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QUIÉN ES LA PRIMERA PRESIDENTA DEL SENADO

Cuando Claudia Blum era una niña, su padre Harold se encargaba de interrumpirle el sueño muy temprano en la mañana para llevarla al ordeño, en una hermosa finca del Valle del Cauca. Y tras cumplir con esta labor, la obligaba a montar a caballo para que su bestia saltara una serie de obstáculos en el camino.

Cuando Claudia Blum era una niña, su padre Harold se encargaba de interrumpirle el sueño muy temprano en la mañana para llevarla al ordeño, en una hermosa finca del Valle del Cauca. Y tras cumplir con esta labor, la obligaba a montar a caballo para que su bestia saltara una serie de obstáculos en el camino.
La condición en la prueba era que las patas del animal no podían caer en las aguas de las canalizaciones que tiene la finca, o de lo contrario había que repetir la serie.
Y no contento con el ordeño y la cabalgata, don Harold lanzaba a la mayor de sus hijas a las aguas del río Cauca para que le perdiera el miedo al fuerte caudal.
Hoy, varias décadas después, cuando Claudia Blum completa 14 años en el Congreso de la República recuerda con agrado esas agotadoras jornadas, porque estas le sirvieron, según ella, para forjar la principal cualidad de su personalidad: la perseverancia.
Blum cree que gracias a esa virtud es una mujer que consigue todo lo que se propone. De hecho, su último logro lo obtuvo esta semana en el Senado de la República cuando 83 de sus compañeros decidieron apoyar su nombre para que ella se convirtiera en la primera mujer en ocupar la presidencia de esa corporación.
Fue una lucha pareja, nada fácil. Blum se midió con su colega Luis Guillermo Vélez, un viejo zorro de la política, quien tuvo que declinar su aspiración dos horas antes de la votación, ante el arduo trabajo que hizo la senadora vallecaucana.
Claudia no paró. Sus vacaciones parlamentarias las dedicó a viajar por diferentes regiones del país para buscar a sus colegas. Fue a sus casas y compartió con sus familias, con la perseverancia del vendedor de enciclopedias que toca puerta a puerta en busca de la buena venta.
A un lado quedó su esposo Francisco Barberi, el prestigioso empresario de Tecnoquímicas, y sus fines de semana dedicados a la lectura y la música. Había que superar la prueba y para lograrlo y tuvo que emplearse a fondo.
La vida política
Blum llegó al Congreso en 1991 como integrante de la lista de la Nueva Fuerza Democrática, después de dos períodos consecutivos en el Concejo de Cali, su ciudad. Apoyó al gobierno de César Gaviria e inició, desde en-tonces, un largo proceso de aprendizaje que, según ella, aún no termina.
El impulso por la vida política le llegó por el reflejo de su padre, Harold, el principal punto de referencia en su vida. Fue él quien la llevó por las correrías políticas que hizo lvaro Gómez en la década del 70 por el Valle del Cauca.
Aún con el espejo de su padre, Claudia decidió desafiar la tradición política de la familia al notificarle que no tomaría los caminos del conservatismo, sino los del galanismo. Las discusiones y enfrentamientos por esta decisión terminaron en 1982, cuando las Farc asesinaron a don Harold.
Desde entonces, buena par-te de su familia decidió salir del país, pero ella se quedó para emprender una carrera política en la que ha tenido que lidiar con los temas más espinosos del país en los últimos años.
Fue ponente de la Ley de Extinción de Dominio, del acto legislativo que revivió la extradición, y de las últimas reformas al Código Penal y durante muchos años insistió en modificar la financiación de las campañas políticas.
Blum no ha sido congresis-ta estrella, pero es una de las más juiciosas en el estudio de los proyectos. Sus colaboradores cuentan que en varias ocasiones pasan en vela repasando, artículo por artículo, el proyecto que se va a discutir al día siguiente.
La mujer
Como la mayoría de las mujeres, Blum es vanidosa. Pocas veces interrumpe su sesión diaria de ejercicios en la trotadora y en la máquina elíptica. No importa que la plenaria se extienda hasta cerca de la medianoche, su rutina cardiovascular es ineludible. Con la dieta también es rigurosa: solo sopa de verduras y mucha proteína. Las tortas, chocolates y galletas, su debilidad, están prohibidos.
Cuando le preguntan qué es lo que más sacrifica por dedicarse a la política no duda un segundo en responder: el tiempo con su familia, las charlas con su esposo y las visitas a sus cuatro nietos que viven fuera del país por razones de seguridad.
De la edad mejor ni hablar. Es la única pregunta que pi-de no responder. Mejor, dice, es volver a la política, el tema que la apasiona. El tema que, por ahora, le ha puesto la gran responsabilidad de ser la primera mujer que llega a la Presidencia del Congreso.
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