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ME DA MUCHA PENA CON JUAN MANUEL SANTOS

Juan Manuel Santos, en su última columna, nos compara a mí y a la defensora del lector, Cecilia Orozco, con las trabajadoras sexuales, esas mujeres que se venden al mejor postor y que no tienen principios distintos al dinero. Como no quiero caer en el mismo error de Juan Manuel, advierto de antemano que no tengo ningún problema con las trabajadores sexuales, quienes merecen toda mi consideración. Pero sí debo decir que la comparación me ha sorprendido. Sobre todo porque Juan Manuel Santos recurre a ella como un artificio para decir que él no está de acuerdo con nuestra opinión, libre de intereses, en torno al caso de un ex fiscal de Cali.

Juan Manuel Santos, en su última columna, nos compara a mí y a la defensora del lector, Cecilia Orozco, con las trabajadoras sexuales, esas mujeres que se venden al mejor postor y que no tienen principios distintos al dinero. Como no quiero caer en el mismo error de Juan Manuel, advierto de antemano que no tengo ningún problema con las trabajadores sexuales, quienes merecen toda mi consideración. Pero sí debo decir que la comparación me ha sorprendido. Sobre todo porque Juan Manuel Santos recurre a ella como un artificio para decir que él no está de acuerdo con nuestra opinión, libre de intereses, en torno al caso de un ex fiscal de Cali.
En un lenguaje poco caballeresco ya característico de sus columnas, en especial cuando hace referencia al sexo femenino, él insinúa que somos unas periodistas prostitutas que vendemos nuestra información y que utilizamos esa tribuna no en beneficio de la comunidad sino para satisfacer -me imagino- nuestros insaciables apetitos.
Ante semejante bajeza de argumentos, alcancé a pensar en un momento dado que lo mejor era no responderle. En mis largos años de periodista -en lo que me he enfrentado a los narcos, a los paras y a los ladrones de cuello blanco-, he ido aprendiendo que la mejor respuesta para los insultos es el silencio. Además, y por respeto a los lectores, siempre me he propuesto, por regla general, no polemizar con los columnistas ni articulistas porque me parece desobligante escribir en mensajes cifrados o crípticos para cónclaves o sectas. El deber de los periodistas es escribir para la gente, para los lectores.
Sin embargo, en esta ocasión he decidido transgredir esa norma y responder los insultos de Juan Manuel Santos, porque, como periodista independiente que soy, no puedo quedarme callada ante el hecho irrefutable de que quien nos clava el cuchillo tiene la triple connotación de ser columnista, copropietario del periódico en el que las dos escribimos y jefe político virtual con aspiraciones presidenciales.
Juan Manuel Santos puede defender o atacar a quien quiera en su columna, como puede no estar de acuerdo con lo que otros columnistas pensamos. Ese derecho, el de disentir, el de opinar, es el mismo que nos asiste a nosotras; a mí como columnista y a Cecilia Orozco como defensora del lector. Y en cuanto al caso del ex fiscal, yo consideré en su momento, y lo sigo considerando ahora, que la aclaración que hice era suficiente. De hecho, Juan Manuel Santos y yo no pensamos igual; vivimos la vida desde dos orillas distintas, motivo por el cual varias veces yo lo he criticado -no insultado- como sucede con cualquier personaje público. Lo cual, dicho sea de paso, no me convierte en una periodista-prostituta, como insinúa él, sino en una periodista con opiniones diferentes.
Juan Manuel no da puntada sin dedal, todos lo sabemos. Como buen jugador de póker, nunca mueve una carta sin pensar en sus consecuencias, ni en los réditos que ello le pueda reportar. A sabiendas de que su alma no es precisamente generosa en causas altruistas -no se le conoce esa trayectoria-, valdría la pena preguntarse si su interés como investigador en el caso obedece o no a que está buscando réditos de índole politiquera.
Afortunadamente, Juan Manuel Santos es un accionista más en EL TIEMPO y no representa el sentir del resto de los dueños, que se han caracterizado por respetar y ser tolerantes con la opinión de sus columnistas, así esta no sea compartida por ellos.
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