápsula como
un programa de humor. Aunque también podría ser de horror: “Queremos
confesarles a nuestros padres que somos bisexuales”, dice un par de
adolescentes. “Perdone la cachoneada, pero es que lo tiene muy chiquito”,
dice –con descaro– otra adolescente, de su novio.
Frente a la cámara, la gente hace lo insólito: se desviste, se disfraza,
canta, hace publicidad, pone sellos a la pantalla. O exige. Como el menor de
edad que se paró frente a la pantalla ubicada junto al canal Citytv en su
sede en el centro de Bogotá para rogar, pedir, implorar “ver a la muchacha
que mostró los senos el otro día, que los muestre más”.
“A comienzos de este año, en la biblioteca Luis Ángel Arango, un tipo dijo
en la citycápsula que pintaba gente desnuda sin cobrar un peso. Le llegaron
200 personas. Luego llamó a pedir que no volviéramos a pasar más el
mensaje”, narra Pedraos.
Los obvios y los únicos
A la citycápsula han llegado incluso extranjeros. Un hondureño que vivía en
Miami viajó a Colombia y aprovechó un rato libre para grabar un mensaje con
la idea de volver a casa y verlo en su país.
Claro, la mayoría no sale de lo obvio: “Un saludo a mi mamá. ¡Estoy
triunfando!”. O de la crítica televisiva: “¿Hasta cuándo van a seguir
pasando Padres e hijos?”. O del tema de actualidad: “¡El TLC es un atentado
contra el país!”.
Pero las sorpresas abundan. “Soy Adam, de Estados Unidos –dice un personaje
que lee de un papel– y este país es una chimba”.
A las 2:30 a.m., un par de borrachos se santigua, canta, baila y alaba al
dios Baco por esa noche de licor. “Ese man tiene una prima que es hija de su
tío”, dice uno de ellos, y todos lo celebran como si fuera el chiste del
año.
En el Cementerio Central hay una citycápsula en la que la gente les envía
mensajes a sus muertos. O a los vivos. Como un cuarteto de travestis que, en
medio de las bendiciones de los otros, piden a aullidos: “Salgan todas del
clóset”.
- Una historia de ‘amorcápsula’
Con sus 50 años de vida, el aparato insólito en la calle se le hizo extraño.
Pero la mujer de porte cabal dejó el primer mensaje que se le ocurrió. O,
más bien, el que la había perseguido toda la vida. “Busco a una persona,
necesito saber dónde está”. Se trataba de un viejo amor que se le había
perdido en el camino 20 años atrás. La imagen salió al aire y un amigo del
antiguo novio vio el mensaje. El interesado apareció y en sus ojos se veía
ya todo el rigor del paso del tiempo. En la misma sede de Citytv, al amparo
de la citycápsula, la pareja se encontró y descubrió que todos esos años
trabajaron a pocos metros de distancia. Por pudor, se negaron a grabar un
mensaje juntos.
LO QUE DICEN AFUERA
Henry Chu
Los Angeles Times
“Todo termina en una fascinante muestra semanal de Bogotá, una inmersión
reveladora del cauce de la conciencia de la ciudad en una sociedad donde la
cultura, la religión y los efectos de la guerra civil han desanimado de
lejos a la gente a tener expresión individual.
“Darle a la gente común la oportunidad para expresarse sigue siendo la razón
de ser de la citycápsula, cuyo nombre encierra su función como una cápsula
del tiempo en un punto específico de la historia de Bogotá.
“Los televidentes se conectan a la citycápsula con la esperanza de verse o
de ver a sus amigos, de pillar la vida de algún vecino o de escandalizarse
tranquilamente por una mala palabra o dos (solo el lenguaje más fuerte se
edita). Los quioscos se ubican en distintas locaciones para atraer a la
mayor cantidad de gente: en universidades, en las afueras de un puesto
armado, en los eventos deportivos, en una cárcel de mujeres de alta
seguridad, en bibliotecas, cementerios y hasta en la entrada de un burdel”.
Kim Housego
AP. ABC News. Washington Post. New York Times .
“En un país con pocas oportunidades para ventilar las frustraciones, los
colombianos han estado asistiendo a quioscos donde pueden grabar videoclips
cortos que luego llegan a las salas de la casa como parte del programa
‘Citycápsula’.
“‘Nadie nunca escucha a la gente’– dice el mensajero de oficinas Mauricio
Gómez, con furia, a la cámara, mientras agita sus manos al viento–. ‘No sé
si este mensaje ayude, pero al menos mucha gente lo verá, y eso me hace
sentir mejor’”.
icono el tiempo

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