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BARCO, EL ÚLTIMO CACIQUE

Por casi tres décadas y media este hombre ya entrado en sus 77 años ha encarnado varias de las virtudes pero también más de una de las miserias de la clase política colombiana.

SERGIO OCAMPO MADRID-Editor de Nación
Por casi tres décadas y media este hombre ya entrado en sus 77 años ha encarnado varias de las virtudes pero también más de una de las miserias de la clase política colombiana.
Víctor Renán Barco, condecorado esta semana por el Gobierno al cumplir 36 años de vida parlamentaria, no es solo el último representante del caciquismo más genuino, gamonal de unas clientelas cautivas en veredas, pueblos y barriadas. Barco es también el espécimen más difícil de analizar de toda la fauna política del país.
Se trata de un campesino de Aguadas (Caldas) que de joven fue portero del Congreso, pero que llegó a estudiar en el London School of Economics, de donde no se pudo graduar porque la plata de la beca no alcanzó.
Un parlamentario que lleva 10 períodos sentado en las curules del Congreso y solo ha salido una vez del país con recursos del erario. Fue un viaje a Londres 15 años atrás, a cuyo retorno devolvió los viáticos porque, como era invitado, no gastó casi nada.
Un hombre que debe ser rico pero que vive en una casa estrato tres en La Dorada (Caldas) y que cuando está en Bogotá almuerza todos los días en el restaurante Las Tías, un típico corrientazo del centro, de 3.500 pesos.
Un cacique eternamente cuestionado por los manejos políticos en Caldas, y nominador hasta hace poco de cada puesto oficial en La Dorada, y sin embargo uno de los pocos dirigentes que no tiene ninguna investigación ni condena en su contra.
Un liberal gaitanista furibundo que, no obstante, terminó casado políticamente con alguien más cuestionado que él, pero del lado conservador: Omar Yepes Alzate, con quien tiene una coalición que lleva 22 años rotándose el poder regional.
Es dueño de la oficina más caótica y descuidada del Congreso, con miles de papeles y documentos cubriendo arbitrariamente el piso, los escritorios y los anaqueles. Y, sin embargo, varias veces ha sido escogido como el más estudioso y ordenado de los parlamentarios, dueño absoluto de las claves para sacar adelante esa reforma tributaria que cada Gobierno promete será la última, y de las que ya van 17 grandes y pequeñas en 18 años.
EL TIEMPO habló con el cacique, con el campesino y con el hombre viejo y solterón, el último y el más connotado ejemplar de una especie que se extingue.
Cuántas reformas tributarias ha tramitado usted como congresista?
No recuerdo, pero son bastantes. Desde 1986 hasta hoy he participado en todas menos en una. Fue en el 88 u 89, cuando el presidente de la Comisión Tercera del Senado me mantuvo vetado todo el año porque yo no voté por él para presidir la Comisión. En todo ese tiempo, no me dio ni un solo proyecto para ponencia. Lo que hice fue irme a sentar todos los días a la Comisión Primera a oír los debates de la reforma constitucional de Virgilio Barco. Aprendí mucho de derecho constitucional. Fue como un año sabático para mí.
Por qué nunca lo nombraron Ministro de Hacienda?
Ese cargo necesita dos grandes cosas que yo no tengo. Uno, una formación sólida de economista. Yo estudié hace tanto que me tocó la primera edición del libro de Samuelson en español, que sacó la librería Aguilar. También, la primera traducción de Keynes. No vi las matemáticas que se ven hoy. Lo segundo que se necesita son unas grandes conexiones con el mundo económico nacional e internacional. Yo no las tengo; yo soy un campesino.
Pero usted sí fue Ministro de Justicia por 15 días y se cayó por una falta a la ética como abogado...
No me gusta referirme a eso, pero se lo voy a explicar. Yo tenía una oficina de abogados en La Dorada. En una casa contigua montaron un juzgado penal municipal y cuando el secretario no encontraba abogados para que asistieran las indagatorias me llevaba a mí los expedientes para que yo le firmara. Ocurrió varias veces y no valía que le insistiera que yo no había estado presente.
Una vez, le recibió indagatoria a un sindicado de homicidio en accidente de tránsito. Yo no tuve ningún contacto con el sindicado, pero firmé el expediente. A los pocos días llegaron los familiares del occiso y me pidieron que los representara en una parte civil: los derechos de un huérfano. Después de mirar el expediente lo consulté con un connotado abogado que ejercía como fiscal de un juzgado superior. Me dijo que si yo no había hablado con el sindicado, no me había dado orientaciones para su defensa, él no creía que yo tuviera incompatibilidad para aceptar el caso. Por eso representé al huérfano en la audiencia, y el defensor me acusó ante el tribunal superior, el cual me decretó una suspensión de seis meses en el ejercicio de la profesión.
