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LA GUERRA DEVORÓ A LOS NUKAK

Para observar lo que la guerra ha hecho con los Nukak Makú basta con dar un recorrido por El Refugio, un resguardo indígena en El Barrancón a ocho kilómetros de San José del Guaviare, donde esta comunidad escucha baladas americanas en una grabadora, cocina arroz, toma gaseosa y los más jóvenes se ponen nombres como Manuel, Martín o Betty, en cambio de Kiraye, Iuapa o Kiwe, como sus abuelos. (VER MAPA: LA REDUCCION DE LOS NUKAK)

Para observar lo que la guerra ha hecho con los Nukak Makú basta con dar un recorrido por El Refugio, un resguardo indígena en El Barrancón a ocho kilómetros de San José del Guaviare, donde esta comunidad escucha baladas americanas en una grabadora, cocina arroz, toma gaseosa y los más jóvenes se ponen nombres como Manuel, Martín o Betty, en cambio de Kiraye, Iuapa o Kiwe, como sus abuelos.
(VER MAPA: LA REDUCCION DE LOS NUKAK)
Llegar a este sitio, asentarse y dejar su vida nómada, ha sido la única forma en que los 60 Nukak Makú que están refugiados aquí pudieron escapar de las amenazas del frente 1 de las Farc que, según varios testimonios, les prohibió mariscar (pescar), cazar y recolectar frutos en lo más profundo de las selvas del Guaviare, su hábitat natural.
En un español difícil de entender, Martín intenta explicar porque hace tres años se vino de las selvas de Mocuare, una inspección a orillas del río Guaviare donde los últimos Nukak luchan por sobrevivir en medio de una guerra que ninguno de ellos entiende: "Guerrilla nos sacó y está sacando otros Nukak. Nos amarran y no nos dejan caminar...nos roban la comida que recolectamos", dice.
Efectivamente, todo empeoró hace tres años cuando aparecieron dos indígenas de esta etnia asesinados a bala. Varios colonos confirmaron en aquella época a las autoridades que los guerrilleros los asesinaron acusándolos de ser informantes del Ejército, "escudados en su condición de nómadas".
Con ayuda de un traductor de la propia etnia, que ha aprendido a balbucear palabras en español, una mujer cuenta que les han reducido el círculo natural por donde pueden caminar o los obligan a quedarse en un sitio específico sin comida. (Ver mapa).
Hasta hace cuatro años, asegura, ella vagaba desnuda entre maniguas y caños pero ahora le da pena hacerlo porque los hombres con armas las miraban y prefiere quedarse en El Refugio y salir de vez en cuando a pedir limosna a San José del Guaviare.
"En estos momentos el peor enemigo de ellos no son las enfermedades, es la aculturación a la cual se están enfrentando por el desplazamiento", explica Albeiro Riaño, médico de la secretaría de Salud del Guaviare, y uno de los que más ha convivido con esta etnia.
Aunque no hay datos oficiales sobre cuantos Nukak sobreviven, se cree que en la selva sólo hay entre 400 y 500. El resto ha decidido llegar a los municipios como mendigos y desplazados del conflicto.
Aunque varios lo reconocen, pero en voz baja, el impresionante avance del Plan Patriota en las zonas que son de reserva indígena, donde nunca había llegado un soldado, también ha provocado el éxodo de los nativos que quedaron encerrados en medio del fuego cruzado sin saber quién los protege y quién los ataca.
Ahora, dicen varios de los refugiados en El Barrancón, los más jóvenes que se quedaron deben escapar del asedio de la guerrilla y algunos paras que se han adentrado en la selva para reclutarlos a la fuerza, mientras que otros son obligados a trabajar en chagras cultivando coca.
"Estas actividades han desordenado sus rutas de desplazamiento y sus rutinas de recolección y caza. El choque cultural ha sido bárbaro y el Estado no ha podido garantizarles su libre movilidad en la selva, por lo que algunos decidieron llegar a mendigar a San José, degradando más sus tradiciones", dice el Defensor del Pueblo en el Guaviare, Jairo Solano.
En 1988, cuando un documental de televisión los dio a conocer al mundo eran solo 3.000. A principios del siglo XX, cuando no habían llegado ni siquiera los colonos en pos de la bonanza del cuero, eran unos 6.000 y su recorrido incluía el departamento del Amazonas.
Era en aquella época que, según estudiosos de esta etnia como la sicóloga Claudia Galindo, funcionaria de la Gobernación del Guaviare, hacían el viaje más grande por la selva y el cual tardaba hasta siete años, antes de regresar al mismo punto de donde habían salido.
FOTO/Hernando Herrera Estrada.
Los Nukak más pequeños están creciendo con la influencia de los blancos. Ellos, como sus padres ya se acostumbraron al sedentarismo.
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