Apelé ante la Corte Suprema y el caso prescribió, o sea yo no estuve un solo día suspendido. López me ofreció ser ministro y me posesioné, pero apenas un representante de Caldas me citó a debate por el caso de la suspensión, yo preferí renunciar.
A usted lo cuestionan mucho por la coalición que tiene con el conservatismo de Omar Yepes en Caldas hace 22 años. Se dice que es una alianza para repartirse la torta burocrática entre ambos...
A la alianza la cuestionan porque les cerró espacios a otros movimientos. Pero es que la política es la lucha por el poder, y el poder son los puestos públicos. Y se distribuyen entre los que ganan. Obviamente hay que tratar de poner a los que tienen méritos, capacidad y trabajo político. Y obviamente, las que hace el perro las paga San Roque. Al jefe político lo hacen responsable de las malversaciones que cometieron los mandos medios.
Pero no cree que es responsabilidad de un jefe político la moral de quienes recomienda o pone en puestos públicos?
Uno a veces se equivoca.
Usted se ha equivocado en eso?
Sí, pero no voy a hacer señalamientos con nombre propio.
Se equivocó con Rodrigo Garavito, su segundo hombre en Caldas, preso en el proceso 8.000?
En lo de Garavito no hay error. Mientras él estuvo en el Congreso, hizo una excelente gestión a favor de Caldas. El, con su tenacidad, logró que el presidente Gaviria sacara de una gaveta el proyecto de Hidromiel.
Se dice que en La Dorada no se movía nada sin su visto bueno. Que usted era amo y señor en la administración...
Es un decir. Mire que yo llevo dos elecciones seguidas perdiendo la Alcaldía de La Dorada. No es exacto que yo mangoneara la administración. Seguramente los puestos sí se distribuían con el criterio de uno. Eso pasa en los pueblos. Pero hoy no tengo la menor influencia.
Es usted un cacique en su ocaso?
Ahora ya no hablan de caciques sino de barones electorales. Los caciques, con contadas excepciones, eran personas que solían conseguir votos y tenían un dominio burocrático. Yo ya soy un hombre con muchos años de servicio y siempre he llegado al Senado solo con los votos de Caldas. Admito que en La Dorada, como ya no tengo la administración, he sufrido una mengua. En el 2006 puede haber complicaciones porque tendremos umbral y cifra repartidora. Ya no va a haber el juego de residuos.
Hasta cuándo piensa estar activo políticamente?
A quienes nos movemos en este abigarrado mundo de la política generalmente nos retiran los electores. Las preguntas que hay que hacerse son: qué tanta fuerza física tiene uno y qué tanto rendimiento mental. Ese pequeño examen me lo plantearé empezando el año 2006.
Usted es un hombre rico?
Tengo con qué vivir. Yo comencé a trabajar a los 6 años.
Pero todo el mundo coincide en que vive en una modestia exagerada. Habita una casa sencilla en La Dorada, almuerza corrientazo en el centro de Bogotá...
Es que yo vivo en un pueblo. Paso en Bogotá solo los días de Congreso. Además, uno no necesita más que un habitáculo donde acomodar una cama, una mesa de noche, una lámpara y un estante con libros.
Pero entonces para qué tanto poder, tanta lucha por control burocrático y manejo de presupuestos...
El relativo poder ha servido para ayudarle a mucha gente. Creo que le he servido a los pueblos de Caldas.
Dicen quienes lo rodean que es usted un tacaño convencido...
No soy despilfarrador, pero no creo ser tacaño. Voy a comer a Las tías porque me queda cerca, es bueno y no quiero perder tiempo. Pero mis enemigos aprovechan eso para decir que soy un tacaño.
Pasando al plano personal, por qué nunca se casó?
Me quedó poco tiempo en la vida para relaciones perdurables, y por mi manera de ser y mis costumbres de seguro que nadie se adaptó. Y los pocos amores que pudieron existir en mi vida ya se pierden en la noche de los tiempos.
Pero todavía tiene fama de rodearse de mujeres jóvenes y bonitas...
Esas son hazañas de otra época ya un poco lejana. He tenido muy pocos atractivos físicos y ahora menos.
Es un hombre solitario?
Digamos que a mi edad es mejor no estorbarle a nadie.
SERGIO OCAMPO MADRID-Editor de Nación
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